39 km/h

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Estoy nerviosa. Muy nerviosa. Y sé que no debería porque le dije que confiaba en él y que tenía un 99% de posibilidades de ganar; vaya, que si tengo esa confianza no debería estar así. Pero lo estoy, tanto que parece que soy yo la que va a competir y no él.

Los demás, sentados en las gradas a mi lado, parecen mucho más tranquilos que yo. Minnie, que está en un sándwich entre su novio y yo (sobro bastante, la verdad), de vez en cuando me da toquecitos en el brazo y me alza las cejas, y no hace falta que me diga nada para que entienda que me está preguntando, más bien afirmando, que si estoy nerviosa.

«Pues claro que sí».

Encima no le vemos. Solo veo el circuito. Es el mismo en el que hemos entrado ilegalmente tantas veces, pero ahora impone más que cuando solo están los seis. Él está metido en una caseta con el resto de corredores y lo peor de todo, además de no verle, es saber que tiene que estar tan nervioso como yo. Si lleva así por lo menos dos días, no me imagino hoy.

—Tranquila, preciosa, lo va a hacer bien.

La mano de Jimin interrumpe mi mirada exhaustiva a la caseta en la que se encuentra el kamikaze (supongo que esperaba traspasarla con una potente visión láser que debo de acabar de desarrollar) cuando la posiciona en mi pierna, que parece que ha sufrido un fallo técnico porque no deja de moverse de arriba abajo sin descanso. Y solo con ese gesto, ha conseguido no solo que el movimiento pare, sino que le mire. Sonríe con confianza, así que eso será bueno.

—Está nervioso.

—Claro que lo está. Llevamos años viéndole correr y siempre está hecho un flan. Pero este año creo que tiene más confianza.

—¿Tú crees?

—Ha dicho que tiene un 99% de posibilidades. Normalmente dice que un veinte. Además, creo que se ha bañado en algo que huele como tú, porque soltaba un tufo... Ah, ¿es cosa tuya?

Lo pregunta alzando una ceja cuando ve que, inconscientemente, sonrío al pensar que ha acabado creyendo que tiene posibilidades.

—Claro que es cosa suya —aparece Minnie de la nada—. Le va a dar suerte, ya verás, Rinnie.

—¿Estáis hablando de Jungkookie? —Es Jin el que sale ahora de al lado de Jimin. Tiene una bolsa de patatas en la mano y mueve los carrillos porque está zampando. Cuando hemos entrado ha dicho que era porque le pone nervioso ver las carreras si él no compite y que necesita algo para distraerse, pero a ese ritmo cuando empiece la carrera de verdad no va a tener comida.

—¿De quién si no? —le pregunta Jimin, y su hyung le mira mal. Pero a él no le afecta, porque sonríe antes de girar ligeramente la cara en su dirección—. Haerin está nerviosa por Jungkookie, pero ya le hemos dicho que este año seguro que gana.

—Bueno, eso hemos dicho los anteriores...

—Muy consolador, Jin. Gracias por tu ayuda —suelto yo.

—¿Qué quieres, que te mienta? Ya sabes que ha perdido todos los anteriores. Pero mira, mejor para nosotros, porque sigue compitiendo en Outlawed. Si gana, dejará de hacerlo.

—Bueno, si gana, ya pensaremos en eso —le dice Jimin.

—¿Por eso no os presentáis vosotros? Para no dejar Outlawed.

Es una cosa a la que le llevo dando vueltas desde que descubrí que él era el único que se presentaba. Se lo pregunté hace un par de días y me dijo que el único que estaba obsesionado con la competición era él, pero no me explicó las causas. Y aunque a veces soy un poco cotilla, tampoco se las pregunté porque no me parecía cosa suya. Por eso ahora pregunto directamente a los afectados. Porque sí, todos están a mi alrededor en las gradas. Hasta Sally ha venido, aunque siempre me ha parecido que la morena no es partidaria de que mi novio gane; en ningún aspecto.

Outlawed - jjk, knjWhere stories live. Discover now