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La mañana nos encontró enredados y satisfechos entre las sábanas de mi cama. Despertar y verte a mi lado como tantas otras mañanas del pasado fue algo que me costó asimilar. Nuestros cuerpos se habían conectado igual o incluso más que antes, la sensación de tu piel desnuda debajo mío, tus gemidos, ver tus cabellos rubios pegarse en tu cara empapados en transpiración... una completa obra de arte. El ser más hermoso y radiante que existe en la tierra, y por ese momento eras mío Jiminssi.

Me encontraba en paz, una calma tan perfecta en donde todo lo que podía hacer era observarte dormir pacíficamente en mis brazos. La luz del sol que se filtraba por la ventana me había despertado, y le agradecería a quien fuera responsable de crear este precioso escenario, Dios... el universo o quien sea... le agradecería que me haya dejado vivir este momento. Tenerte dormido sobre mi pecho, tan pero tan cerca mío que hasta podía contar las pequitas de tu cara, podía jugar a unir los lunares de tu cuerpo para crear constelaciones en tu piel.

Y aunque hubiera querido quedarme para siempre atrapado en ese efímero instante era imposible, porque todo pasa y la felicidad a veces es tan frágil que sólo un movimiento en falso basta para desmoronar todo... o al menos para empezar una cadena de eventos que nos llevarían al límite nuevamente.

Mi estómago había empezado a quejarse, tenía hambre y era algo inevitable, todas mis energías habían quedado desparramadas sobre la cama. Con cuidado me levanté, no quería despertarte Jiminssi, estabas tan hermoso con tus cabellos revueltos y la cara hinchada, eras la ternura personificada.

Cuando pude despegarme de vos, lo primero que hice fue correr al baño, la ducha se sintió épica y reparadora. Ya más fresco y despabilado me puse un pantalón de gimnasia cómodo y todavia sin camiseta me dirigí a la cocina, tenía que prepararte un desayuno acorde a la situación. Ibas a necesitar recargar fuerzas, y yo quería mimarte y consentirte.

De camino me encontré con una imagen que no me esperaba, Yeri estaba entrando al departamento, todavía vestida con su ambo de enfermería. Su cara no transmitía alegría ni ningún otro sentimiento positivo.

—¿Qué haces acá tan temprano?— pregunté sorprendido.

—¡Buen día Yeri! ¿cómo estás? ¡Yo bien gracias Jk por ser tan amable de preguntar!—

Dijo en tono sarcástico.

Me reí nervioso.

—Perdón... buen día Yeri. ¿Cómo estas?— repetí más calmado.

Suspiró profundo y apoyándose en el respaldo del sillón comenzó a hablar algo fastidiada.

—Mal... no pude terminar mi turno porque estuve a punto de desmayarme... me sentí toda la noche descompuesta, mareada, y cuando casi me caigo sobre un paciente me regañaron y me enviaron a casa— dijo casi sin respirar y yo sólo trataba de seguirle el ritmo de la conversación.

—Aparentemente estoy trabajando demasiadas horas seguidas así que me mandaron a descansar... Me van a cambiar de turno— rodó los ojos mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, en un típico berrinche que haría una nena de 3 años. Me dió un poquito de risa, pero me aguanté porque reirme podia causar en Yeri unas ganas imparables por desquitar toda su notable frustración conmigo.

Cuando se me pasó la tentación y comprendí lo que me estaba contando me preocupé genuinamente. Me acerqué y apoyando mis manos sobre sus hombros le pregunté si ya se sentía mejor.

—Si Jk... ya estoy bien... son unos exagerados. Me hicieron estar recostada como una hora, y cuando vieron que ya podía caminar sin tambalearme me dejaron venir— dijo esto ya un poco más relajada.

Miraculum *Kookmin* COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora