Capítulo 16

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—Buenas tardes —saludó a Arthur, el portero de mi edificio.

—Buena tarde, señorita. Un gusto volverla a ver. ¿Cómo estuvieron las vacaciones? —pregunta amablemente.

—Mucho sol, cocteles y nueva sección fotográfica inesperada. En conclusión el Caribe estuvo estupendo —contesto con un poco de entusiasmo pero no con demasiado para que no distinga la mentira.

—Imagino que debe estar exhausta.

—Como no tienes una idea —resoplo apartando un poco de mi flequillo de mis ojos.

—En esa caso no le quito más el tiempo.

—Gracias. Arthur. Cualquier cosa no estoy en casa, dejemos todos los asuntos para mañana.

—Como usted diga —sonríe— ¿Necesita ayuda con las maletas?

—No es necesario, George se encargara de ellas —agito mi mano en despedida cuando subo al elevador y tecleo la clave mi piso. Me quito los tacones y los cargo con mi mano mientras subo.

He pasado semana retirada de los luces en New York, fui a una casa de reposo —no al Caribe como le dije a mi portero— para alejarme de todo y pensar qué es lo que haría en cuanto a mi situación. Aún no tengo ninguna idea buena, pero trataré de dejar de agobiarme y centrarme en mi paz, después todo lo demás vendrá a mí como siempre.

Al menos los paparazis ya dejaron de perseguirme después de pasar toda una semana desaparecida. No sé nada sobre los chismes de esta semana ni lo que se dice de mí, lo que sí he tenido decidido es que no mirare por nada del mundo programas de chismes donde sólo me degradan, me enfocaré, como he dicho, en mi paz y espiritualidad.

Dejó caer mi bolso de mano al suelo, con los pies descalzos siento la frialdad del suelo que bien se siente refrescante. La corriente de aíre se siente maravillosa, pero lo que no cuadra es cómo hay aíre si cerré todas las ventanas y puertas antes de irme.

Mi sentido se agudiza. Algo aquí no anda bien. Yo jamás dejo nada abierto a menos de que esté en casa y es raro también ya no soy fanática del ruido de las calles.

Me pongo en alerta y voy corriendo a la cocina por un arma, en este caso saco un cuchillo de carnicero de un cajón ya que no tengo otros instrumentos de defensa personal. Normalmente no soy tan paranoica pero esta vez quiero asegurarme. He dejado mi apartamento y no quisiera que hubiera un intruso. Mi imaginación va volando para hacer un repaso de los posibles sospechosos.

Reviso habitación por habitación, como lo había supuesto, la ventana de la habitación de invitados está abierta pero no hay ningún rastro de gente desconocida. Al no encontrar nada, decido llamar a George para hacerle saber que estoy lista para contratar un jodido guardaespaldas que tanto me he negado en necesitar. Esta vez mi seguridad está en juego y no sé cuánto tiempo tendré para que decidan regresar y la siguiente vez sea por mí y no en busca de nada. Por esta vez no se llevaron ningún objeto personal, no a menos de que sea evidente. Todo parece justo como lo dejé excepto esa ventana. Aún no estoy loca y soy consciente de mis actos y responsable de las cosas que hago y no hago, por eso estoy por ciento segura que esa maldita ventana estaba cerrada.

Yo bien pudiera seguir evitando los problemas, pero al parecer los problemas están en mi busca.

Regreso a la cocina donde dejo el cuchillo.

No se supone que cuando regresara de mi reposo me encontrar pruebas de que están buscándome, no se supone que esté de nuevo nerviosa y masacrando mi cerebro entendiendo qué querrían de aquí. Los paparazis pudieron haber sido, pero ¿con qué fin? Además no pudieron ser ellos tan audaces, sabían que lo descubriría de una u otra manera.

Las morenas preferimos a los rubios.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ