Capítulo 24

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Richard no había dejado de pensar en la muchacha que tan mal lo traía últimamente. Se había dejado muy claro desde el principio que solo le mostraría cómo era el BDSM, no tendría más contacto con ella fuera del club y se limitaría a enseñar y hacerla disfrutar.

Pero esa promesa que se había hecho ya hacía demasiado que estaba rota.

Había tenido contacto con ella fuera del club y fuera del ámbito del BDSM: ir a la playa, cenar juntos, pasar a buscarla a su casa...

Y era más que obvio que lo suyo no solo era hacerse disfrutar el uno al otro en la cama, había algo más y si era amor estaba dispuesto a darle o bienvenida.

—Así que esto es lo que hace el amor, ¿eh?— se burló Erick tomando asiento frente a él—. ¿Dónde has dejado a tu novia, Camacho?

—Leyre no es mi novia.— aclaró.

—¿Y quien habló de Leyre?— lo molestó con una sonrisa burlona en los labios.

El dominante puso los ojos en blanco con fingida molestia, no era estúpido pero aún así seguía cayendo una y otra vez en sus juegos.

—Yo, yo hablé de ella, así que deja de joderme.— murmuró sacudiendo su cabeza.

—La única que te jode es ella, no yo.— alzó sus manos al aire mientras soltaba una pequeña risa.

Él negó con la cabeza y se rehusó a hablar más del tema, para su buena suerte pronto llegaron los demás chicos para compartir asiento con ellos. La conversación dio un giro y él se permitió dejar volar su imaginación, sabía que era de mala educación no prestarle atención a las palabras de sus amigos pero prefería mantener su mente ocupada con otros temas.

—Richard... ¿Tú que opinas?— llamó su atención Joel, él alzó la mirada y miró a sus amigos confuso y sin saber que responder—. Ay, gracias por prestarnos tanta atención.

—Lo siento, estaba distraído.— murmuró por lo bajo—. ¿Qué decíais?

—No importa.— dijo Christopher restándole importancia—. ¿Qué es lo que mantiene tu mente ocupado en estos momentos?

—El amor, chicos.— murmuró Erick divertido—. Es que la pregunta ofende.

—¿Por qué no te callas?— lo regañó Zabdiel—. Anda, Camacho, sabes que puedes contarnos.

—Leyre me confesó que me amaba.— admitió mordisqueando su labio inferior.

—Y tú le respondiste que también la amabas, ¿cierto?— dijo Joel alzando una de sus cejas.

—Eh... No exactamente.— murmuró apenado—. Me siento una mierda en estos momentos porque no soy capaz de aclararme.

—Si me dejas darte un consejo, no esperes a que se aleje de ti para que te des cuenta de que verdaderamente la amas.— opinó el maestro Vélez, hizo una breve pausa para chasquear su lengua y después continuar—. Ahí te joderá muchísimo más, créeme.

Hablar por experiencia propia tenía sus ventajas y una de ellas era aconsejar a sus amigos para no cometer el mismo error. Sabía lo mal que se sentía esa sensación y no era algo que a Richard le deseara nunca jamás.

Él soltó un suspiro para después seguir debatiéndose internamente que era lo que verdaderamente sentía.

¿Amor?

Quizá no era amor, tal vez era esa pequeña necesidad de sentir algo diferente. Algo que marcaría su vida en ese momento dado.

Definitivamente, quería a Leyre en su vida.

—Chicos... Mirad quien acaba de entrar al club.— dijo Erick sonriendo de oreja a oreja, sin siquiera disimular giraron todos para mirar en dirección a la entrada.

Parecía que era el primer día que entraban, pues estaba Alan con su brazo sobre los hombros de Zaida, Cyara sonreía de lado mientras bajaba la mirada y Leyre se guardaba las manos en los bolsillos de su chaqueta mientras miraba alrededor.

—¿No irás a hablar con tu mujer?— cuestionó Richard mirando a Christopher.

—¿Irás tú a hablar con la tuya?— lo retó con la mirada.

—¿Y si mejor vienen ellas a hablar con vosotros?— preguntó Joel con una sonrisa divertida en los labios.

Alzó una mano para indicarle a una de las camareras que se acercara, Marta fue rápida en caminar en su dirección con una bandeja en las manos y su sonrisa más coqueta en los labios.

—Ponnos lo de siempre.— dijo él guiñándole un ojo—. Y de paso podrías divertir un poco a los dos maestros aquí presentes, no están teniendo su mejor día.

—Si, señor.— respondió casi en un susurro antes de retirarse para ir a por sus bebidas.

—Le arrancarán las extensiones.— dijo Zabdiel mientras se levantaba—. Prefiero presenciar esto desde lejos, que os vaya bien.

Ambos sabían que no era una buena idea pero tampoco dijeron nada con respecto a eso.

Marta llegó para servirlos y tras dejar sus bebidas en la mesa comenzó la acción. Subió el diminuto vestido que no dejaba nada a la imaginación y se deshizo de sus bragas sin ningún pudor, Richard ni siquiera se molestó en mirarla porque estaba demasiado concentrado viendo a alguien más.

Pero Christopher si lo hizo, su mirada chocó con la de la sumisa durante segundos.

—¡Me cago en tu puta estampa!— gritó Cyara acercándose a él con pasos firmes y la cabeza en alto.

—Buenas noches, rubia.— la saludó Joel, pero lo único que se ganó fue una mala mirada por parte de ella.

Sin darle tiempo a reaccionar, se sentó en las piernas de su novio y juntó sus labios en un hambriento beso, Christopher se lo siguió gustoso al tiempo que dirigía sus manos a sus nalgas.

—Tenemos que hablar.— susurró él contra su boca.

—Cuando esta zorra se largue.— dijo mirando a la chica que tenía al lado.

—Me estás faltando al respecto...

—Oh, eso lo hiciste tú solita al meterte con un hombre que sabes que tiene novia.— respondió con una sonrisa sarcástica en los labios.

—Chicos, si me disculpan.— dijo Richard levantándose y dándole unos toques a Joel en el hombro para que también se levantara y los dejara a solas.

Caminó en dirección a Leyre y besó su mejilla con dulzura, ella sonrió ante su acción.

—¿Por qué no la miraste...? Ella está condenadamente buena y...

—Prefiero mirarte a ti, preciosa.

Ella sacudió su cabeza mientras fruncía ligeramente el ceño.

—No lo entiendo, tú amas eso... Ya sabes, que se desnuden frente a ti y esas cosas, es muy de tu estilo.

—Tal vez ame esas cosas, pero también te amo a ti.— confesó, haciendo que Leyre olvidara como se respiraba.

Doloroso placerWhere stories live. Discover now