Capítulo 11

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Leyre cumplió los deseos del maestro al volver al club, no terminaba de aclarar sus ideas pero si sus fantasías. Todas y cada una de ellas llevaban el nombre de Richard.

Saludó a Fiammenta y ella le respondió sonriente. Leyre la miró detalladamente Antea de reparar en que estaba más guapa de lo habitual. La chica era hermosa, no era de cuerpo delgado ni nada en ella era plano, la tinta en su piel solo terminaba de darle el toque de exótica y cautivadora.

—¿Celebras algo esta noche?— preguntó Leyre sonriendo—. Porque te ves muy linda.

—Gracias.— murmuró agradecida—. Zabdiel y yo saldremos a cenar dentro de una hora.

—¿Hablamos de comida o de qué os vais a comer el uno al otro?— bromeó.

—Ambas cosas, pero creo que eso ya lo sabías.— alzó sus cejas, Leyre asintió mientras reía. No era de extrañar—. ¿De verdad crees que me veo bien? Todavía estoy a tiempo de ir a cambiarme de ropa.

La joven la miró una vez más, llevaba un vestido corto de color rojo que se ceñía a su cuerpo, los zapatos de tacón de color negro la hacían verse unos centímetros más alta de lo habitual.

—Te ves hermosa.— respondió con sinceridad.

Fiammenta sonrió aliviada y carraspeó cuando vio al maestro Camacho acercarse a la chica, ella entendió la referencia y se volteó para encontrárselo. Caminaba con paso firme, viéndose empoderado con cada paso que daba. Los bonotes de su camisa estaban desabrochados, dejando su torso al descubierto.

—No babees demasiado.— se burló Fiammenta al ver a Leyre con la boca abierta.

—Jodida mierda...— maldijo en un susurro apenas audible.

—¿Tus bragas ya están mojadas, preciosa?— preguntó el dominante con una sonrisa socarrona en el rostro.

El corazón de Leyre se saltó un latido al igual que sus pulmones se olvidaron de cumplir la función de respiración por unos instantes.

Su voz había sonado de una forma tan sensual que le había puesto los vellos de punta, sentía su corazón martillear contra sus costillas mientras que las palmas de sus manos sudaban ligeramente.

—No, señor.— se las apañó para que las palabras pudieran salir de sus labios.

—Mentir es malo.— le recordó alzando una ceja.

—Preguntar cosas que ya sabes también...

Richard rió antes de llevar una de sus manos a su nuca para atraerla hasta su cuerpo, sin decir ni una sola palabra le comió la boca. Saboreó de sus labios todo cuanto quiso, dominando el beso a su antojo. No era un secreto a voces que el hombre era un experto con la boca.

—¿Sabias que mentir puede llevarte a un castigo?— susurró contra su boca.

Leyre asintió ligeramente, como si verdaderamente le estuviera prestando atención a sus palabras. Era difícil concentrarse cuando su cálido aliento chocaba en su rostro, sus manos estaban en su cuerpo y sus ojos fijos en los suyos.

—Esa no era la respuesta correcta.— dijo chasqueando la lengua.

—Quise decir "si, señor".— murmuró antes de relamerse los labios—. Es que tu cercanía me pone nerviosa...

—¿Nerviosa o cachonda?— cuestionó burlón.

—Tal vez ambas.— admitió encogiéndose de hombros—. Pero ahora estábamos hablando del nerviosismo...

—En realidad, estábamos hablando de lo otro pero tú decidiste cambiar de tema.— se burló.

Leyre puso los ojos en blanco sin poder evitarlo, para él era tan normal hablar sin pelos en la lengua. Es como si no existiera ningún tipo de tabú y en cierto modo eso le agradaba. Richard era un hombre honesto que siempre decía lo que pensaba, muy directo.

—Señorita, creo que ya va siendo hora de que venga conmigo a la cuarta sección de CNCO.

—No.— respondió tajante.

—¿Disculpa?— cuestionó alzando una ceja.

—Quiero decir... Creo que no es una buena idea.— dijo por lo bajo—. Cyara salió traumada de la sección del maestro Vélez, no quiero salir con la misma impresión.

—¿Qué te hace pensar eso?— inquirió.

—Tan solo estás en una sección más baja, por lo tanto el nivel de sadomasoquismo es similar... A mi esto no me gusta.

—No lo has probado, no puedes decir que no te gusta algo que no has probado.

—Algo que duele no puede gustar...— refutó.

—Se llama doloroso placer.— pronunció despacio—. Y tal y como el nombre lo indica, es tan doloroso como placentero... ¿Estás segura de no querer probarlo, Leyre?

Ella tragó saliva sin poder despegar la mirada de él, no iba a fingir que sus palabras no había hecho efecto en su sistema porque estaría mintiendo. Si hace minutos estaba a cien ahora se encontraba a mil. Richard sabía que palabras y expresiones usar para calentarla.

La suave risa del chico llegó a sus oídos.

—¿Y ahora, preciosa, tus bragas están mojadas?— preguntó alzando sus cejas.

Doloroso placerWhere stories live. Discover now