Capítulo quince

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𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒏𝒄𝒆... 

𝑼𝒏𝒂 𝒕𝒂𝒓𝒅𝒆 𝒋𝒖𝒏𝒕𝒐𝒔

Repleto de conmoción abrí la puerta de mi hogar, procurando no tocar nada a mi alrededor. La entrada había quedado abierta, mientras que yo me dirigía rápidamente a mi habitación, y mi madre no paraba de gritar mi nombre.

Mi cuerpo no paraba de temblar, pero no podía hacer nada para controlarlo. Cuando me encontraba dentro de mi pieza, lancé la mochila sin pensarlo y observé mis manos. Estas se hallaban repletas de sangre, al igual que ciertas partes de mis brazos. No lograba comprender lo que había sucedido allí fuera. En mi mente no paraba de insultarme, mientras que otra parte muy profunda de mi ser no se arrepentía en lo absoluto de lo sucedido. Mi consciencia se encontraba en una lucha, causando que no pudiera mantener la calma.

Los golpes en la puerta de mi habitación eran cada vez más presentes, y en el momento que me percaté de ellos fue cuando mi madre volvió a llamarme para saber que ocurría. Causando que actuara rápidamente y fuese a buscar las llaves de la habitación. Seguido de eso, me abalancé sobre la puerta y antes de que ella pudiera girar la perilla, terminé introduciendo el objeto de metal por la cerradura. Mi respiración se encontraba agitada, mientras oía sus preguntas, las cuales solamente me alteraban.

Luego de un rato, ella terminó marchándose y así conseguí el silencio absoluto. Me separé lentamente de la puerta, para así encontrarme con dos manchas de sangre, marcadas sobre la madera. Mis ojos en ese instante se abrieron de par en par y ante la desesperación quise deshacerme de aquel liquido lo antes posible. Mi mente se encontraba anulada, y lo único que atiné a hacer fue frotarme los dedos y palmas contra la chomba de mi colegio. Esta poco a poco fue tiñéndose de aquel tinte rojo, hasta aparentar que había cometido un homicidio.

Finalmente, terminé tirándome en el suelo de mi cuarto, para segundos después romper en llanto. De mi boca solamente salían susurros, en los cuales no paraba de maldecirme por ser un estúpido. Hace un momento me encontraba cegado por la ira, pero ahora solamente podía sentir una gran depresión y ansiedad invadirme por completo. En este instante, lo único que quería era morirme.

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Me encontraba saliendo del colegio, acompañado de Thomas. Ambos nos estábamos despidiendo, ya que cada uno tenía que seguir su rumbo. En eso, que finalmente nos íbamos a ir, un mensaje llegó a mi teléfono. Yo tomé el dispositivo con cierta confusión, pensando que se trataba de algún texto por parte de mi madre, pero estaba muy equivocado. El responsable de que haya vibrado mi celular era Dylan, el cual me escribió lo siguiente:

"Me encuentro en la camioneta, a unas cuadras de tu colegio. Si te parece, podes venir y hablamos"

Y seguido de eso, me mandó su ubicación.

—¿Pasó algo?—Preguntó Thomas algo confundido, al notar que no me movía.

—¿Qué?—Respondí algo sorprendido, ya que creía que él se había ido.—¡Ah! No, no. Es solo que mi mamá me dijo que regrese rápido, porque la comida va a estar lista. ¡Nos vemos!

Y de esta forma, logré finalizar la conversación, para que no hubieran más preguntas. No era como si estas me molestaran, pero tenía que aceptar que me había entrado la curiosidad. Por un lado tenía ganas de aprovechar el momento y matarlo, pero por otro simplemente quería ver que tenía preparado. Aunque seguramente el motivo de esto fuera alguna pelotudez, ya que sus apariciones solo eran para molestarme.

De todas formas, luego de que Thomas halla tomado una distancia considerable de donde yo me encontraba, me fui en dirección contraria en busca del otro chico. Mientras que mis pasos se alejaban del establecimiento, fui colocándome una capucha sobre mi cabeza, y escondiendo mi mochila en frente de mi cuerpo. Para que de esta forma, cualquiera que me viera por detrás no me reconozca.

¿Y si no es un sueño...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora