Capítulo 5.

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17 años.

Las libertades empezaron a presentarse en casa desde que les planteé la idea de dejarme de tratar como un bebé indefenso, el cual no puede defenderse de los peligros, que es lo totalmente opuesto a mi caso, lo saben porque siempre he sido la más fuerte mentalmente. Mis hermanos desfilaron por los consultorios de una larga lista de terapeutas en su niñez, mientras que yo construía castillos y robots con mis figuritas. Ellos eran tímidos e inseguros, también un desastre llorón en preescolar, aún les cuesta un montón desarrollarse con los demás, pero supongo que ahora lo disimulan mejor. Comprendo, sí, lo hago, soy igual que ellos, pero la diferencia es que yo puedo manejarlo en secreto por mis padres, además ya estaban bastante cansados para liderar con mis problemas, y no los culpo por ello. Me ha ido bien, puedo responsabilizarme de mí misma sin sentir las respiraciones de mis padres en mi oído para protegerme. Confían en mí, saben que no sería capaz de hacer algo estúpido como Rony (que se enamora más que un perro callejero y luego lo abandonan para que él termine en depresión), o como Brooke (que aún no está segura de nada, ni siquiera sabe si su eterno noviazgo con Liam tendrá un final feliz o si su trabajo de camarera cuente como una carrera universitaria), saben que soy mejor que eso. ¿O quizá no? 

Brooke y Rony, mis bienaventurados hermanos estúpidos, siempre han tenido una alianza silenciosa de compromiso entre ellos. No son gemelos y ni siquiera se llevan pocos años de diferencia —cinco años para ser exactos, dejando a Brooke ser la mayor con la edad actual de treinta—, pero ambos se entienden. Tengo una teoría relacionada con ellos y su manera de excluirme tanto: celos. Están celosos de mis talentos, celosos de que puedo cuidarme por mí misma, celosos de que no puedo hacer algo para desilusionar suficiente a mis padres, celosos de que saben que yo lo puedo hacer mejor con su edad. Sé que fue difícil para ellos recibirme con los brazos abiertos cuando mi mamá estuvo a punto de morir en el parto.

Hasta ahora, la idea más estúpida que pudo haber hecho mi madre en toda su trayectoria, fue haberme concebido a sus 40 años. Yo no pude haber nacido cuando el doctor le sugirió abortarme, pero la decisión fue pelear por mí.

No fui planeada. La idea de mis padres era tener 2 hijos perfectos, niña y niño, los cuales ya tenían cuando llegue a su vida. Mi madre siempre ha sido muy religiosa, con la idea de que Dios dio la vida por nosotros y toda esa mierda cuentista, por eso cuando su ginecólogo le informó que el embarazo estaría lleno de complicaciones y no podría salir de la cama en los tres meses decisivos que transcurrieran para saber si el feto se quedaba dentro o no, ella lo aceptó, aun sabiendo que tenía dos hijos y un marido que atender. Nunca renegó y rezó. Rezó tanto por ambas y por su devoción.

Para mi madre fueron los 9 meses más complicados de su vida, donde no salía de la cama, se deshidrato, se infló, le dolían todos los músculos, tremendos dolores de cabeza  y vomito. Mi papá dice que nunca la escuchó quejarse. En mi actitud sabelotodo puedo pensar que no es verdad, que nadie puede no quejarse cuando le causan tanto dolor o no se puede amar tanto algo sin ser visto aún. Pero sé que mi madre es capaz.

A mi padre, antes del parto, le informaron que tenía que decidir cuál de las dos vidas tendrían que salvar. Mis padres me querían a mí antes que a cualquiera, incluso si esa significaba perder a mi madre.

Por todos esos motivos, considero que mis hermanos me tienen un poco de celos, incluso envidia.

Las morenas preferimos a los rubios.Where stories live. Discover now