Capítulo 4

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Los recuerdos de la anterior noche la atormentaban, no es que la acción le disgustara sino todo lo contrario, le gustó tanto que no tendría problema en volver a repetirlo.

De solo imaginarlo sus vellos se ponían de punta y su entrepierna comenzaba a hormiguear.

—¿Vas a explicarme el motivo de por qué hoy estás tan intranquila?— preguntó Cyara cruzándose de brazos.

—No te lo sabría explicar.— confesó mientras caminaba por la cocina.

Su amiga la observó durante un par de minutos más, Leyre no hacía otra cosa más que moverse. Finalmente, tras soltar un suspiro se acercó a ella y puso sus manos en sus hombros.

—Relájate.— le aconsejó—. No hay nada de malo en que Richard te haya azotado el culo y que te gustara.

Sus mejillas se tornaron rojas de inmediato.

—¿Cómo diablos sabías que...?

—Yo pasé por eso antes que tú.— respondió guiñándole un ojo.

Leyre sacudió su cabeza, estaba dispuesta a refutar pero no iba a perder el tiempo en algo tan sencillo.

Su cuerpo y mente no jugaban en el mismo equipo.

Se centró en Cyara, llevaba un vestido flojo, pues había dejado de usar ropa apretada después del nacimiento de su hija. Sus labios brillaban gracias al brillo que le había echado hace horas, su cabello estaba recogido en un perfecto moño, el eyeliner  había quedado genial en ambos ojos y sus pestañas se veían más largas.

—¿Y tú arreglada desde tan temprano?

—Conoceré a la familia de Chris, dijo que pasaría por mí en media hora y...

—¿No conocías a su familia?— cuestiona anonadada—. Diablos, Cyara, tenéis una hija juntos.

—¿Y eso que tiene que ver?

—Que sería lo más normal...— murmuró como si fuera obvio–. Pero bueno, en vuestra relación nada es normal así que...

—¡Leyre!— chilló Cyara haciendo un puchero con sus labios—. No me estás ayudando demasiado.

—Lo sé.— murmuró divertida—. Ellos te adorarán, no tienes de que preocuparte.

—Bien, Richard también te adora a ti así que no te calientes la cabeza.

Ella bufó, no estaba demasiado de acuerdo con esa opinión pero de nada le serviría llevarle la contraria.

—El club hoy abre temprano así que puedes ir.

—No, anoche tuve suficiente.

—No te mientas, jamás tendrás suficiente de ese hombre.— dijo soltando una risa.

A Leyre le jodía admitir que tenía razón, Richard no solo le atraía sino que despertaba mucho deseo sexual en ella. Con tan solo mirarlo sus hormonas se alteraban, causaba estragos en ella.

Pasarse el día completamente sola fue una tortura, consiguió tomar algún que otro libro de la biblioteca de su amiga y empezó a leer el que más le había llamado la atención. Probablemente se tratara de un cliché mal narrado pero en el fondo le gustó.

Comparar los libros con la vida real era algo muy típico de las lectoras. Eso solo conllevaba a que la realidad era una mierda y los libros también, al fin y al cabo ningún personaje ficticio existía y eso se debía a que los escritores le aportaban la apariencia y las cualidades necesarias para atrapar a los lectores. Después de eso solo quedaba la desilusión, las personas no están hechas para eso. Las personas solo se preocupaban por sí mismas.

Cuando eran las ocho de la tarde, se vio a sí misma caminando por las calles en dirección al club CNCO, sin importarle que su cabello no estuviera peinado o que llevara puestos unos jeans viejos. De todos modos, en aquel lugar solían prescindir de la ropa...

No había demasiada gente por lo que le fue fácil caminar hasta la barra donde varias chicas estaban sirviendo.

—Hola, linda.— saludó Fiammenta acercándose a ella—. ¿Buscas al maestro Camacho?

—Yo... No lo sé.— confesó—. Mis pies me trajeron hasta aquí.

—Dicen que una siempre vuelve a donde es feliz.— murmuró ella sonriente.

—O tal vez a donde le dan los mejores orgasmos.— dijo Richard a sus espaldas.

Fiammenta desvió la mirada a él y le regaló una sonrisa antes de retirarse para dejarlos a solas.

—¿No vas a saludar, preciosa?

—Hola.— respondió encogiéndose de hombros.

—Deja, ya lo hago yo por ti.— dijo antes de tomar su rostro con sus manos y plantar un beso en sus labios—. Hola a ti también, nena.

Sus mejillas se sonrojaron, tal vez por la acción, quizá por el apodo... O una extraña combinación de ambas cosas.

Entreabrió los labios dispuesta a hablar pero las palabras no eran capaces de salir de su boca, no cuando él la estaba mirando de una forma tan ardiente.

—Perdón por aparecerme así vestida.— dijo mirando a su alrededor, una gran mayoría de las personas vestía de forma adecuada, ella destacaba y no de la mejor forma a su parecer.

—Tienes razón, deberías de aparecerte desnuda.— susurró acariciando su cabello—. Lo hubiera disfrutado mucho más.

—No me refería a eso...

—Me consta, es divertido molestarte.— dijo antes de depositar un beso en su frente—. No tienes que disculparte por tu forma de vestir.

—Es que... Todos me miran.

—Porque eres preciosa, Leyre.— susurró—. Y a nadie le amarga un dulce.

La hizo girarse, quedando ahora detrás de ella. Echó su cabello hacia un lado para dejar parte de su cuello al descubierto, acercó sus labios y comenzó a besarlo con extrema lentitud.

—Vamos a darle eso que tanto ansían...

—¿Quienes?

—Las personas que te miran y tu cuerpo; que ha estado llamándome desde que te vi entrar al club.— susurró sobre su piel, una de sus manos se deslizó desde su cintura hasta meterse bajo su pantalón. Un jadeo escapó de sus labios al sentir sus dedos acariciándola sobre la fina tela de sus bragas—. Siento tu humedad, preciosa, y eso solo me está poniendo más cachondo.

Leyre cerró sus ojos, no se permitiría disfrutar de esto si estaba mirando a las personas que tenían su atención puesta en ellos.

Gimoteó cuando Richard apartó la tela e hizo contacto directo de sus dedos entre sus mojados pliegues, acarició estes durante segundos, disfrutando de su pálpito en la yema de sus dedos.

Su mente se liberó por completo cuando hizo fricción en su clítoris, y a pesar de que ansiaba mover sus caderas en busca de más, sabía que no debía. Ya no había pizca de vergüenza en ella, es como si ya no fuera dueña de su cuerpo ya que alguien más estaba haciendo maravillas en el.

Doloroso placerWhere stories live. Discover now