Capítulo 10

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24 años.

—Mi hijo acogió y alimentó a esos cachorros a mis espaldas, fue en contra de mis órdenes e impuso las suyas en la casita de la piscina. Cuando le dijimos que no queríamos una mascota, él hizo lo que estaba a su alcance para salirse con la suya. No le importó que el fétido olor a perro traspasaba cualquier pared y ambiente florido, matando los hermosos alcatraces de su madre debido a un perrito rabioso que no podía mantener su mierda para sí mismo. Puede que mi hijo sea demasiado altruista, pero jamás le ha gustado el olor a mierda y el tacto de ella, lo cual hizo que no limpiara la de esos perros callejeros. —Risas se dejan liberar por todos los que nos acompañan esta noche.

Justine, mi esposa, a mi derecha en su puesto en la mesa, me da un codazo y me mira con cara de "no lo hiciste". Me encojo de hombros y le doy una sonrisa listilla con la que afirma que, de hecho, lo hice y no sólo una vez. Mis padres no eran tolerantes a ningún tipo de animal.

— ¿Y por qué cuento esto? —Mi padre vuelve a acaparar la atención—. Bien, la razón es porque unos cachorros hicieron retoñar su lado noble desde niño, demostrado que él es pura caridad y alma blanca. A él siempre le ha encantado ayudar a los desamparados. Encuentra en toda oscuridad un interruptor.

»Mi único hijo y heredero —mi padre señala con su copa hacia mí. Automáticamente yo levanto el rostro—, del cual estoy tremendamente feliz, fue un rebelde en su infancia, pero el pasivo en su adolescencia. Estoy demasiado orgulloso de cada una de sus decisiones. Cada paso. Cada desafío que desarrollo contra mí. Me demostró que él es un luchador que va en frente de lo que creé correcto.

Los ojos de mi madre están cristalizados cuando la miro. Le guiño un ojo aparentado que no estoy nada intranquilo con el ser el centro de atención con una mentira. Ella niega con la cabeza con devoción y me avienta un beso desde su puesto en la cabecera a lado de su esposo.

Yo no soy valiente. Ni mucho menos voy sobre lo que creo correcto.

Soy alguien que va a favor de lo que todos esperan de él.

Justine da un apretón a mi mano y beso su dorso. Otra apariencia de admiración a mí esposa.

—Esta noche, señores —hace una pausa dramática para evaluar a todos los invitados—, pido que levanten sus copas por Justin y su mujer —todos los comensales obedecen—, muestren respeto a la siguiente generación Wallace. Felicítenlos por el próximo nacimiento de mi nieta —antes de que alguien pueda castañar su copa con la de alguien más, mi padre agrega—: que estoy seguro que no será la única debido a la pasión que derrocha esta pareja.

Los hombres que portan un traje y sus acompañantes femeninas que lucen vestidos de diseñador, brindan y luego dejan sus copas para aplaudirnos. Cuando terminó mi copa de champan apenas las esquinas de mis labios se alcanzan a elevar para fingir una sonrisa a todos los presentes que están afanados en darnos su respeto y admiración.

Me levanto de mi silla y le ofrezco la mano a Justine para que me acompañe. Ella asciende con mucho cuidado para no golpear su barriga hinchada en el filo de la mesa. Tiene la sonrisa más grande que en mucho tiempo no la vi usar. Está eufórica por esta presentación tan oficial característica de mi padre. A él se le facilitan esta clase de eventos y organizaciones, es de lo que ha vivido toda su vida. Nuestra boda fue perseguida por todos los medios para poder conseguir la exclusiva. Todas las celebridades del momento fueron invitadas y tuvimos una habitación repleta de regalos carísimos e innecesarios.

A la familia Wallace le gusta patrocinar distracciones para la gente adinerada y desfavorecida. Mis padres nunca han menospreciado a alguien por tener menos que nosotros. Siempre han pregonado que se trata como iguales a todos los que habitan el mundo siendo un ser vivo.

Las morenas preferimos a los rubios.Where stories live. Discover now