Capítulo 18

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Quisiera haberme quedado detenida justo en el lugar donde sentí sus labios por primera vez, justo en el lugar donde la lluvia caía a raudales, nuestras ropas majadas se pegaban a nuestros cuerpos y nuestros labios comprimidos haciendo un maravilloso primer beso. Creo que nunca me sentí tan completa o que incluso tenía una misión en la vida a parte de la egoísta. Pienso en ello y comprendo que ese día pudo haber sido diferente si hubiera tenido las agallas para ser algo distinto de correr a casa para refugiarme de nuevo en mis pensamientos de supremacía.

Pero este momento, justo ahora, compensa toda aquella batalla de arrepentimientos y me traía el por qué para nosotros nunca ha sido fácil.

Fácil hubiera sido no alejarme después de ese primer beso y reclamarme como su novia.

—Deja de hacer eso —traté de parecer seria en mi reprimenda pero fallé liberando mi carcajada.

—No, tú deja de quejarte cuando sé que te encanta —volvió con su misión de resoplar en mí lugar sensible: atrás de mi oreja. Me retorcí pero no lo alejé ni un poco, todavía quería estar acurrucada con él debajo de mis sabanas, con nuestros pies enredados, mi espalda apoyada en su pecho y su rostro enterrado en la comodidad de mi nuca; y lo que lo hacía más atractivo era la falta de ropa en nuestros cuerpos.

Sí, por nada del mundo cambiaría esto.

—No me encanta —hice el intento de sonar severa pero mi voz sonó desalentada por mi risa.

— ¿Por qué? A mí me encanta —y lo volvió a hacer.

—Si sigues haciendo eso harás que mojé la cama con pis —advertí tratando de esquivar sus intentos de hacerme retorcer de cosquillas.

— ¡Genial! Ahora estaremos a mano.

— ¿Qué? ¿Cómo que a mano? Yo nunca hice que mojaras la cama —reí cuando mi lucha fue en vana— Justin ¡basta! —no podía lograr por mucho tiempo que mi vejiga se mantuviera con todo el líquido dentro.

—No directamente, pero seguro mucho de lo que hacías me hacía mojar la cama — hablándome justo en el oído, bajó el tono de su voz a una provocativa, haciendo así que mi risa se apagará y hormigueo en mis partes más sensibles avivara.

Él notó el cambio de la temperatura de mi piel por la forma en que me miró.

Ya que no había pena, él podría hacer esos comentarios sugerentes y yo podría sonrojarme aún como colegiala, pero era seguro que no me avergonzaba abordar temas con dobles sentidos que antes sólo se tocaban por medio de e-mails que hacían que hiperventilara cuando los leía. Ahora éramos adultos que ya habíamos recorrido una lista de amantes. Y aunque me ponía enferma siquiera imaginarme a otra con él, yo debía reencontrarme con mi compostura y recordar que yo era su primera, que sí él sentía un mínimo de lo que yo sentía por él, seguro que sus antiguas acompañantes de cama no se comparaban conmigo.

— ¿Cómo qué hacía? —devolví con el mismo tono provocador. Tragó saliva lentamente pasando su lengua por la comisura de sus labios mientras con su dedo recorrió desde mi nuca hasta mi hombre.

Ladeé mi cabeza para mirarlo, su sonrisa lasciva me mostraba lo interesado que estaba en contarme todo acerca de sus pensamientos más sucios. —Un meneo —contestó hablando en susurro.

Fruncí mis cejas. — ¿Qué meneo? Yo no hago ningún meneo.

—Eres una sínica, amor —golpeé su hombre juguetonamente.

— ¿Yo? Por supuesto que no —dije inocentemente mordiéndome el labio. Su vista se dirigió justo a donde quería que fuera, terminando posándose en mi escote que cubría con la sabana mis pechos.

Las morenas preferimos a los rubios.Where stories live. Discover now