Capítulo veintiuno

13 3 2
                                    

𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒗𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒖𝒏𝒐... 

¿𝑵𝒐 𝒔𝒐𝒎𝒐𝒔 𝒂𝒎𝒊𝒈𝒐𝒔?

Ya habían transcurrido algunos días desde que fui a la casa de Leo, y nos habíamos vuelto más cercanos. Nos mandabamos mensajes todo el tiempo, además de juntarnos bastante amenudo. Y aunque me gustara ir a su casa, eso pasaba muy de vez en cuando, ya que los días que estaba su madre no me dejaba ir, por alguna razón que desconocía. Después de todo, en el momento que le pregunté al respecto, terminó evadiendo el tema.

Todo esto me ayudaba bastante, dado que en mi casa la situación estaba bastante complicada. Últimamente, un sentimiento de angustia me invadía todo el tiempo, y mi mente no paraba de lastimarme con pensamientos horribles. Sabía perfectamente que mi estado animico cada vez estaba peor, pero no quería enfrentarlo. Mi solución era ignorar todo lo máximo posible, aunque supiera que a la larga aquella decisión me terminaría consumiendo por completo. 

Por otro lado, el colegio me estaba matando. Cada vez se me hacía más complicado poder prestar atención, y mantener la mirada fija en mi profesora o el pizarrón. No veía la hora en que todo termine, para de esta forma no tener que ver nunca más a mis odiosos compañeros. Y como estaba en mi último año, ese establecimiento, repleto de personas de mierda, iban a quedar en el pasado. Solamente se volverían un recuerdo detestable, respecto a lo mal que me la hicieron pasar durante tantos años, mientras que ellos siguen su vida sin problemas. Y eso causaba que me invada un inmenso odio, ya que era demasiado injusto.

Mis ganas de vivir cada vez eran menos. Mis animos estaban por el suelo, y creía que mi consciencia me estaba abandonado. De a momentos, sentía que el mundo se detenía, y los ruidos al rededor, al igual que las imágenes, se volvían algo secundario. Simplemente podía prestarle atención a mi mente, la cual me inundaba de pensamientos negativos, los cuales me impedían seguir adelante. Y a pesar de sentirme tan mal, buscaba ocultar esto con todas mis fuerzas, para así parecer alguien amigable frente a Leo. Hasta tal punto, de a veces convencerme a mi mismo en que todo estaba bien. Logrando así, ignorar todos mis problemas. Aunque supiera que a la larga aquella solución dejaría de hacer efecto, y cuando eso sucediera, me iba a encontar acorralado con la dura realidad. Una realidad que desesperadamente intento ignorar.

.

.

.

.

Leo me había invitado a una fiesta, por el simple hecho de que le incomodaba venir solo. Y como no tenía nada para hacer, acabé aceptando y ahora me encuentro buscandolo, ya que no sabía donde podía estar. Fue a buscar algo para tomar, pero hace rato no volvía. Aunque en cierta manera eso era mejor para mi, dado que debía prepararme para poder fingir algo de alegría. 

Justo ese día me encontraba demasiado deprimido, y realmente no lograba entender el porque. Era como si todos mis sentimientos negativos hubiesen salido a la luz, y no encontrara forma de reprimirlos. Por ello, no me quedaba de otra que intentar fingir una sonrisa, y cruzar los dedos para que mi amigo no se diera cuenta. Aunque probablemente, con toda la emoción de la fiesta, el alcohol y la música, sería complicado que se percatara de aquel detalle.

Luego de un rato esperándolo, Leonardo se hizo presente, acompañado de dos vaos, uno en cada mano. Que sin dudarlo, me entregó uno para que pudiera tomar junto a él. Y a pesar de no tener la menor idea de que bebida era, acabé tomando. Confiaba bastante en el de cabellera larga, y probablemente había pedido algo típico con vodka, como un destornillador.

—¿Vos tenés una buena resistencia al alcohol?—Pregunté con cierta curiosidad, mientras observaba el líquido.

—Más o menos.. No tengo demasiada resistencia, pero tampoco me emborracho rápido.—Respondió Leo, al mismo tiempo que se sentaba a mi lado y me observaba.—¿Vos?

¿Y si no es un sueño...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora