𝒞𝓊𝒶𝓇𝑒𝓃𝓉𝒶 𝓎 𝒹𝑜𝓈

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𝔗𝔥𝔞𝔱'𝔰 𝔴𝔥𝔬 𝔰𝔥𝔢 𝔦𝔰

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𝔗𝔥𝔞𝔱'𝔰 𝔴𝔥𝔬 𝔰𝔥𝔢 𝔦𝔰

Omnisciente

AL DÍA SIGUIENTE, la familia desayunaba. Todos estaban ahí. Excepto Beth. De pronto, Timothée gritó, Emma se ahogó con la comida y Tom abrió la boca, por lo que el jugo le cayó en el regazo. Los demás voltearon y abrieron la boca. Beth había entrado al comedor. Su cabello ya había recuperado su forma habitual. Solo que en lugar de llevar su diadema negra, llevaba una blanca. Llevaba un vestido lila, medias blancas y botas negras.

Salem caminaba a detrás de ella, a varios metros de distancia, y la miraba con temor. Como si al estar muy cerca, la nueva versión de Beth se fuera a voltear y a asesinar.

La rubia se sentó.

—Beth... ¿tienes fiebre? —le dijo Tom, mientras le tocaba la frente.

—No —dijo la chica, mientras quitaba la mano de su hermano y se acomodaba un poco el cabello—. Estoy bien. ¿Por qué, Tom?

—Ahh... ¿por qué acabas de llamarme por mi nombre en lugar de llamarme imbécil?

—Lamento si alguna vez te hice sentir mal —le dijo Beth. Tom recorrió un poco más su silla, alejándose de Beth y acercándose a Emma, que lo abrazó de forma protectora.

—Si fuera tu, me iría al otro lado de la mesa —le susurró Emma.

—Yo al otro lado del mundo —les susurró Timothée.

—Venus, ¿todavía quieres a Merlina? —le preguntó Beth, mientras comenzaba a comer—. Si la quieres, te la deje en mi cama.

Venus la vio asustada.

—¡Mamá! ¡Beth me da miedo! —lloriqueó Venus, mientras se bajaba de la silla y corría hacia su madre.

—A todos, cariño, a todos —le susurró Narcissa, mientras abrazaba a Venus.

ℬ𝑒𝓉𝒽

—¡Es una locura! —dijo la señorita Stacy.

La mujer estaba en la mansión de los Black con Beth y los padres de esta.

—Es injusto —continuó diciendo—. Ya no se trata del periódico, No. No. Se trata de hombres incómodos por las mujeres, por la modernidad misma.

—Lo siento, no comprendo —dijo Narcissa.

—Sombreros para hombres. Un tema acuciante —dijo—. ¿Que sigue? ¿Una oda de cigarros? ¿Las mejores ceras para bigotes?

—¿Dice que el consejo ordena que escribir y que no? —dijo Narcissa.

—Es precisamente lo que esos vejetes decretaron —dijo. Madre e hija compartieron una mirada—. No Rachel, claro. Está escandalizada como yo, pero era clara minoría.

ℰ𝓁𝒾𝓏𝒶𝒷𝑒𝓉𝒽//𝒢𝒾𝓁𝒷𝑒𝓇𝓉 ℬ𝓁𝓎𝓉𝒽𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora