Capítulo 26

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Horus estaba corriendo de un lado a otro sin parar, de vez en cuando soltaba ladridos o gruñidos sin sentido alguno. Se le notaba tan feliz como a sus dueños.

—Parece que alguien está contento...— dijo Leyre mientras se sentaba en las piernas de su novio, él alzó una ceja ante sus palabras.

—¿Ah, si?— preguntó al tiempo que llevaba sus manos a las nalgas de ella y la acercaba más a su cuerpo.

—El perro.— aclaró desviando la mirada a este, él movió su cola con alegría para después dar una vuelta sobre sí mismo.

—Claro... Horus está muy contento porque su papá y su mamá están a punto de hacer el amor.— susurró antes de acercar su rostro al de Leyre para tomar sus labios con los suyos.

Ella sonrió sobre su boca pero continuó el beso de la misma forma que él se lo estaba dando, sus manos habían viajado a su rubio cabello para enredarse en este.

Richard le había comentado que tenía ganas de volver a teñírselo, solía hacerlo al menos tres o cuatro veces al año.

—¿Vamos a hacer el amor?— preguntó rozando su nariz con la del dominante.

—Si, preciosa, vas a desnudarte y después me montarás.— le guiñó un ojo y acto seguido dio una palmada en su trasero.

Ella rió negando con la cabeza, sin duda alguna las manos de Richard y su culo se llevaban bastante bien, tal vez era la costumbre pero se habían adaptado de maravilla.

—No podemos, nuestro hijo perruno nos está mirando.— murmuró haciendo un puchero fingido.

—Nena, él no se dará ni cuenta.— respondió sonriente—. Además, ¿realmente quieres desobedecerme?

Ella pasó saliva por su garganta mientras negaba con la cabeza, las veces que había desobedecido no le había favorecido después... Los castigos no eran bienvenidos.

Richard podía ser un amor en todos los aspectos de la vida pero no tenía ningún problema cuando le tocaba poner la mano dura.

Por la mente de Leyre se pasó aquel castigo en medio de la calle cuando ya era de noche, ese día se había sentido indefensa y vulnerable, como nunca nadie le había hecho sentir jamás. Non obstante, no sintió miedo en ningún momento. Lo normal sería temer cuando alguien te inmoviliza contra una pared y te amordazaba para que nadie escuchara tus gritos... Pero sabía que con Richard nada malo le podría pasar.

Confiaba en él.

—No, señor.— respondió dando un ligero asentimiento—. No me apetece desobedecer en estos momentos.

—Has escogido la opción buena.— le dijo antes de relamerse los labios—. Levántate y deshazte de tu ropa.

Leyre se levantó de sus piernas y se desnudó frente a sus ojos, él se la comió con la mirada durante los segundos que ella tardó con la acción.

Richard se deshizo de su camisa y bajó la cremallera de su pantalón con lentitud.

—Déjamelo a mi.— murmuró Leyre dándole una mirada coqueta, bajó su pantalón y también su bóxer sin despegar la mirada de sus ojos—. Listo, guapo.

—Sienta tu culo aquí, nena.—demandó dando pequeñas palmadas en sus piernas.

Se acomodó encima de él, dejando sus piernas a ambos lados de su cuerpo y con su polla presionando en su húmedo coño.

El dominante la agarró del cuello y la atrajo hacia su boca para devorar sus labios una vez más, el fuego entre ambos no había hecho más que encenderse.

—Richard...— gimoteó contra su boca al sentirse tan necesitada por él, estaba húmeda, caliente y palpitante. Lo deseaba en todos los sentidos de la palabra.

—Lo sé, cariño... Solo álzate unos centímetros y prometo darte todo lo que quieres.— dijo con la voz ronca.

Leyre lo hizo y él aprovechó para hundirse en ella, llenándola por completo. Ambos dejaron escapar un suspiro al mismo tiempo, sus respiraciones se mezclaban y sus manos no habían dejado de tocar el cuerpo del contrario.

Los movimientos empezaron siendo lentos, no había prisa para terminar el acto, pero conforme pasaban los minutos también se aceleraba el ritmo. Richard clavó sus dedos en la firme piel de sus nalgas al tiempo que guiaba sus movimientos, también movía su pelvis para que el movimiento fuera el máximo y ambos pudieran disfrutarlo a tope.

—Richard, bésame, por favor...— suplicó cerrando sus ojos, él lo hizo sin siquiera pensarlo e invadió su boca con su lengua, una acción que tomó desprevenida a Leyre—. Dije que me besaras no que me comieras.

Le dieron ganas de reír, Leyre era única en todos los aspectos, ninguna mujer antes había protestado por un beso con lengua ni mucho menos le había hecho comentarios que lo hicieran reír mientras follaban.

Sus manos se anclaron en su cintura y la dejó acostada en el sofá, ella envolvió sus piernas en su cintura para que siguiera embistiendo en su interior sin problema alguno.

El orgasmo no tardó en llegar para ambos, no había sido algo nuevo para Leyre que todo se sintiera tan explosivo y ardiente... Así es como funcionaban las cosas con Richard.

Envolvió sus brazos en su cuello abrazándolo contra su pecho y dejó que sus respiraciones se calmaran o al menos que volvieran a la normalidad.

—¿Qué diablos?— cuestionó Leyre al sentir la lengua de Horus en uno de sus pies—. ¡Oye no!

—No chilles, muñeca.— dijo Richard riendo—. Amigo, tu mamá solo permite que sea yo quien le pase la lengua por su piel, lo siento.

Como si entendiera lo que le decía soltó un ladrido en su dirección y acto seguido salió corriendo en otra dirección.

—Ni se te ocurra chuparme un pie.

—Tengo mejores cosas que chupar.— susurró con picardía, Leyre se puso roja casi al instante y se odió por dejar que sus comentarios le afectaran tanto.

Doloroso placerWhere stories live. Discover now