Capítulo 14

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—Leyre, detén tu culo en este maldito instante.— dijo Richard caminando apresurado detrás de ella.

La chica pasó totalmente de él y siguió caminando como si nada, si seguía a ese paso llegaría a casa mucho antes de lo habitual. El maestro no se rindió y con correr solo un poco fue suficiente para alcanzarla.

—¿No entiendes el español o que pasa?— preguntó agarrándola por uno de sus brazos, ella forcejeó para soltarse pero Richard no hizo más que presionar el agarre—. Te estoy hablando.

—Suéltame y hablamos.— dijo con seriedad.

—¿Ya estamos otra vez con eso de dar órdenes?— preguntó burlón—. Yo doy las órdenes y tú te limitas a obedecer.

—Vete a la mierda.— espetó mirándolo a los ojos.

Richard quiso reírse pero en lugar de eso llevó su mano a su nuca y la acercó a su boca para unir sus labios en un fogoso beso, Leyre quiso quejarse pero se sus labios se escapó un jadeo.

—¿Realmente quieres me vaya a la mierda?— preguntó divertido antes de atrapar su labio inferior con sus dientes y deslizarlo por estes.

—Basta...— pidió cerrando los ojos.

—Vas a pensártelo mejor la próxima vez que quieras mandarme a la mierda.— susurró sobre sus labios.

Leyre no tenía ni la menor idea de lo que el maestro estaba queriendo decirle, este la empujó hasta el muro más cercano. Desató la bandana que llevaba en la muñeca y la ató en la boca de la chica, improvisando una mordaza.

—Shh, por mucho que te quejes no te estoy escuchando.— dijo mientras se encargaba de sacarle la ropa.

Leyre no se había visto nunca en una situación como aquella, estaba en medio de la calle, desnuda y amordazada. Y un hombre frente a ella la miraba de forma perversa al mismo tiempo que aprisionaba sus manos con su cinturón.

—Verás, preciosa... Esto se trata de un castigo.— susurró pellizcando sus pezones—. Tienes miedo pero aún así tu cuerpo reacciona como yo quiero que lo haga. No me sorprendería si al llevar una mano a tu coño te encuentro empapada.

Ella se removió cuando él deslizó su mano por su abdomen dispuesto a llevarla a su coño, sería humillante que la encontrara mojada.

—Insisto, no me sorprende.— murmuró burlón cuando sus dedos separaron sus húmedos pliegues, con lentitud los deslizó hasta su clítoris y pellizcó este fin la misma fuerza que había ejercido en sus pezones—. Mírate... Tan cachonda e indefensa, sería una pena dejarte así.

Sus labios se curvaron en una maliciosa sonrisa mientras su mano se situaba en su cuello y clavaba ligeramente sus dedos allí. Pasó su lengua por su mejilla de forma burlona y la observó durante segundos.

—Tenemos una conversación pendiente sobre todo lo que ha pasado el día de hoy, tanto lo del sector como la discusión con el maestro Colón.— dio un toque con su dedo índice en la punta de su nariz—. No te masturbes al llegar a casa, tus orgasmos ahora me pertenecen.

Le guiñó un ojo antes de liberar sus manos, la primera acción de la chica fue acariciarse las muñecas y el maestro se fijó en estas para ver que no había marcas y que el agarre no le había dolido tanto como ella dramatizaba. Se colocó el cinturón en el pantalón y caminó con la cabeza en alto en dirección al club, dejando a la chica sola una vez más.

Leyre se encargó de sacarse la maldita bandana de su boca y de vestirse lo más rápido posible, guardó la prenda en uno de sus bolsillos porque no era una de sus pertenencias y debería de devolverla.

Rompió a llorar, no por el castigo sino porque se sentía humillada. Se había calentado con tan poco... Su cuerpo la traicionaba cada vez que ese hombre se le acercaba.

—Hey nena, ¿que haces tan solita a estas horas?— preguntó de lejos un hombre cuya voz desconocía, lo que menos necesitaba ahora era que alguien la acosara—. ¿Acaso eres sorda?

Caminó más deprisa pero un golpe en seco la hizo voltearse, no había ningún hombre allí.

Sacudió su cabeza quitándose de la mente la idea de que estaba loca por imaginarse cosas que no eran, las la había escuchado con claridad su voz.

Al llegar a casa caminó de puntillas para no despertar a Cyara que se había quedado dormida en el sofá, llegó a la habitación y pudo deshacerse de toda su ropa para después darse un baño. Se sentía mal consigo mismo y su mente no hacía más que darle vueltas a todo lo que había pasado ese día.

Por una parte estaba el golpe que aquel aprendiz le había dado a su sumisa.

Por otra estaban los novios de sus mejores amigas.

Y por otra estaba lo que había pasado en la calle hace apenas minutos.

Leyre sabía que adentrarse en un mundo que no era el suyo no le convenía pero cuanto más veía, sabía y experimentaba, más le picaba la curiosidad.

Doloroso placerWhere stories live. Discover now