Capítulo 17

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La conversación fluyó entre los dos, Leyre le explicó en voz baja las sospechas que tenía sobre los novios de sus mejores amigas y Richard estuvo allí para explicarle toda la situación.

—Preciosa, Christopher y Alan son amigos desde hace años.— le hizo saber—. Alan fue su aprendiz y, según tengo entendido, están trabajando para hacer una nueva sección en el club.

—¿Qué?— preguntó anonadada—. Se supone que CNCO solo sois vosotros...

—Y seguiremos siendo solo nosotros pero Alan tendrá su propio sector, será el cero, como una base antes de iniciar en lo que verdaderamente es el BDSM.— explicó.

—¿Zaida sabe sobre esto?

—No lo sé, pero no es cuestión nuestra el decírselo sino de su novio. Deja que ellos se preocupen por sus cosas.

Leyre suspiró mientras asentía, en el fondo le agradecía muchísimo a Richard por contarle estas cosas si no fuera por él seguiría pensando cosas que no eran ciertas sobre los novios de sus mejores amigas. Aún así, sabía que no todo en sus relaciones iba bien... Pero de eso se trataban las relaciones, ¿no? De poder superar también los altibajos.

Richard chasqueó los dedos frente a sus ojos haciendo que se alejara del subespacio en el que se encontraba.

—¿Te encuentras bien?— preguntó el dominante.

—Si, solo pensaba.— aclaró con una pequeña sonrisa en los labios.

—¿Está todo bien entre nosotros?

Ella asintió antes de que sus brazos envolvieran el cuerpo de Richard, dejó que su cabeza descansara en el pecho del chico y alzó la mirada para verlo.

—Tú nunca me harías daño, ¿verdad?

—Nunca.— aseguró.

Acarició el cabello de la chica antes de dejar un beso en sus labios, demostrando que sus palabras iban muy en serio.

Sabía que la pregunta era por lo que había pasado en su sector, pero él no se permitiría cometer un error de tal grado con Leyre. Nunca le haría daño intencionalmente, si marcaría su piel y también su alma pero nunca de una forma dolorosa.

El beso fue a más cuando sus lenguas chocaron, el dominante comenzó a meter sus manos bajo su ropa para tocar la piel de Leyre.

—¿Confías en mi?

—Debería de decir que no.— dijo ella relamiéndose los labios—. Pero para mi mala suerte si confío en ti.

—Es todo lo que necesitaba saber.— dijo levantándose y obligándole a ella a hacer lo mismo.

Con un hombre como Richard no sabía que es lo que vendría a continuación, con él se podría esperar cualquier tipo de cosas.

Entró en pánico cuando la sacó al balcón.

—Has dicho que confías en mí así que relájate.— susurró mientras deslizaba su pantalón por sus piernas y terminaba por sacárselo.

Una sonrisa se dibujó en sus labios al ver la ropa interior de color negro, se agachó para quedar a la altura de estas y tomó la prenda con sus dientes, alzó la mirada para verla a los ojos al tiempo que le quitaba las bragas de una forma tan peculiar.

—Richard...— jadeó desviando la mirada totalmente avergonzada.

—Quiero que me mires.— dijo acariciando sus piernas con la yema de sus dedos—. Separa tus piernas y no grites demasiado, todavía tengo una promesa que cumplir con Cyara.

—Los vecinos pueden vernos...

—Eso me importa entre cero y nada.

Leyre gimió frustrada al tiempo que separaba sus piernas, el frío viento se coló entre estas haciéndole apretar sus manos en la baranda del balcón.

Richard se inclinó tan solo un poco y rozó con su nariz con su vulva, haciéndola estremecer al instante. Seguido pasó su lengua por la zona más sensible de su cuerpo.

Sin poder evitarlo, Leyre llevó una de sus manos al cabello de Richard y enredó sus dedos en este, empujándolo más a ella.

Sus labios atraparon su clítoris haciéndola ver las estrellas en plena luz del día, sus manos acariciaban la cara interna de sus muslos haciendo más sensual la acción. Su lengua tocó una y otra vez sus puntos más deliciosos, Leyre intentaba no gemir de forma desvergonzaba por dos razones: no despertar a Layla, no llamar la atención de los vecinos.

Echó su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos con fuerza y separando los labios, los músculos se le tensaron de inmediato y todo a su alrededor se volvió a un segundo plano. Sus oídos dejaron de escuchar todo cuando el orgasmo atravesó su cuerpo, sus manos agarraron con más fuerza la baranda del balcón y sus piernas se volvieron pura gelatina.

—Decirte que estás exquisita sería un pecado, es más que eso.— susurró antes de volver a pasar su lengua por su centro húmedo y palpitante.

—No me encuentro bien.— admitió respirando agitada.

Richard rió ante su exagerada respuesta, era normal que estuviera aturdida y que después del orgasmo que había recibido no pudiera concentrarse en segundos.

Se levantó y cargó a la chica en sus brazos, besó sus labios mientras que la adentraba una vez más en la habitación.

—Todavía te debo un orgasmo.— susurró dejándola en la cama.

Doloroso placerUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum