Capítulo 15

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Richard se acarició los nudillos de camino al club, estaban tornándose de color rojizo después del golpe que le acababa de propinar al chico que se encontró en la calle.

El maestro buscó con la mirada al menor del grupo, todavía tenía una conversación pendiente con él, al encontrárselo en la barra hablando animadamente con un joven aprendiz decidió acercarse.

—Disculpa.— le dijo al chico que estaba hablando, tomó a Erick por un brazo y lo arrastró consigo hasta una de las mesas más alejadas de la multitud.

—Oye, ¿qué te pasa?— cuestionó frunciendo ligeramente el ceño—. Estábamos hablando.

—Pues ahora vas a hablar conmigo.— dijo serio mientras le indicaba que se sentara en el sofá.

El ojiverde se cruzó de brazos mientras obedecí a su petición a regañadientes, él también era un dominante y por lo tanto le gustaba más dar órdenes que recibirlas.

—Ahora vas a explicarme que ha pasado con Leyre.— dijo apoyando sus manos en la mesa.

—No ha pasado nada.

—¿Ah no?— alzó una de sus cejas.

El menor puso los ojos en blanco antes de inclinarse ligeramente hacia delante.

—Tu chica tiene ideas muy equivocadas y yo no voy a permitir que arruine las relaciones de sus mejores amigas solo porque haya visto cosas que a su parecer no son correctas.

—¿Ella sabe que...?

—Ella ha visto a Christopher y Alan hablar, solo eso.— aseguró.

Richard asintió mientras se metía las manos en los bolsillos y buscaba con la mirada algo o alguien en el club.

—Se han ido.— aseguró él levantándose—. ¿Y yo me puedo ir también o aún tenemos que seguir hablando?

—Vete antes de que te patee el culo.

Se le escapó una suave risa de los labios cuando se pasó por el lado del maestro de la cuarta sección, sin decir nada más volvió al lugar en el que estaba anteriormente y continuó la conversación que había dejado pendiente como si nada.

Richard se limitó a resolver los últimos asuntos de esa noche en el club y tras asegurarse de que todo estaba bien y de que quedarían dos de los cinco dueños allí, decidió irse a casa a descansar. Para él también había sido un día muy largo, no le había gustado para nada el accidente que había tenido lugar en su sección y más frente a los ojos de Leyre, tampoco le había gustado la mirada que le dio antes de abandonar el club ni mucho menos cuando bramó que se podía ir a la mierda.

El maestro dejó escapar un suspiro antes de irse directo al dormitorio, no era bueno para él pensar tanto en esa jovencita o de lo contrario terminaría dándole dolores de cabeza.

Sin embargo, dormir no le benefició en nada ya que hasta en sus sueños estaba Leyre. Y que sueños...

Richard se maldijo a sí mismo cuando en el despertar del siguiente su cuerpo estaba sudado y una erección matutina le daba la bienvenida, teniéndolo ya adolorido desde primera hora.

—Jodida mierda, preciosa.— dijo entre dientes—. No necesitaba tener sueños húmedos contigo, ya era suficiente con la realidad.

Se sacó la ropa de inmediato y caminó hasta la ducha, bien podría masturbarse para quitarse la calentura pero la situación no valía la pena a su forma de pensar.

Dejó que el agua congelada cayera por su cuerpo, el ambiente no disipó la calentura de inmediato sino que tardó varios minutos en hacerlo. Su mente se quedó en blanco por unos cuantos segundos y en cierto modo lo agradeció, no necesitaba líos desde tan temprano.

Media hora más tarde ya se encontraba completamente vestido y listo para irse, miró la hora en su teléfono y caminó hasta su coche. No iría ya mismo al club, sabía que allí ya había gente que se ocuparía del negocio. Su mente tenía unos planes muy diferentes.

Diferentes y contradictorios.

Decía no querer pensar en ella y, sin embargo, allí estaba conduciendo hasta su casa para poder tener esa conversación que habían dejado pendiente.

Al llegar bajó con toda la elegancia del mundo y tocó la puerta de la misma forma, fue Cyara quien se encargó de abrir la puerta.

—Buenos días, ¿y tú por aquí?

—Podría hacerte la misma pregunta.— respondió burlón.

Ella rió negando con la cabeza y se hizo a un lado para dejarlo pasar. El maestro caminó por el lugar como si fuera su propia casa y se dejó caer en el sofá poniéndose cómodo.

—Leyre todavía está dormida, ¿quieres que vaya a despertarla?— preguntó ladeando la cabeza.

—No, me gustaría hacerlo yo.— mordió su labio inferior.

—Si vais a follar solo pido que seáis silenciosos, mi hija también está dormida.— murmuró haciendo una mueca.

—No despertaré a Layla y tú tampoco te enterarás.— besó su mejilla y caminó en dirección a la puerta de la habitación de Leyre, abrió esta para después andar hasta la cama y observarla durante unos minutos dormir—. Buenos días, preciosa.

Se inclinó para dejar un húmedo beso en su cuello, Leyre se retorció en la cama mientras fruncía el ceño y cuando abrió los ojos le hubiera gustado seguir soñando.

—Ay no.— murmuró volviendo a cerrar los ojos—. Ya tuve suficiente contigo toda la noche.

—¿Soñaste conmigo?

—Si, tuve pesadillas.— respondió soltando un bufido.

Richard puso los ojos en blanco mientras se encargaba de quitarle las sábanas de encima, Leyre se quejó mirándolo. No quería ponerse a discutir desde tan temprano pero definitivamente no estaban siendo "buenos días".

Doloroso placerWhere stories live. Discover now