Capítulo tres

49 3 1
                                    

𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒕𝒓𝒆𝒔... 

¡𝑵𝒐 𝒑𝒐𝒅𝒆́𝒔 𝒆𝒔𝒄𝒂𝒑𝒂𝒓!

La noche anterior me quedé teniendo sexo con mi amigo hasta muy tarde, con la intención de poder liberar el estrés que tenía acumulado. Esto no era algo nuevo que hacía con él, por lo que al proponérselo, aceptó sin problema. Aunque a la mañana siguiente, acabé despertando sobre mi cama, solo, gracias a su mala costumbre de irse sin avisar. Y por culpa de todo esto, se me hizo tarde para ir al trabajo, así que salí corriendo sin desayunar.

Ahora me encontraba frente a una cafetería, esperando a que me dieran un café. Acompañado de una sensación de cansancio, y un fuerte dolor que atacaba mi cabeza. Algo muy molesto, pero que debía soportar, ya que si seguía tomando tantos medicamentos era probable que muriera de una indigestión.

El calor era muy agobiante, ocasionando que el dolor incrementara al igual que mi fastidio. Encima, habían pasado veinte minutos desde que pedí el café y aún no me lo entregaban, así que estaba a nada de meterme en la cocina de la cafetería para prepararlo yo mismo. Después de todo, seguro lo hacía más rápido que el barista, el cual dedico cuatro meses de su vida a hacer un curso online. Y debían agradecer que me encontraba mareado, ya que sino realmente lo hubiese hecho.

Finalmente, me sentía tan mal que acabé sentándome. Toda mi visión se estaba nublando, y cada vez la jaqueca se hacía más intensa. Parecía que mi mente estaba siendo golpeada una y otra vez, sin la más mínima pizca de piedad. Una sensación demasiado similar a la que viví en el consultorio, solo que esta vez me di cuenta que estaba perdiendo la consciencia.

Mi cuerpo se desplomó contra el suelo, y lo único que llegué a oír fueron gritos provenientes de las personas que circulaban a mi alrededor. Algunos me miraban con horror, y otros salían corriendo. Aunque pude notar que había quienes intentaban ayudarme. Siendo esto lo último que llegué a apreciar, antes de perder por completo el conocimiento.

.
.
.
.
.

Poco a poco comencé a recobrar mis sentidos, mientras me daba cuenta que alguien me estaba asistiendo. No llegaba a apreciar su rostro, pero si veía como me colocaba una botella de agua en la boca para que bebiera. Luego, con el resto del líquido, comenzó a esparcirlo por distintas partes de mi cuerpo. Cuando terminó de hacer esto, puso a mi lado el recipiente vacío, para así poder abanicarme. Llegaba a darme cuenta que me estaba hablando, pero su voz parecía tan lejana que ni siquiera lograba distinguir lo que me decía. Tampoco me esforcé mucho en entenderlo. Solamente volví a cerrar los ojos y dejé mi cabeza apoyada contra el sujeto desconocido. Me habré quedado así aproximadamente diez minutos, hasta que oí una voz que me preguntaba "¿me escucha?". Y esta no se trataba de una voz cualquiera, sino todo lo contrario. A esas alturas, ya me encontraba demasiado familiarizado con ella. Castaño claro, ojos celestes, tez algo pálida, cuerpo trabajado y un poco más alto que yo.

Al abrir los ojos, pude darme cuenta que mis teorías eran correctas. Allí se encontraba, con una expresión en el rostro de bastante preocupación, observándome, al mismo tiempo que sostenía un abanico en la mano. 

Ya parecía una broma. En estos momentos comenzaba a sentir que vivía más tiempo dentro de mis sueños que en la propia realidad. Aunque seguramente era debido al desmayo, y en poco tiempo iba a recobrar la conciencia.

—No de nuevo...—Murmuré para mis adentros, al mismo tiempo que me intentaba levantar.

Por lo que llegué a ver, me encontraba en el piso, aun con la cabeza apoyada sobre él. Que a pesar de sentirme algo molesto por no haber sido colocado en alguna silla, no me disgustaba del todo estar cerca del contrario.

¿Y si no es un sueño...?Where stories live. Discover now