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Apenas he desayunado, porque tengo el estómago revuelto. Podría pensar que es porque la regla siempre me deja el cuerpo hecho una puta mierda, pero sé que no es eso. Y no lo es, porque el problema no es de mi cuerpo, sino de mi cabeza.

Aunque me he despertado tranquila entre los brazos del kamikaze, no he tardado en volver a la realidad. En pensar qué pasó en el día de ayer (larguísimo) y en qué me toca hoy. Y como soy una auténtica cobarde y me acojono siempre que tengo que enfrentarme a mis problemas, me he empezado a agobiar. Porque he imaginado miles de escenarios posibles, miles de respuestas, y en todas Namjoon deja de ser mi amigo. Y eso... me duele. Quizá por eso siento que llevo un rato girando y girando sin parar y que ahora no soy capaz de estar estática sin sentir que todo me da vueltas.

El kamikaze ha intentado toda la mañana que todo vuelva a su sitio. Me ha abrazado más fuerte cuando lo necesitaba y me ha soltado cuando ha visto que me estaba agobiando. Luego ha ido a comprobar que no había nadie en la cocina y me ha llevado hasta allí y me ha hecho tour por toda su despensa para ver qué me apetecía comer. Y como le he dicho que no tenía hambre y pasa de mi culo cada vez que le digo algo de eso, ha sacado una caja de galletas idénticas a la que le robé y me ha vuelto a poner una tila. Parece su modus operandi cada vez que ve que me pasa algo, como si no supiese qué más hacer. Pero tengo que admitir que funciona y que puede que me conozca mejor que nadie si consigue que me tranquilice un poco. Una parte minúscula, pero lo hace.

De hecho, es perfectamente consciente de qué me pasa. Desde el principio. Porque aunque no dijo ni una palabra ni me preguntó, cuando después de comer la increíble cantidad de una galleta y la tila, fuimos a su cuarto y me puse la ropa limpia que ayer no encontré (según me ha dicho, la lavó y la guardó porque sabía que algún día la necesitaría), directamente me dijo que él me llevaba. Y aunque no me parecía buena idea por si Namjoon veía el Mercedes aparcado en la puerta o algo... accedí, porque me daba más miedo todavía ir sola, supongo. Eso sí, le dije que se quedase aparcado en el edificio de al lado. Por si acaso.

Y ahora... ahora estoy delante de la puerta de la que ha sido mi casa los dos últimos años. Sé que cuando entre voy a seguir viendo el sofá en el que Minnie tantas veces se quedó a dormir y en el que tantas otras me quedé yo frita viendo algún programa basura. Mi habitación con todas mis cosas y... mi amigo. Va a seguir siendo mi casa, pero sé que ya no puede serlo, igual que Namjoon tampoco va a poder ser mi compañero de piso. Por el bien de los dos. Así que quizá estoy tardando tanto en entrar porque sé que todo va a cambiar y yo... odio los cambios.

No sé ni siquiera de dónde saco la fuerza para teclear el código, porque desde luego que yo ahora me siento de todo menos valiente, pero lo hago. Y en cuanto lo hago, la puerta se abre y... él está sentado en el sofá, con el ordenador en las piernas. Como siempre. Y, como siempre que estábamos bien, me mira de inmediato. Normalmente no se hubiese movido; me hubiera sonreído, habría seguido tecleando y habría preguntado qué tal el día. Pero hoy no. Hoy se apresura a quitar el ordenador de encima de sus piernas, y aunque sufro por la integridad del aparato, que parece que se va a volver a pegar una hostia contra el suelo (por suerte lo coge al vuelo a tiempo para dejarlo en el sofá a su lado), sufro mucho más cuando viene corriendo a mí —que me he quedado estática— y se queda parado a unos metros, como si le diese miedo acercarse.

—H-hola —murmura tartamudeando.

Cuando lo dice y me atrevo a mirarle a los ojos... veo que él también sabe que tenemos que hablar. Y que también tiene miedo. Quizá por eso está más torpe que de costumbre.

—H-hola, Nam —susurro con toda la entereza que puedo reunir (que no es mucha)—. Tenemos... tenemos que hablar.

—Lo sé —admite ahora—. ¿Estás bien? Eso es lo más importante.

Outlawed - jjk, knjWhere stories live. Discover now