Capítulo 19

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Leyre dejó escapar un suspiro mirándose al espejo, Richard se encontraba vistiéndose mientras ella se secaba el cabello. No es que la ducha se hubiera vuelto incomoda ni mucho menos pero ambos sabían que algo no estaba bien.

Mordió su labio inferior mirándose indecisa, tras sacudir su cabeza tomó la iniciativa para empujarlo hasta la cama, este frunció el ceño confuso cuando su cuerpo chocó con el colchón.

—¿Qué pasa, preciosa?— cuestionó mirándola a los ojos—. Dudo que esto haya tenido una connotación sexual...

—Tú quieres que yo te hable de todo. Si me enojo, cual fue la causa. Si algo me molesta, si me genera angustia, si me siento confusa...

—Por mucho que te conozca, no siempre voy a saberlo todo. Si necesitas de mi presencia, dilo, no te quedes callada.— murmuró por lo bajo—. Yo solo quiero sinceridad, si deseas algo en la cama me lo dices y si necesitas algo fuera de ella también, yo voy a ser el mismo y voy a cumplirlo.

—Eres un amor...— admitió acuñando su rostro con sus manos—. Y es por eso que yo también quiero que seas sincero conmigo.

—No quiero que mi sinceridad te espante.— confiesa con una sonrisa apenada en los labios—. Soy un chico sincero en cuanto a lo que desea, quiere, y todo... Pero cuando involucra los sentimientos prefiero quedarme callado porque no sé como te lo tomarás tú.

—¿Sentimientos?

—Si, Leyre... Tú preguntaste si follaríamos en la ducha, y yo en esos momentos solo quería que tú emplearas el término "hacer el amor".— susurró pasando sus manos por el húmedo cabello de la chica—. Porque quiero hacerte el amor; en la ducha, en la cama, contra la pared... Me da igual en donde, pero quiero hacerlo.

Ella permaneció callada, en realidad no tenía ni la menor idea de cómo reaccionar con respecto a eso. Prefería mantenerse en silencio antes de soltar alguna estupidez de la que podría arrepentirse más tarde.

—Querías sinceridad, te estoy dando sinceridad.— dijo antes de dejar un suave beso en sus labios—. ¿Era mejor que no hubiera dicho nada?

—No, no lo era.— negó rápidamente—. Prefiero que seas sincero.

Él sonrió, a pesar de que era todo un experto leyendo a las personas se le estaba haciendo muy complicado leerla en estos momentos. Era una mujer muy expresiva, y a pesar de que amaba eso también hacía que se le dificultaran tareas como esta.

—¿Todavía quieres hacerme el amor?— preguntó tímidamente.

—Preciosa, siempre quiero hacerte el amor.— le guiñó un ojo—. Pero no quiero que nos pasemos el día en la ducha...

—No veo la necesidad de pasarnos el día en la ducha...

Richard rió negando con la cabeza, la inocencia de Leyre podría llegar a causarle ternura en ocasiones.

—La principal razón es por los fluidos corporales y el sudor, uno no queda como si nada después haber echado un buen polvo.

Sus mejillas arden y trata de desviar la mirada para no sentirse más avergonzada, pero el dominante es rápido en agarrar su rostro con una de sus manos y obligarla a sostenerle la mirada.

—¿Has entendido, preciosa?


—Si.

Él chasqueó su lengua al tiempo que llevaba su mano libre a sus nalgas y daba un pequeño azote en la piel de estas.

—¡Ay!— exclamó frunciendo ligeramente el ceño—. ¿Por qué has hecho eso?

—Porque no respondiste como debías, cariño.— murmuró encogiéndose de hombros.

Leyre rodeó sus ojos, a veces se le olvidaba que tan estricto podía llegar a ser con esas normas que no tenían sentido alguno para ella.

—Si, señor.— respondió tras soltar un suspiro.

Él sonrió para después dejar un beso en sus labios, se levantó de la cama y llevó consigo a la chica. Tomó una goma del pelo y la peinó con una trenza, sabía que no era el mejor haciendo peinados pero en eso de hacer trenzas ya tenía bastante práctica.

—¿Por qué una trenza?— cuestionó mirándose al espejo, recordaba que su madre se las hacía cuando iba en primaria pero desde entonces no había vuelto a trenzar su cabello.

—Está mejor de esta forma, es más cómodo tirar de él así.— rió por lo bajo—. Además, te favorece muchísimo.

—La última vez que llevé una trenza en el cabello tenía ocho años.— respondió sonriente—. Y para nada tenía la misma connotación, supongo que de aquella me veía adorable.

—Si con ocho años llevabas una trenza con una connotación sexual detrás deberíamos de preocuparnos.— admitió metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Si te sirve de consuelo, sigues viéndote adorable.

—Ay, basta, contigo no hago más que sonrojarme...— se quejó.

—Créeme que haces muchísimo más...— alzó las cejas divertido ganándose un golpe en el brazo por parte de Leyre, gesto que lo hizo reír todavía más—. Prometo que ya me callo.

Salieron de la habitación y caminaron hasta la sala para avisarle a Cyara de que saldrían. Esta no parecía de muy buen humor y Richard estaba casi seguro de que en parte era su culpa.

—Te pedí una sola cosa, hijo de puta.— dijo molesta—. Y no me hiciste puto caso.

—Verás, bonita...— empezó diciendo, la palma de la mano de Cyara impactó en su mejilla haciéndolo callar de inmediato.

—Ni verás ni hostias, Layla se ha despertado cuando te dejé muy claro que no hicieras ruido para despertarla.— dijo negando con la cabeza, sin decir nada más salió de la sala.

Leyre no sabía que decir al respecto, no solo había sido culpa del dominante pues ella había gemido de forma desvergonzada de la misma forma.

Richard miró en la dirección que se había ido la rubia e ignorando el ardor que sentía en la mejilla sacó su teléfono móvil para contactar con su amigo, sabía que lo que había hecho estuvo fatal pues él nunca pasaba por alto sus promesas, pero también era consciente de que el mal humor de Cyara no era solo por su culpa.

Desde hacía días que las cosas no estaban yendo bien y él no podía ver como una relación de caía frente a sus ojos, no cuando sabía mejor que nadie todo por lo que ellos pasaron, todas las dificultades que tuvieron que afrontar para mantener un equilibrio con sus vidas.

Doloroso placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora