Capítulo 31

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Bianca se mordió la uña distraídamente mientras miraba la pantalla. Su hermano le había mandado el correo la tarde anterior, pero no se había atrevido a abrirlo hasta esa mañana.

No sabía cómo debería sentirse. No hay un manual de instrucciones, ni protocolo. No hay unas pautas para superar el duelo, y ella sabía que el suyo había sido complicado. No se había atrevido apenas a pensar en sus padres desde ese momento. Había cortado los lazos con todo su país, con todos los recuerdos, en un intento desesperado de paliar el dolor. De olvidar.

No se puede olvidar algo así, por supuesto.

Últimamente se sentía diferente. Cuando Ione y ella habían estado en la playa, dadas de la mano la tarde antes de volverse, había vuelto a pensar en ellos. Se había sentido culpable, porque apenas se había acordado en toda la semana. Pero también se había sentido bien, como si fuera un avance. Ella sabía que sus padres habrían querido que ella tuviera una vida feliz, que disfrutara por ellos.

Ahora, delante del precioso arreglo de lirios blancos y rosas que había comprado su hermano para ellos, se le hacía muy difícil pensar en que tenía que disfrutar. ¿Cómo iba a pasárselo bien, si lo único que recibían sus padres de la vida era un ridículamente caro tiesto con flores bonitas cada año? Y lo peor, si su propia hija ni siquiera había participado en ese dichoso regalo los últimos tres años.

Le había mandado un correo a David con una foto adjunta. Se había metido en una carpeta en su ordenador que llevaba meses sin abrir. Es más, llevaba casi un año sin tocarla. La carpeta con todas las fotos de sus padres. No había podido estar mucho porque la ansiedad se había abrazado a su pecho como una camisa de fuerza, pero sí lo suficiente como para adjuntar la imagen a un correo y decirle a su hermano que quería que la imprimiera y la pusiera con las flores.

Sus padres se lo habían pasado genial en ese viaje al parque de atracciones. No les había gustado nunca montar en atracciones, pero ese día habían convencido a los dos hermanos de hacer algo en familia por una vez, y David y ella habían aprovechado esa oportunidad para ir al parque. Y ellos habían aceptado de mil amores por estar con ellos. Para sorpresa de todos, se lo habían pasado genial. Mientras los dos hermanos corrían de atracción en atracción, ellos se habían comprado algodón de azúcar y granizado de colores, se habían hecho fotos en los puestecitos con las cabezas recortadas para meter la cara, y su padre le había conseguido un peluche a su madre jugando a los dardos. Sus padres habían dicho que, a partir de ese momento, ir al parque de atracciones iba a ser oficialmente una tradición familiar anual.

Bianca no había vuelto a poner un pie en uno.

Tragó con fuerza, cerró el portátil de golpe y le mandó un mensaje a David para que mirara el correo. Igual debería llamarle, pero no le apetecía pensar más en ello. No era el aniversario hasta mañana, y no quería pasarse más días de lo necesario sumida en la miseria. Se recordó que eso era lo que sus padres querrían.

Quizá no querrían que se pasara un día al año llorando encerrada en su habitación recordando su muerte, pero debían entenderlo. Ella intentaba ser feliz, pero necesitaba ese día.

Salió de la habitación y agradeció que Ione hubiera salido a hacer la compra. No quería que la viera llorando. Se secó las lágrimas y se sentó en el sofá, mirando a su alrededor un poco desubicada. No sabía qué podría hacer para distraerse. Ione había quedado esa tarde para hablar por fin con Lewis. Giles la había mandado un mensaje enorme muy enfadado esa mañana porque sus padres estaban haciendo de las suyas intentando impedir que Lydia se fuera, y él había tenido que ir corriendo a buscarla para ayudar. Abel llevaba desaparecido desde que volvieron, y lo único que había recibido era un WhatsApp diciendo que si realmente era necesario componer canciones para ser músico.

Sublimación (Evitación parte 2)Where stories live. Discover now