Capítulo 27

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Y vaya que las tenía...

A ello se dedicó el resto de la tarde, a mantener su boca ocupada chupando diferentes partes del cuerpo de Leyre en donde se encontraban sus puntos más sensibles y en donde más placer le causaba.

—No puedo más...— dijo mientras se dejaba caer en la cama totalmente agotada.

—Nena, ¿ya te has cansado?— preguntó burlón mientras se dedicaba a acariciar su suelto y despeinado cabello.

—Mi cuerpo no puede con tanto...— confesó haciendo un puchero—. Ten compasión de mi, señor "me encanta la intenso".

—Veo que eres rápida en buscarme nuevos nombres eh...— rodeó los ojos divertido.

Una de sus manos se deslizó con lentitud por su piel dejando una caricia a su paso, Leyre se removió con su toque y dejó que un suspiro se escapara de sus labios.

El tacto del dominante se sentía ardiente en su piel pero no quería seguir moviéndose, no cuando sabía que no le favorecía en nada.

—¿Estás segura que tu cuerpo no puede con tacto?— preguntó cuando sus dedos alcanzaron su vulva—. Porque yo creo que está ansiando por más...

Separó sus húmedos pliegues con estos y jugó con su humedad durante el tiempo que a él le dio la mismísima gana.

Atrapó su labio inferior con sus dientes y observó a la joven que yacía en su cama, totalmente desnuda y tratando de ahogar los gemidos que tanto quería soltar por sus labios.

—Leyre, responde.— pidió mirándola a los ojos, ella negó con la cabeza de forma ligera y tragó saliva con dificultad.

—No puedo...

—Pero quieres...

—¡No, no quiero! Me volveré una ninfómana si me estás tocando todo el tiempo... Si, te deseo, pero eso no quiere decir que pueda tenerte cada jodido segundo del día.— dijo en un susurro apenas audible.

Richard chasqueó su lengua sabiendo que tenía razón, no quería que eso pasara pero si había ciertas cosas que iba a seguir haciendo.

Alejó sus dedos de su coño y los acercó a sus labios.

—Abre la boca, preciosa.— murmuró en voz baja, Leyre no necesitó que se lo pidiera dos veces porque en seguida lo hizo. Él empujó sus dedos dentro de su boca para que ella pudiera recoger con su lengua su propia humedad, degustando su propio sabor—. Bien hecho.

Ella sonrió pícara antes de mordisquear suavemente la yema de sus dedos.

Richard alzó una ceja ante su acción y se inclinó hasta que sus rostros quedaron a centímetros.

—Ni se te ocurra besarme, ya sabemos como terminan nuestros besos cuando ambos estamos acostados en una cama.

—Le quitas la diversión a la vida...— dijo mientras se subía encima de su cuerpo, sosteniendo su peso con sus propios brazos a ambos lados del cuerpo de Leyre—. Y a mi me gusta vivir la vida de una forma divertida.

Sin más que decir unió sus labios en un candente beso, sus lenguas también formaron parte de la acción e incluso ahogaron un par de suspiros en la boca del contrario. Estaban tan sumidos en esta acción que ni de cuenta se dieron que alguien estaba tocando la puerta de su habitación.

—¡Richard!— exclamó una voz masculina del otro lado, una que para Leyre era totalmente desconocida—. ¿Estás ahí..?

Y sin esperar una respuesta abrió la puerta, sorprendiéndolos a los dos. Las mejillas de Leyre ardiendo de la vergüenza mientras se tapaba por completo con la sábana. Richard bufó al tiempo que se apartaba de su novia y miraba a la persona que acababa de entrar.

—¡Oh, joder!— exclamó llevándose las manos a la boca—. He interrumpido un momento importante para los dos... Mejor me voy antes de también me golpees a mi también con el látigo.

—Que gracioso...— dijo Richard con su tono más sarcástico—. Lárgate antes de que te parta la cara, hermanito.

—Te estaré esperando en la sala... ¡A ti también, cuñada!

—Yashua, lárgate.— repitió señalando la puerta.

Él soltó a reír, giró sobre sus propios pies y salió de su habitación antes de que su hermano cumpliera con sus palabras.

Richard esperó a que su hermano estuviera lo suficientemente lejos para volver su vista a la chica que estaba envuelta en las sábanas.

—Hey, nena... Mírame.

Sus ojitos conectaron con los suyos e intentó no sentirse pequeña pero era tan complicado no hacerlo... Y más después de la incómoda situación que acababan de vivir hace tan sólo minutos.

—Tu hermano nos ha pillado en una situación comprometedora... ¡Diablos! Ni siquiera sabía que tenías un hermano, seguro que estará pensando barbaridades de mí y...

—Silencio.— la interrumpió—. Sueles hablar mucho cuando estás nerviosa y por lo general también dices cosas sin sentido.

—Tienes razón, lo siento...

—No, no lo hagas.— besó su frente antes de levantarse—. Mi hermano está esperándonos así que no le hagamos esperar, ese cabrón es el mejor chico que conocerás en tu vida, después de mi claramente.

—Ese ego, Camacho...

—Hablo en serio, nena.— rió al tiempo que se vestía—. Te molestará durante días por lo que vio, solo tienes que hacerle entender que no te importa lo más mínimo y entonces se olvidará.

—No puedo, me moriré de vergüenza con solo mirarlo a la cara.— se lamentó soltando un sonoro suspiro.

—No lo harás, estaré ahí contigo.— le recordó—. Si quieres puedes ducharte antes de bajar, tómate el tiempo que necesites.

Le guiñó un ojo antes de salir por la puerta de su habitación, tenía que aclarar un par de cosas con su hermano antes de presentarse.

—Es una chica preciosa, ¿no querrías compartirla conmigo?

—No.— respondió con seriedad—. Ella no es una sumisa más, es mi novia y ni tú ni nadie va a ponerle un dedo encima.

Yashua jadeó sorprendido ante las palabras de su hermano y miró en dirección a las escaleras, por donde bajaba Leyre.

Doloroso placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora