Capítulo 16

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—¿Vas a levantarte o prefieres que sea yo quien lo haga?— preguntó el dominante mirándola con una expresión divertida en el rostro.

—No te atreverías...

Él alzó una ceja incrédulo.

¿Qué no se atrevería?
No necesitaba que se lo dijeran dos veces, no le gustaba nada que lo retaran o desafiaran, era más que obvio que él haría lo que fuera y sin necesidad de juegos de ese estilo.

Un chillido se escapó de los labios de Leyre cuando Richard la cargó en sus brazos sin ningún esfuerzo y caminó con ella hasta el baño, dejó que el agua de la ducha corriera y la situó justo debajo de esta, mojándola por completo.

—¡No tenías que hacerlo!— gritó echando su cabello mojado para atrás.

—Sshh, no grites... Nuestra sobrina está dormida.— dijo burlándose de la situación, le había prometido a Cyara que no despertaría a su hija pero controlar los gritos de Leyre se estaba haciendo complicado.

—Es tu culpa si se despierta...

—No soy yo el que está gritando.— respondió alzando sus cejas.

—Eres insoportable.

—Lo sé.— murmuró con una sonrisa socarrona en los labios—. Es parte de mi encanto.

La joven negó con la cabeza mientras se apartaba a un lado, no necesitaba que el agua siguiera cayendo encima de su cabeza y mojarla todavía más de lo que ya estaba.

—Mi pijama está empapado por tu culpa.— se quejó tomando la parte superior y despegándola de su cuerpo.

—Siempre puedes quitártelo.— sugirió para después relamerse los labios.

—No quiero que me veas desnuda.

—No es la primera vez que te veo sin ropa.— le recordó entornando sus ojos—. Pero para que dejes de joder te esperaré fuera.

—Fuera de la habitación.— recalcó la chica señalándolo con su dedo índice.

Richard no quiso quejarse, Leyre le quitaba lo divertido a la vida queriendo ser siempre tan perfecto en todos los sentidos. Él tan sólo quería más de ella, que se abriera consigo y no únicamente en el plano sexual del asunto.

Si es cierto que quería hacerle de todo, se notaba que ella no había tenido demasiadas experiencias sexuales antes y a él le gustaría enseñarle y hacerle descubrir nuevas cosas.

Diferentes formas de llevarla al cielo se pasaron por su mente en esos minutos que ella tardó en secarse, vestirse y salir.

—¿En que pensabas?— cuestionó Leyre al fijarse en el semblante serio del dominante, su mirada se encontraba perdida en algún interesante lugar del suelo.

—En como voy a comerte el coño dentro de un par de horas.— susurró relamiendo sus labios—. Y después te follaré contra esa pared de ahí, envolverás tus piernas en mi cintura y clavarás tus uñas en mi espalda mientras te hago venir como ninguno ha hecho antes.

—Detente.— murmuró sacudiendo su cabeza.

—¿Por qué, preciosa?— preguntó divertido—. Admite que te has imaginado la situación y te has puesto cachonda.

Leyre abrió ligeramente la boca al tiempo que el color rojo ascendía por sus mejillas.

—No admito cosas que no son ciertas.

Richard se inclinó hasta que sus narices se rozaron y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios.

—Aprenda a mentir.— susurró—. ¿No ves que tus pezones se han puesto erectos con solo oír mis palabras? Imagínate cuando los toque.

Negó con la cabeza al tiempo que posaba sus manos en su pecho para alejarlo de un empujón, el maestro rió por lo bajo ante su acción y se encogió de hombros.

Leyre no podía sentirse más avergonzada con este chico, cada cosa que hacía o decía tenía efectos en su cuerpo y, por supuesto, él notaba eso sin quiera mirarla.

—Si has venido solo para humillarme y reírte de mi quiero que te vayas en este jodido instante.

—No he venido para eso.

—Pues parece todo lo contrario.— dijo antes de entrar en su habitación y buscar algo que no le pertenecía a ella—. Esto es tuyo, lárgate.

Él frunció el ceño cuando su bandana le chocó en la cara, no se podía creer que ahora estuviera haciendo un escándalo por un pedazo de tela.

—Quédatela, así recordarás el día y el momento.— dijo mientras se la devolvía—. Ese castigo en medio de la calle, donde te desnudé, amordacé y luego te dejé con las ganas.

Ladeó su cabeza antes de que sus ojos buscaran algún lugar en específico dentro de aquella casa en la que había estado tan solo un par de veces.

—No tenías que recordar eso, estás haciendo lo mismo de siempre...

—No te equivoques, preciosa, yo he venido para tener una conversación contigo y a devolverte algo que no te di ayer.

—¿Y que se supone que no me diste ayer?

—Un orgasmo.

Leyre casi se atragantó con su propia saliva al oírlo, a veces odiaba que fuera tan directo con estos temas. Ella solía ser más bien reservada.

—No tienes que darme nada, mejor hablemos y así ya te vas.

El dominante chasqueó su lengua en desacuerdo, no podía creer que ella tuviera tantas ganas de echarlo fuera. Al fin y al cabo, ella era contra las sensaciones que estaba a sentir en su cuerpo.

—Te dejé muy claro que todos tus orgasmos me pertenecen, soy muy claro a la hora de hablar y de decir las cosas.— dijo metiendo sus manos en los bolsillos—. Y tú hoy vas a tener al menos dos orgasmos, tal y como te dije hace minutos, uno te lo daré con mi lengua y otro con mi polla.

La tensión sexual ya estaba en el ambiente, Richard sabía como calentar las cosas en cero coma.

Doloroso placerWhere stories live. Discover now