EXTRA LAP 1

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Diría que me estoy empezando a poner nerviosa, pero llevo así aproximadamente una semana. Solo nerviosa. Al borde de un ataque de ansiedad diría que una hora. Con una severa falta de aire y reteniendo las lágrimas... diez minutos.

«Venga, respira, Haerin, respira».

El problema es que no puedo hacerlo si miro lo que tengo delante, así que intento cerrar los ojos y centrarme en mi respiración. Inspirar. Espirar. Inspirar. Espirar. Inspirar...

«Suelta el aire, Haerin; no te ayuda a respirar retenerlo».

Lo suelto en una bocanada y abro los ojos sin quererlo para volver a encontrarme con la misma imagen frente a mí: ocho test de embarazo, todos y cada uno de ellos con dos putas rayas. O un más. Uno incluso me lo hace todavía más real diciéndome con exactitud cuánto tiempo llevo preñada: tres semanas. Tres. Putas. Semanas.

No, mirar a ese test de embarazo no me ayuda a relajarme; menos todavía a tranquilizarme.

Lo mismo es el pelo lo que me agobia. Está demasiado graso, demasiado suelto, demasiado todo. Por eso, en un intento por tranquilizarme un poco y dejar de ver las pruebas irrefutables, me meto en la ducha. Pongo el agua todo lo caliente que puedo porque eso me relaja, pero ni con esas. Porque cuando bajo la vista para ver mi tripa (inexistente todavía), sé que la causa de mi ansiedad está justo ahí, creciendo. Lleva haciéndolo tres semanas.

«Mierda, mierda, mierda, mierda. Mierda».

Salgo de la ducha. Ahora al menos tengo el pelo limpio y puedo ponerme una de las camisetas del kamikaze con mis bragas; así finjo que todo sigue como siempre. Pero no lo está, porque tiemblo. Tiemblo incluso aunque apoyo las manos en la encimera del baño mientras vuelvo a fijar la mirada en los test de embarazo. He comprado ocho porque el ocho siempre me ha gustado y pensaba que iba a ser el octavo el que me iba a desmentir lo que los demás ya me habían confirmado. También porque no he encontrado más tipos de test ni en las farmacias ni en el supermercado. Y eso que he preguntado, pero aparte de la negativa, me han dicho que tenían bastante eficiencia. Les ha faltado añadir que no comprase más, porque estaba jodida y seguiría estándolo con siete test más o sin ninguno.

Qué grandiosa idea la mía de hacerme un test de embarazo solo para «tranquilizarme». Tranquilísima estoy, sí.

«¿Y ahora qué?».

Me tiemblan hasta las piernas mientras sigo mirando las pruebas y pensando en qué coño hacer a continuación. Aparte de entrar en pánico; eso es lo único que tengo claro y lo único que estoy llevando a cabo como una persona adulta. O algo así.

Primera cosa que debería hacer: asumir la realidad. La tengo delante y no hay margen de error en ocho pruebas de embarazo distintas.

Vale, eso creo que puedo hacerlo.

Segunda cosa que debería hacer: contárselo al kamikaze.

No, para eso no estoy preparada.

Por un segundo, cuando mis manos dejan de temblar para recoger los test, creo que al fin me estoy comportando como una adulta funcional que se enfrenta a sus problemas. Lo que no tengo en cuenta es que lo que actúa es mi pánico, que recoge todas las pruebas para tirarlas a la basura del baño y... sí, así evitar hacer lo segundo que debería hacer. Sin prueba no hay delito ni confesión. Estupendo.

Tercera cosa que debería hacer: tomar una decisión.

Me siento en la tapa del váter y pienso. Pienso y pienso. O lo intento. Porque lo único que se me viene a la cabeza es que tengo a otra persona dentro. Una persona que depende de mí desde el mismo momento en el que se concibió y que dependerá siempre. Si nace.

Outlawed - jjk, knjWo Geschichten leben. Entdecke jetzt