Capítulo 22

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Richard la llevó consigo a la casa que tenía fuera del club, le debía a su chica al menos veinte orgasmos pero no estaba seguro de que su cuerpo pudiera resistirlos. La chica había tenido amantes de mierda que con suerte le daban un orgasmo al día, iba a dejarla mal si llegaba él y le hacía tener veinte... Sin contar los que ya le regaló antes de salir de casa.

Se dedicó a deshacerse de su ropa, prenda por prenda, hasta dejarla completamente desnuda frente a sus ojos.

—Acuéstate.— le indicó señalando la cama con la mirada—. Y tócate.

—¿Qué?— preguntó acomodando su cuerpo en la cama.

—No repito las órdenes, preciosa.— le guiñó un ojo mientras él se deshacía de su propia ropa.

Leyre tragó saliva y se convenció a sí misma de que no debería de tener vergüenza, al fin y al cabo llevaba acostándose con él bastante tiempo y ya se sabía su cuerpo desnudo de memoria incluso con los ojos cerrados.

Chupó dos de sus dedos para lubricarlos y los llevó a su clítoris, estaba más que mojada por lo que fue sencilla la acción de acariciarse a sí misma.

Richard la contempló con la respiración entrecortada, su polla reclamaba por atención pero se convenció a sí mismo que no se la daría hasta estar dentro de ella.

—Presiona con más fuerza, Leyre.— ordenó—. Y abre más las piernas, quiero ver a la perfección tu mojado coño.

Ella gimoteó al tiempo que obedecía a ambas órdenes, sus caricias no hacían justicia a las del dominante pero se sentía cachonda de esa forma y con él comiéndola con la mirada.

Los ojos de este estaban puestos en como sus pequeños dedos acariciaban su botón de placer. Bajó la mirada por sus húmedos pliegues y se relamió los labios al ver su goteante entrada llamando por él.

Sin poder reprimir sus ganas se acercó a ella u la agarró de los tobillos para acercar su cuerpo al borde de la cama. De los labios de la chica se escapó un gemido por la inesperada acción, batió sus pestañas y lo miró con los ojos cristalizados por el placer.

—Te daré algo mejor.— susurró, su mano tomó la de la chica y llevó los dedos con los que se estaba tocando a su boca, la cálida y húmeda sensación la hizo soltar un nuevo gañido—. Eres tan dulce, preciosa...

Besó la yema de sus dedos para después soltarla. Llevó sus tobillos a sus hombros y alineó su polla en su entrada, embistió en su interior para que esta se deslizara con facilidad gracias a su excitación.

—Te sientes demasiado bien...— le hizo saber al tiempo que se movía dentro de ella—. Quiero que juntes tus muñecas y las sitúes encima de tu cabeza.

Ella hizo caso a su petición, a Richard se le dibujó una sonrisa en los labios al instante.

—No las mueves o azotaré tu culo todas las veces que a mi me dé la gana.— advirtió.

—Creo que me pongo más cachonda cuando me azotas el culo.— confesó entre jadeos.

A pesar de que Richard ya lo sabía, pues su cuerpo no le mentía, la confesión lo tomó por sorpresa ya que Leyre solía avergonzarse de este tipo de cosas. Estaba empezando a descubrir que cuando estaba cachonda era más sincera y que no se avergonzaba de decir lo que quería o sentía.

—Lo sé, preciosa.— dijo mientras atrapaba uno de sus pezones con sus dedos y lo pellizcaba, al mismo tiempo embistió con fuerza en su interior llegando a tocar el punto dulce de su chica.

Ella gimió entre quejas, sentir su polla golpeando en lo más fondo de ella le causaba más que placer pero la forma en la que pellizcaba sus pezones le dolía.

—Doloroso placer.— le recordó Richard antes de atacar su boca.

Derramó saliva con ese beso y aunque al principio se sentía avergonzada, pronto se calentó todavía más.

"El buen sexo es sucio, si no es así entonces aléjate y busca a alguien que te folle de la forma correcta."

Eso había dicho Cyara en alguna conversación informal que tuvieron un día mientras desayunaban, Leyre no quería saber cómo era el sexo que ella tenía con su novio pues nunca catalogaría el sexo como "sucio". Ahora lo entendía todo.

—Oh joder...— gimió alto cuando todo su cuerpo ardió, su abdomen se contraía en clara señal de que se correría pronto.

—Mi nombre, bonita... Gime mi nombre.

Y lo hizo, gimió o tal vez lo gritó.

Richard prolongó su orgasmo masajeando su clítoris y mordisqueando sus pezones, suficiente para que su acompañante temblara y se corriera en un squirt.

Salió de ella y la atrajo a su cuerpo, sin permitirle siquiera recuperarse de su intenso orgasmo.

—Chupa.— ordenó con dureza.

Leyre envolvió su polla con una mano y la llevó a su boca, sin importarle siquiera que estuviera mojada por sus propios fluidos. Chupó esta con ansias y como si la vida se le fuera en ello.

—Ya, nena, ya...— advirtió Richard mientras empujaba su cabeza hacia él, no se dio el placer de cerrar sus ojos cuando se corrió por el simple hecho de no querer despegar la mirada de la joven.

Ella tragó su semen y dejó que el dominante acariciara su labio inferior con su pulgar recogiendo las pequeñas gotas de sus fluidos mezclados con la saliva para después adentrarlo en su boca y mandarle chuparlo.

—Joder me siento...

—Como digas una palabra estúpida que yo no quiero oír...— empezó diciendo Richard.

—¡Pero es la verdad!— exclamó—. Me siento una guarra, sucia y asquerosa... ¿Que importa que me hayas dejado con las piernas temblando?

—Nena, los mejores orgasmos son a consecuencia del sexo sucio así que date el placer de disfrutarlos.— dijo tomando su rostro con sus manos—. Deja de lado la puta moral, lo que crees correcto o mejor dicho, lo que la sociedad cree correcto.

Doloroso placerWhere stories live. Discover now