Capítulo catorce

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𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒄𝒂𝒕𝒐𝒓𝒄𝒆... 

𝑻𝒐𝒅𝒐 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒖𝒏 𝒍𝒊́𝒎𝒊𝒕𝒆

Realmente me estaba arrepintiendo de mis acciones. Después de todo, por quedarme callado cuando Dylan y Leo discutían, ahora tenía que encargarme del moreno. Y como si eso fuera poco, nos encontrábamos en su auto, con el muy desgraciado durmiendo.

Luego de comprarle algo para comer, comenzó a contarme cada uno de sus problemas. Por un momento sentí que se habían invertido los papeles y yo era el psicólogo, al cual le había tocado un paciente bastante insoportable. Aunque a decir verdad, esto no me molestó en lo absoluto. No me importaba si por su estado de ebriedad quería contarme sus problemas, ya que al día siguiente era muy probable que no recuerde nada. Lo único que llegó a fastidiarme fue que se quedara dormido, ya que por culpa de eso no llegó a darme su dirección y tuve que contactar a Leonardo para que me la dictara.

Aparte, luego de dejarlo en su casa, iba a tener que pedir un auto para volver a la mía. Gastando dinero que no quería, y muchos menos por un chico irresponsable, que encima era un acosador.

En eso que dejé mis pensamientos de lado, giré la cabeza para ver a la persona que dormía plácidamente en el asiento del copiloto. Tenía muchas ganas de despertarlo, comprobar si ya estaba algo lucido y dejarlo volver solo, pero en realidad eso era imposible. Se veía tan indefenso, que aunque lo tirara en el medio de la ruta no se enteraría de nada. Su cuerpo temblaba levemente, y a pesar de estar dormido, intentaba buscar algo con lo que taparse. Cosa que no me llamaba para nada la atención, ya que cuando estaba por perder la conciencia, se había quitado la campera que llevaba puesta.

Finalmente suspiré bastante resignado, al darme cuenta que no me quedaba de otra que hacerme cargo de la situación. Por ello, tomé nuevamente el teléfono entre mis manos, para así buscar entre mi lista de contactos a mi madre y comenzar a llamarla. Que milagrosamente, su respuesta no se hizo esperar.

—¿Alex?—Preguntó ella, con un tono de voz que me hizo dar cuenta que hace instantes estaba durmiendo. Y no era de extrañar, ya que eran casi las cinco de la mañana.—¿Aún no viniste? ¿Pasó algo?

—No, no pasó nada...—Respondí, al mismo tiempo que sacaba un cigarrillo de mi mochila y buscaba el encendedor.—Solamente te llamo para decirte que ahora no voy a volver. Cuando sea de día, tal vez a la tarde, regreso.

—¡¿Cómo?!—Exclamó, mostrándose bastante alarmada.—¿Cómo es eso que no vas a venir? ¿En donde estás?

—Voy a quedarme a dormir en la casa de un amigo, no te preocupes. Esta algo borracho y no puede volver solo... Cuando nos veamos te explico bien.

—¿Qué amigo es?

—Thomas.—Acabé diciendo, en lo que finalmente me llevaba el cigarro a la boca. Toda la situación me estaba estresando demasiado, y sumadas las preguntas que me hacía mi madre, no podía evitar sentir demasiadas ganas de fumar.

—¿Y por qué no me avisaste que ibas con él?

—Porque me olvidé, mañana hablamos. Ahora estoy en la calle, no puedo seguir respondiendo.—Y sin más, apreté en el botón rojo de mi teléfono.

Una vez finalizada la llamada, coloqué el teléfono en un costado con el gps activado, para al fin poder irnos. Luego, abrí levemente la ventana a mi lado, así el ambiente no se llenaba de humo por mi cigarrillo. Y finalmente, recosté mi cabeza por un momento en el asiento del coche, para poder meditar que mierda estaba haciendo con mi vida.

No sabía si había tomado la opción correcta, pero había sido lo único que se me ocurrió. No quería volver en un auto desconocido esas horas de la noche, y muchos menos lo iba a pagar. Por ello, no me quedaba de otra que quedarme a dormir en la casa del moreno. Aun así, no planeaba estar ahí mucho tiempo. Simplemente, cuando la luz del sol se colocara en su punto más conveniente, me iría de allí sin dejar rastro. De esta forma, me ahorraría el trabajo de darle explicaciones, o que se genere alguna situación incomoda. Aunque si le digo que por su culpa estoy ahí y debería dejarme dormir un rato, no tendría porque haber problema. Después de todo, el había generado eso. Meterme en todo ese quilombo, porque al señorito le pintó tomar de más, me parecía más grave que quedarme a dormir un rato.

¿Y si no es un sueño...?Où les histoires vivent. Découvrez maintenant