05.- Morir

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 2633.

05.- Morir

Marinette logró llegar a su casa sin derrumbarse, esquivó la mirada de sus padres y susurró que no tenía hambre antes de subir hasta su habitación. Se quitó los zapatos, soltó el bolso de manera descuidada y se recargó contra la pared bajo la ventana circular.

—Marinette... —susurró Tikki un buen rato después de llegar.

Su portadora llevaba casi una hora hecha un ovillo contra la pared, abrazándose las rodillas con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos y las puntas de sus dedos empezaban a tener una leve coloración violácea por la falta de circulación sanguínea. Tikki la conocía, sabía que Marinette a menudo reaccionaba de manera exagerada a cosas pequeñas, no sólo por inmadurez, sino que también por la presión desmesurada de todas sus obligaciones como mujer joven que estudia y trabaja y como Ladybug y guardiana de una caja de prodigios.

Tal vez fuera la propia Tikki quien más se había alegrado de que Marinette dejase ir a Adrien y eligiese a Luka, porque Luka siempre estaba ahí para ella. Se sentaba a su lado y la dejaba desahogarse, la escuchaba, incluso cuando lo que pronunciaba eran balbuceos en ráfagas sin sentido alguno. Él le sonreía, le acariciaba el pelo, le daba un afectuoso beso en la frente y, refugiándola en un abrazo, le susurraba que pronto estaría mejor, que no pasaba nada, que él estaba allí para ella y, Marinette, entonces parecía lograr deshacerse de la maraña de hilos invisibles que trataban de asfixiarla y quebrarla, se calmaba y asentía, como si con eso bastase para solucionarlo todo.

Tikki nunca había creído en aquello que los humanos llamaban "la fuerza del amor" que se suponía que podía con todo, no hasta que había visto a Luka y Marinette juntos. Gracias a ellos había comprendido que, aquella fuerza abstracta, se refería al apoyo incondicional hacia la persona a la que amas, sin egoísmo, sin esperar nada a cambio, sólo porque amas a esa persona y su felicidad es lo que más te importa del mundo.

—Marinette —insistió, pero su portadora ni se movió ni sollozó—. Sé que me estás escuchando.

Lo sabía por su respiración irregular, si alguna portadora la hubiese llamado su respiración sería regular y superficial, pero no era así, tampoco era profunda por lo que no dormía. Sencillamente la estaba ignorando y, aunque comprendía que estaba mal le dolía que lo hiciese.

—Marinette.

—Déjame, quiero estar sola —declaró con voz a penas audible.

Tikki suspiró. Se rindió. Decidió que lo mejor era dejarla luchar contra la maraña asfixiante. Se dijo que por la mañana estaría mucho mejor, que entonces volvería a intentar hablar con ella y podría ayudarla. La dejó allí ovillada contra la pared y se acurrucó en su lugar sobre la almohada dispuesta a recuperar fuerzas para escucharla y ayudarla por la mañana.

Los domingos el despertador no sonaba a menos que hubiese un ensayo o tuvieran algún plan, aún y así, Tikki abrió los ojos azules a la hora acostumbrada. Marinette no estaba a su lado y eso la sorprendió. Se asomó por el borde del cochón para encontrársela en la misma posición en la que la había dejado, aunque sus dedos ya no estaban tensos sobre sus rodillas. Estaba dormida, no necesitaba acercarse a ella para saberlo.

Deseó que el sueño la hiciera sentir mejor, que al abrir los ojos lo viera todo de otra manera, deseó que se obrase alguna suerte de milagro que lograse que, su portadora, se diera cuenta de que ella misma era una guardiana. Sin embargo, cuando Marinette abrió los ojos no se sentía mejor, al contrario, parecía a punto de romperse en pedazos como un vaso de cristal al caer al suelo.

Sous le ciel de ParisWhere stories live. Discover now