Capítulo 1

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Leyre siempre había cuestionado la forma en la que sus amigas vivían el sexo, tanto Zaida como Cyara apuntaban a lo intenso.

Ella no era así. O al menos eso se repetía una y otra vez para no caer en la tentación de Moleko.

"Pruébalo, hay posibilidades de que te guste... Y sino, una experiencia nueva nunca viene de más."

Las palabras de Cyara resonaban en su mente y se maldecía internamente por haberle hecho caso.

El club la abrumaba, tal vez por todas las personas que allí había, por la cargada tensión sexual en el ambiente... O por el Maestro de la cuarta sección, el que se había ofrecido voluntario para enseñarle el mundo del BDSM en primera mano.

Richard nunca le puso una mano encima hasta el momento, así se lo pidió el día que se conocieron. Él tampoco la presionó ni mucho menos, quería que fuera ella quien se lo pudiera, quien suplicase por su simple roce.

—Hemos iniciado año y con esto creo que podemos iniciar también algo nuevo. — propuso con una sonrisa maliciosa en los labios.

Un escalofrío recorrió la espalda de la jovencita, sus ojos lo miraban con curiosidad, porque muy a su pesar él había estado desarrollando eso. Cuanto más le explicaba, ella más quería saber.

—¿Me enseñarás algo nuevo? — preguntó en voz baja.

Él no respondió, si iba a empezar con disciplina lo harían de este modo. Aunque Leyre no había sido una chica desobediente, se limitaba a hacer lo que Richard le indicaba en cada momento.

¿Miedo?

Probablemente.

El dominante no quería que siguiera sus órdenes por miedo, quería que lo hiciera por voluntad propia sabiendo que eso le gustaba a él.

La tarea no era tan sencilla, la joven era bastante tímida con él y si la comunicación fallaba, fallaba todo.

Colocó una de sus manos en la espalda baja de Leyre, el tacto ardió en su piel lo que no estaba segura era de sí verdaderamente le gustaba esa sensación. No dijo nada, fue suficiente con la oscura mirada del dominante sobre ella. Él la guió fuera del club, pues el cuarto sector estos días estaba remodelado y de nada les serviría ir allí, el suave viento chocó con la piel de Leyre haciéndole soltar un jadeo.

—¿Tienes frío? — preguntó Richard al ver como los vellos de sus brazos se ponían de punta.

—Un poco.— confesó encogiéndose de hombros.

Él asintió ligeramente mientras sacaba su saco y le hacía vestírselo. Era un par de tallas más grande pero al menos no moriría congelada en el exterior.

—De todos modos, tengo pensado hacerte entrar en calor de otra forma. — susurró él.

Leyre tragó saliva con dificultad esperando que esa "otra forma" no fuera golpeándole el culo.

Había dicho miles de veces que el hombre de su vida no llevaría un látigo en la mano...

Richard ya se había ganado parte de su cariño, esperaba que no lo perdiera en un simple acto esa misma noche.

—¿Confías en mi? — cuestionó él cuando estaban frente a la gran casa que le pertenecía.

—Debería de decir que no. — murmuró por lo bajo —. Pero creo que si.

—La confianza es lo básico, lo esencial. — murmuró abriendo la puerta.

Leyre se sorprendió ante tanta oscuridad. Que el negro fuera el color de la cuarta sección no ayudaba demasiado.

—Está todo muy oscuro... — dijo avanzando a pasos muy cortos.

—Lo sé, te acostumbrarás... Es la principal peculiaridad de este sitio.

—¿Acaso tiene más?

—Ya las irás descubriendo sobre la marcha. — respondió con una sonrisa maliciosa en los labios.

La curiosidad no hacía más que aumentar en la chica, ahora empezaba a entender todas esas cosas de las que sus amigas hablaban. No le atraía usar ninguna de las cosas que colgaban de las paredes o del techo, ni siquiera de las estanterías que allí había. Non obstante, si le apetecía saber su uso o al menos su nombre.

Se sentía inexperta e inocente.

Si, había tenido sexo con su anterior novio pero nunca fue más que monótono. Él era muy tradicional, las posturas eran siempre las mismas... Ya ni siquiera se pasaba por su mente la idea de agregar juguetes sexuales, privar los sentidos, estimular de formas poco comunes...

Una relación con un amo era de todo menos monótona. Una sonrisa amenazó con dibujarse en sus labios al recordar los juegos que los novios de sus amigas hacían con ellas. O bueno "juegos", porque a Leyre le parecían un método de tortura, llevar un consolador durante una cena debía de ser de todo menos cómodo. Aunque bueno, estaba casi segura de que eso no le hacía justicia a lo que vino después...

—¿Qué es esto? — preguntó ella señalando con su dedo índice lo que parecía ser un collar de color negro con una pelota de goma en medio.

—Una mordaza. — se limitó a decir—. A veces, en la cama, las palabras sobran. Eso te impide hablar, va sujeto a tu cabeza mientras que la bola queda en tu boca.

La joven sacudió su cabeza ante la imagen mental que se estaba haciendo.

—¿Y tantas cuerdas para que se usan?

—Para el shibari, es una técnica que requiere la total confianza en tu amo ya que tus extremidades estarán atadas e impedirán tu movimiento.

—Jodida mierda. — dijo arrugado su nariz—. ¿Cómo era el lema ese de los dominantes?

—Atar el cuerpo para liberar la mente.

Ese mismo, ya lo había escuchado cientos de veces y seguía sin encontrarle sentido. Y más si tenemos en cuenta que eso de atar el cuerpo era en sentido literal.

—Entre saber y entender, lo mejor es sentir. — dijo Richard ladeando su cabeza—. Basta de teoría por hoy, es momento de empezar con la práctica... ¿Lista para experimentar lo que es el doloroso placer?

Doloroso placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora