Capítulo 3.

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15 años.

        —Dime el nombre de tres chicos, Anna Molly —Miranda levanta la barbilla y me instruye con el gesto a contestarle.  Sus ojos sin el reflejo del sol son más color gris que violeta. Nunca he entendido cómo consigue esos cambios mutantes.

        —Bruce Hudson de mi clase de química —el primer chico vino a mi mente en automático. Bruce es mi compañero en laboratorio, el más caliente de la clase; eso me convierte en la chica más envidiada por mis compañeras. Si fuera menos tímido y más social, podría considerarse potencial en los rostros más guapos de la secundaria. Es bueno que quisiera ser más solitario con su patineta y se mantuviera alejado de los idiotas deportistas, porque así no muchas sabían de su existencia y las pocas nos deleitábamos de su presencia. En realidad él ya tenía un grupo de admiradoras, y ni siquiera era consciente de ello. Y eso era sexi: la inconciencia de su preciosa apariencia. 

        El siguiente nombre lo tartamudeé—: Alec Sims de la generación junior —Él es atractivo hasta que se te cae la mandíbula si lo observabas por más de un minuto. Tiene un cuerpo fuerte, alto y los mejore bíceps que se ven en la vida real y no en las pasarelas, televisión o descripciones de libros. Podía sentirme tonta hasta por pronunciar su nombre de cuatro letras. A-L-E-C. Disfrutaba tanto de la compañía al grado de tener muchos amigos y fiestas en su casa todas las semanas. Es un completo mujeriego. Pero a ninguna de las chicas con las que salió se vieron afectadas, por el contrario, ellas parecían muy contentas de ser la pareja de la semana o del día.

        El ultimo, pero no menos importante, salió de mis labios con un suspiro. —Evan Lane de la clase de deportes—Él es más lindo que caliente con su flequillo  que le tapa las cejas. Sus mayores atractivos es ser jugador de Basquetbol, el capitán del mismo y jugador superestrella. Sus compañeros lo seguían, era un líder innato. Tenía ligeros músculos, no demasiados para que obtuviera la descripción de fornido. Simplemente podría verme siendo su esposa sin ninguna objeción. Será el padre perfecto que le cantara canciones de cuna a nuestros bebés gemelos.

        Candie libera una risita. Miranda, que está alado de ella, le da un codazo y carraspea para que deje de burlarse. —Lo siento, pero son todos rubios. —Me encojo de hombros tratando de decir, sin vocalizar, ¿yyyyyyyyy?

        Grace rueda los ojos desde su postura de flor de loto, en el suelo y enfrente mío. —No es que quiera pinchar tus fantasías, pero tú eres negra. Los rubios no se fijan en los negros. Es como una ley de vida.  

        Odio admitir que siempre que ella despreciaba mi color de piel, un agrieta crecía en mi corazón. Por más que intentaba parecer indiferente, recordándome que eso no era importante para triunfar, porque el color de piel o la complexión del cuerpo no afectan al cerebro, era inútil. Sus comentarios tan despectivos me provocaban un golpe bajo que nunca podría recuperar el aíre para respirar.

        Permitía que sus comentarios me hicieran daño, porque ni yo misma me tengo el respeto para bloquear eso y seguir adelante, queriéndome como soy. Cuando se pierde el respeto hacia uno mismo se le permite a los demás dejarte manipular para convertirte en una mala imitación de los que ellos quieren, porque siguen criticándote y nunca llenas sus estándares; siempre desean que cambies más, que te comportes más como ellos y que olvides lo que quieres ser. Ya no tienes el control de ti mismo, esperas la aprobación de los otros para estar segura de ser.

        Yo no me tengo respeto.

        Quiero ser más como Grace para agradar a los demás. Quiero que ella me instruya. Quiero ser igual de bonita y deseada que ella, pero mi estúpido color de piel me lo impide.

Las morenas preferimos a los rubios.Where stories live. Discover now