Capítulo cuatro

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𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒄𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐...

𝑵𝒐 𝒎𝒆 𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒂𝒔

Me encontraba con una amplia sonrisa, sentado sobre el suave tapizado de mi silla. Ante el abrasador silencio que invadía la sala, tomé un lápiz y comencé a dar una serie de golpecitos sobre mi escritorio. El ritmo no tenía mucho sentido, y tampoco era armonioso, pero debido a mi buen humor me parecía maravilloso. Más aún, al fijar mi mirada en la persona en frente mío, y darme cuenta que sus ojos me estaban fulminando. Se encontraba con el entrecejo bastante fruncido y los brazos cruzados, para rematar con un movimiento de pierna notablemente enrabiado. Desde el instante que había cruzado la puerta del consultorio no dijo ninguna palabra, y tan solo se quedó ahí sentado como un nene encaprichado. Aunque el silencio perduró más de lo debido, ya que en vez de hablarle, preferí observar orgulloso como había logrado mi hazaña. Guardando para mis adentros varios comentarios al respecto, con la intención de no enojarlo más de la cuenta.

—¿En serio? ¿Seguirme hasta mi casa y meter a mi mamá en esto?—Preguntó finalmente Alexander, comenzando así a largar su odio por la boca.

—Yo no la obligué a nada, solamente la aconseje. Además, fui por culpa de un proyecto, en el cual se busca promover la importancia de la salud mental. Tan solo fue una simple coincidencia.

—¿En serio pensás que me voy a creer eso?

—Si no querés no me creas, pero eso no quita que este diciendo la verdad.

—Entonces me puedo ir, ¿no?

—De poder hacerlo, podes. Eso sí, la plata que tu mamá invirtió en las consultas no se regresa.

La mirada del chico cada vez se volvía más desafiante, haciéndolo parecer un león furioso, el cual estaba intentando ocultar sus deseos por comerme vivo.

—Bien, acá estoy... Ahora decime, ¿para qué?

—Mira, vos ahora te encontrás en un espacio seguro. Estás en total libertad de decirme lo que quieras, ya que no vas a ser juzgado en ningún momento. Es mejor que seas sincero, y así yo voy a poder ayudarte.

—Muy bueno el discurso, pero antes te dije una cosa que parece que se te olvidó. Yo no tengo ningún problema, y en caso de que lo tuviera, lo diría.

—Me parece perfecto, entonces contame como es tu vida...

—¿Solo querés que sea tu paciente?—Preguntó Alexander, en lo que levantaba una ceja y me regalaba una pequeña risa algo juguetona.

—No tengo ninguna intención oculta... Estoy cumpliendo mi trabajo, por ello me gustaría que comenzaras a contarme.

—Bien, por donde arranco...—Comentó pensativo, en lo que desviaba su mirada al techo.—Vivo con mi mamá y mi padrastro. A mi papá no lo veo mucho, pero tampoco tenemos una relación tan amena. No tengo hermanos, pero si amigos con los que me llevo bien. En la escuela tengo un buen promedio, y nunca tuve grandes inconvenientes con mi aprendizaje. Por otro lado, la relación con mis compañeros es normal, ya que es un curso bastante tranquilo... Como te dije, en rasgos generales, todo está bien.

—Mira que bueno, normalmente en los cursos siempre hay al menos alguien conflictivo.

—Bueno, no es mi caso.

—No me estas mintiendo, ¿verdad?

—¿Por qué le mentiría?

—Puede ser por muchos motivos en realidad, pero creo que si tu mamá te trajo es por algo. Dudo que gracias a solo unas palabras mías, haya tomado aquella decisión... ¿Ustedes tienen una relación estrecha? ¿Le contas tus cosas?

¿Y si no es un sueño...?Where stories live. Discover now