29 km/h

8.5K 569 1.3K
                                    

—Déjame pasar por casa de Minnie a por la cámara. La llevó ayer y no voy a tardar nada.

—Ni de coña. Ya te he dicho que hoy no sacas fotos —repite el kamikaze. Es un puto pesado (como yo, que le he insistido tres veces con lo mismo), porque no cede.

—¿Y quién las va a sacar? Es mi puto trabajo, kamikaze.

—Minnie. Ayer las sacó, ¿no? Pueden sobrevivir un día más sin ti, pero yo no. Te necesito en mi coche, ¿vale?

—¿Para qué me necesitas en el coche? —pregunto.

—Para ganar. Ayer quedé último.

Frunzo el ceño y le miro. Está conduciendo de camino al polígono, creo. Sé que vamos pronto, pero si vamos a cualquier otro lado, seguramente nos entretengamos. Y ya bastante nos hemos entretenido dándonos el lote en medio de la calle. Solo espero que mis padres no lo hayan visto.

—¿Por qué quedaste último? Siempre quedas en los primeros puestos.

—Porque estaba preocupado por ti —responde con tranquilidad. Le veo mucho más relajado después de la sesión de morreo y bueno, después de que le confesase encubiertamente que... sí, que yo también estoy coladita por él. Eso derivó en más besos, pero no hemos hablado realmente nada.

¿De verdad quiero estar soltera o quiero estar... así con él? Como antes, como ahora.

—¿Porque no respondía a tus mensajes o porque Minnie te dijo que estaba enferma?

—Por eso y por más cosas —admite—. Tu amiga me dijo que tenía que arreglar algo y pensé... pensé que te habías enamorado del escritor.

Sí, tiene que estar más relajado si me admite estas cosas con esa naturalidad.

—¿Porque follamos?

—Sí. —Ahora pone cara rara, y sé que no le gusta recordar eso, aunque ni siquiera lo haya visto. Supongo que se lo imagina—. El lunes pensé que estabas tan rara porque tú habías sentido lo mismo que yo, pero cuando el escritor me dijo eso... pensé que podía ser que lo hubieses sentido por él. Y me rayé.

—Llevabas razón.

—¿Con qué? —pregunta muy agudo. Su vista se desvía de la carretera para mirarme y ahí veo que está un poco asustado, así que me río.

Bueno, supongo que yo también estoy un poco más tranquila, aunque todavía tengo algo dentro que me pone nerviosa.

—Con lo del lunes. Y lo del domingo. No quería verte porque creía que así... iba a poder centrarme en lo que de verdad sentía.

—Y no funcionó —dice totalmente pagado de sí mismo.

—No funcionó porque eres un pesado y no puedo librarme de ti. Pero si hubiera podido, hubiese funcionado.

—No tengo intención de que te libres de mí, Rino. Y menos ahora.

—¿Qué quieres decir con eso?

«Menuda pregunta más estúpida, Haerin».

—Lo sabes, pero... ¿necesitas hablarlo?

Me conoce bien, desde luego. Pero si me conoce bien tiene que saber que no voy a serle sincera así de rápido. Más que nada porque todavía hay una parte de mí que me pide huir, fingir que no está pasando nada. Aunque cada vez sea más pequeña.

—¿El qué?

—Lo que tenemos, Rino —completa finalmente—. O lo que vamos a tener.

Ni siquiera ha dicho la palabra y ya suena grande, terrorífico, espantoso. Y como en ese momento el kamikaze estaciona en uno de los aparcamientos del polígono, creo que lo ve en mi cara.

Outlawed - jjk, knjWhere stories live. Discover now