Capítulo 25

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Cyara chasqueó los dedos frente a su Leyre para llamar su atención, esta dejó de mover la cuchara dentro de su taza de café y soltó un suspiro.

—¿Y que diablos le dijiste cuando te confesó que también te amaba?— preguntó ladeando la cabeza—. Dime que le comiste la boca y ya estáis juntos para siempre...

—Le pregunté si alguna vez había tenido un perro de mascota.— confesó apenada.

—¿Qué hiciste que?— dijo dándose un facepalm—. Joder, Leyre, ¿no tenías algo mejor para decirle?

—Me puse nerviosa y me salió eso... Joder, él quedó mirándome con la misma cara que tienes tú ahora...

—Pues, ¿qué te esperabas?— preguntó poniendo los ojos en blanco—. No me puedo creer que no le dijeras algo bonito en ese momento...

—La filóloga eres tú, no yo.— murmuró cruzándose de brazos.

—Estás enamorada, por lo general cuando nos enamoramos nos hacemos más gilipollas, nos da por el sentimentalismo y lo romántico.

—¿Eso pusiste en tu examen de literatura?— cuestionó burlona.

—Si, con unas palabras más poéticas pero si.— respondió encogiéndose de hombros.

Ella rió mientras llevaba la taza de café a sus labios y daba un sorbo, estaba demasiado azucarado para su gusto pero no dijo nada al respecto. Cyara tarareó una canción mientras caminaba hasta la habitación de Layla, quien acababa de despertarse.

Alguien tocó la puerta un par de veces y Leyre se levantó resignada para ir a abrirla.

Estaba dispuesta a reclamar a quien fuese que venía a molestar tan temprano. Sin embargo, al ver de quien se trataba se limitó a callarse la boca.

—Buenos días, preciosa.— saludó sonriendo.

—Buenos días... No quiero sonar grosera pero, ¿que haces aquí?— cuestionó frunciendo ligeramente el ceño.

—Bueno... Ayer se me olvidó preguntarte si tú alguna vez habías tenido un perro.— dijo mordisqueando su labio inferior.

La chica se puso roja de la vergüenza mientras sacudía su cabeza, no debería de haberle dicho eso porque era obvio que él se lo echaría en cara más adelante.

—No me molestes con eso, estaba nerviosa y no supe que decir.— se defendió haciendo un puchero.

—Nena, no estaba molestándote.— aclaró al tiempo que estiraba su brazo para acariciar una de sus mejillas—. Me gustan los perros pero nunca antes tuve uno, pensé que podríamos tener uno los dos juntos.

—¿Qué?— cuestionó anonadada.

—Ven conmigo.— respondió tomando su mano y guiándola hasta su auto, Leyre quiso reclamar porque todavía seguía en pijama y sin peinar pero sabía que no valdría la pena hacerlo.

En los asientos traseros de su coche descansaba un pequeño perro de color negro.

Leyre se tapó la boca con las manos y evitó soltar un grito de la sorpresa.

—Es un perro.— murmuró impresionada.

—Si, nena, es un perro.— respondió con diversión.

—Oh, joder ... ¡Es un perro!— repitió sin poder creérselo todavía.

Richard rió sin poder evitarlo, envolvió el cuerpo de su chica con los brazos y besó su frente.

—Caray, no puedo tener un perro en casa...

—Se quedará en la mía, Leyre. No te preocupes por eso.— susurró mientras peinaba su cabello con sus dedos—. Nuestro primero hijo, ¿eh?

—¿Cómo que primero?— preguntó ella tragando saliva—. ¿Me estás diciendo que vas a querer tener un hijo conmigo? O sea, un hijo de carne y hueso, hecho por nosotros...

—Si, nena, si.— respondió con una sonrisa burlona—. Uno de esos.

La respiración de Leyre se cortó, no podía decirle semejante cosa y después quedarse como si nada. Acababa de admitir que quería tener un hijo con ella y lo hacía ver como algo normal.

Aprovechó su momento de distracción para dejar un suave beso en sus labios.

—Tengo miedo.— la voz de Leyre sale en un susurro tembloroso y débil.

—Yo también.— el murmullo que suelta Richard le eriza la voz.

El miedo era algo normal e incluso habitual en ocasiones como la que estaban a vivir. Su situación podría tener algo diferente a la de las demás relaciones pero aún así compartían el punto de temor al iniciar algo juntos, algo que podría hacerlos sentir la vulnerabilidad en primera persona.

Él no estaba dispuesto a darle alas y después no permitirle volar.

La acompañaría en su vuelo si o si.

—Anda, ve a vestirte y nos vamos a mi casa.— le dijo, con su cabeza señaló su casa—. Te espero, ¿va?

—¿Por qué no mejor me acompañas?

—Porque si entro contigo a tu habitación no vas a vestirte, tu pijama terminará en el suelo y no te permitiré ponerte más ropa.— susurró con sensualidad, la suficiente para que las piernas de Leyre temblaran—. Terminarás desnuda, sudando y gimiendo mi nombre...

—También tienes la opción de comportarte y calmar tus hormonas por unos segundos.

—No es una opción, nena.— chasqueó su lengua—. Pero entiendo si prefieres lo que yo te ofrezco, serías una chica lista con ganas de disfrutar los placeres que le brinda su... ¿Novio?

Ella alzó una ceja al escucharlo y Richard rodeó sus ojos.

—Ya sé que no te lo he pedido, pensé que era obvio.

—Me gusta lo tradicional.— se encogió de hombros mientras sonría.

—Señorita Leyre, ¿quieres ser mi novia?

—Uhm, debería de pensármelo.— murmuró burlona, el dominante puso cara de pocos amigos pero al ver que ella no era capaz de contener la risa suspiró con alivio—. Claro que quiero, señor azotes.

—¿Señor azotes?— preguntó alzando sus cejas.

—Oh, mierda, realmente lo dije en voz alta...

—Tendremos que trabajar con tus nervios, parece que tu lengua y tu cerebro no juegan en el mismo equipo.— rió, tomó su mano con la suya y la acercó a sus labios para dejar un beso en esta.

Doloroso placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora