Capítulo 40

5 1 0
                                    

—Ione, sabes que respeto tus decisiones, pero no sé si esta es una de las mejores.

Bianca escuchó a Giles reírse entre dientes desde el asiento delantero mientras ponía el freno de mano, y Lydia le echó una mirada divertida por encima del hombro. Ione, por su parte, prácticamente ni la miró mientras se reaplicaba el pintalabios por tercera vez.

—Bianca, y tú sabes que te quiero, pero llevas diciéndome eso tres días y como lo escuche una sola vez más te voy a dar con un palo en la cabeza.

Ella apretó la mandíbula y miró por la ventana. Según se alejaban del centro de la ciudad, las casas se hacían cada vez más grandes, al igual que el espacio entre unas y otras. Killian parecía haber elegido el barrio más pijo de la ciudad.

Yo también lo haría si fuera una estrella, supongo.

—Aún no he hablado con Abel.

—Te he dicho mil veces que lo hicieras.

—El trato es que tú hablarías antes con Lewis.

—Y lo voy a hacer. Pero, primero, necesito una noche con amigos para despejarme la cabeza. Luego, hablaré con el ex que me ha estado engañando durante toda la relación. Estoy harta de estar llorando, y necesito esto para animarme a hablarle. Además, es una casa enorme, no te vas a encontrar con él si no quieres.

Por mucho que llevara repitiéndose eso mismo durante varios días, no aliviaba su ansiedad.

Le había estado mandando varios mensajes a Abel esos días. Nada raro, simplemente un "¿Qué tal estás?" u "Hola, ¿cómo va el álbum?". No había obtenido respuesta, y no se había atrevido a ir a buscarle o llamar para aclarar las cosas en toda la semana.

—¿Y si está con otra?

Hubo un bufido colectivo en el interior del pequeño coche.

—No va a estar con otra —Ione puso los ojos en blanco.

—Y, si lo está, espero que esta vez sí que me dejes darle una paliza.

Bianca frunció el ceño y no respondió a la amenaza de Giles. Si se lo encontraba con otra chica, nadie le iba a dar una paliza porque habría sido su culpa.

No paraba de darle vueltas a lo que Ione había dicho sobre que le estaba alejando por miedo. Y tenía toda la razón, pero quería arreglarlo en persona. Aunque, claro, una fiesta con decenas de personas no iba a ser el mejor lugar para hablar de eso, y Bianca no quería que se liara. Porque Abel era así, y ella tenía la sensación de que, si montaba una escenita, se iba a derrumbar.

Eran demasiadas cosas, demasiado caos. Sabía que lo que estaba haciendo era tan solo retrasar lo inevitable, pero creía que, si aguantaba un poco más, quizás el resto de cosas desechas en su vida se irían arreglando y podría soportarlo.

El vaso de agua que era su vida estaba casi lleno, y el rechazo de Abel no sería la última gota, sino el último chorro de agua en la cara.

Cuando por fin llegaron a la dirección que les había dicho Killian, no fue muy difícil saber que estaban en el lugar correcto. La calle estaba llena de coches y de gente gritando y riendo. Al ver la casa, Bianca sintió que entraba en un enorme cliché.

Era una casa blanca de dos pisos, y desde ahí podía ver que tendría muchas más habitaciones de las necesarias para una sola persona. Y todas y cada una de ellas tenían las luces encendidas, cada una en un color diferente, desde el naranja hasta el azul claro.

—La piscina os va a encantar —les dijo Ione, andando con pequeños saltitos a pesar de los tacones negros que llevaba.

Bianca no podía negar que se la veía mucho más contenta que en los días anteriores.

Sublimación (Evitación parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora