Capítulo 9

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No había duda en que las tardes de playa eran mágicas, pues entre los toques de sus dedos y los besos de sus labios habían hecho el día muy ameno. El sol pegando fuerte y las olas del mar chocando entre sí y con las rocas eran tan solo un extra.

Leyre recordó ese libro de amor romántico que se había leído hace tan solo unos días y le fue inevitable hacer una comparación entre la relación de los protagonistas a lo que estaba teniendo con Richard.

No era amor, ni siquiera se podía comparar con eso... Pero se sentía jodidamente bien con solo tenerlo cerca, en el momento que le ponía las manos encima ya le prendía fuego.

—¿Se puede saber en que estás pensando?— cuestionó Richard a sus espaldas, sus brazos rodearon su cintura y acarició con la yema de sus dedos su húmedo abdomen. Pequeñas gotas resbalaban por su piel después de pasarse horas en el mar.

Al principio solo eran ellos dos pero con el paso de los minutos se fueron uniendo las demás personas, o al menos la gran mayoría. Cyara había decidido quedarse en la arena con su hija, el vestido no se había despegado de su cuerpo en todo el día gracias a sus inseguridades con su cuerpo.

—Solo en todo lo que ha pasado el día de hoy.— dijo Leyre encogiéndose de hombros.

—Fue un buen día.— susurró pegando sus labios a su nuca—. Tal vez deberíamos de quedar más veces fuera del club.

—No descarto la idea.— respondió sonriente—. Ha sido un gusto pasar el día contigo, señor Camacho.

—¿Por qué me suena a una despedida?

—Tal vez porque lo es.— murmuró burlona.

Él rodó los ojos antes de girarla, tomó su rostro con sus manos y tras mirarla un par de segundos a los ojos decidió unir sus labios.

—Quiero verte mañana en el club.

—Soy una chica ocupada, tal vez no pueda.

—No he preguntado, he ordenado.— dijo frunciendo ligeramente el ceño.

—Eres un mandón.— se quejó antes de volver a besarlo, a pesar de que le gustaría seguir así todo lo que quedaba de día sabía que no debía, que ya iba siendo hora de despegarse de su boca—. Revisaré mi agenda para ver si puedo sacar un rato para ti.

Richard la miró con diversión en el momento que se separó de él para caminar en dirección opuesta, la vio recoger su vestido de la arena y ponérselo en su cuerpo. Este se pegó a su cuerpo gracias a la humedad y el dominante agradeció eso, su bikini se transparentaba incluso de lejos. Suficiente para que él se relamiera los labios mirándola.

—¿Te traigo un babero?— se burló Erick llegando al lado de Richard—. Ya estás peor que Christopher y Joel juntos...

—No me jodas, guapito.— murmuró negando con la cabeza.

—No te culpo, es una hermosura... A ver, Cyara también lo es, ¿crees que tenga otra amiga para que me presente a mi?— cuestionó el ojiverde.

—No, la otra amiga está saliendo con Alan.— respondió encogiéndose de hombros—. Aún así, tienes a todas las chicas del club a tus pies, no entiendo la necesidad de buscar a alguien más.

—Le quitas lo divertido a la vida.— se quejó.

Richard quiso reír, era el menos indicado para hablar. También tenía a cientos de chicas a su disposición, todas ellas eran perfectas sumisas que estaban dispuestas a entregarles cuerpo y mente en una simple práctica sexual. Y sin embargo, allí estaba jodiéndose la mente por la amiga de Cyara, la chica que hace no demasiado tiempo se burlaba del BDSM. La misma chica que se había dejado follar por él en dos ocasiones, que le había permitido masturbarla y quien también le enseñó más allá de sus miedos y fronteras.

¿Él se estaba encargando de llevar a la chica correcta al infierno por el camino del mal?

No, se estaba encargando de mostrarle su verdadero "yo", a descubrirse a sí misma sin importar la moral.

—Estamos fracasando como dueños del club, hemos abandonado el negocio durante todo el día.— se quejó Zabdiel mientras secaba su cuerpo con una de las toallas.

—Yo creo que lo que te arde a ti es no haber visto a Fiammenta en todo el día.— se burló Richard.

—Es la menor de mis preocupaciones.— espetó en su dirección antes de alejarse.

Richard alzó sus cejas antes de buscar con la mirada a sus compañeros.

—¿Y a este que cojones le pasa?— cuestionó.

—Las fantasías no duran para siempre.— respondió Christopher encogiéndose de hombros y ganándose una mala mirada por parte de su novia—. No te enojes, ángel... Solo digo la verdad.

—La verdad es una mierda así que puedes ahorrártela.— murmuró cargando a Layla en sus brazos, sin siquiera dedicarle una mirada a los demás presentes decidió retirarse de la playa.

Los únicos que quedaron allí se miraron entre sí antes de negar con la cabeza, no estaba siendo un buen día para nadie excepto para Richard.

Doloroso placerWhere stories live. Discover now