Prólogo

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Bianca no se creía lo que había logrado hacer.

Por fin, había superado los miedos que llevaban meses comiéndole la cabeza, sus inseguridades y su pasado. Lo había dejado todo atrás y finalmente se había lanzado de cabeza hacia la persona que llevaba tanto tiempo invadiendo su mente, y su corazón.

Sus labios eran, como siempre, suaves y calientes contra los de ella. Si algo sabía hacer Abel Hunt era besar, de eso no cabía duda.

Silbidos empezaron a sonar a su alrededor, y solo entonces fue realmente consciente de que estaban en medio de una fiesta, una fiesta en parte en honor al chico al que tenía abrazado como si le fuera la vida en ello. Su corazón se sentía hinchado de felicidad, por lo orgullosa que se sentía de lo que estaban consiguiendo esos chicos, por lo impresionante que era la persona que tenía entre sus brazos, por su propia valentía, y porque él también la estaba besando como si el mundo se fuera a acabar esa noche.

Demasiado pronto, él se separó de ella.

Sin embargo, no vio la mirada caliente y hambrienta que ya había visto antes en sus ojos verdes, que tanto deseaba volver a ver y sentir. De hecho, parecía que la estaba mirando con... ¿Dolor?

Pero antes siquiera de tener tiempo de preguntarle qué era lo que pasaba, antes de que su mente embriagada pudiera siquiera pensar que había metido la pata al lanzarse de aquella manera, un cuerpo se estampó contra ella, apartándoles en medio de la multitud y rodeándola como una lapa.

Ione.

-¡Dios mío, Bianca, no me puedo creer que acabes de hacer eso!

Olvidándose de todo, en su cara se abrió paso una enorme sonrisa, y se le escapó una carcajada.

-¡Yo tampoco me lo creo!

-Sinceramente, no sé qué decirte. Es una locura, sabes que es una locura, ¿verdad? -de repente su amiga se puso mortalmente seria- ¿Has pensado bien en esto? Porque sé que eres una persona intensa, y eso es maravilloso, pero no quiero que te vuelva a hacer daño porque me vería obligada a partirle las piernas, y creo que me denunciarían.

A su alrededor, la fiesta parecía seguir igual que antes, o incluso más animada. Trató de encontrar con la mirada a Abel, pero había demasiada gente. Creyó ver su característica melena roja, pero estaba muy lejos y de espaldas.

Bueno, daba igual. Tenían tiempo.

-Llevo pensándolo mucho tiempo, Ione -miró a su amiga a los ojos, y volvió a sonreír-. Vamos fuera, ¿quieres?

Las dos se escabulleron entre la marabunta de cuerpos que no parecía dejar de crecer por momentos, y salieron finalmente al aire helado de la noche, donde se podía hablar sin necesidad de gritar.

Bianca se abrazó a sí misma. Había pasado de estar sudando por el ambiente sofocante a congelarse en apenas unos segundos. Si lo hubiera sabido, hubiera cogido una chaqueta antes.

Sin embargo, ni siquiera le dio tiempo a preocuparse por el resfriado que estaba a punto de pillar, porque acababa de besar a Abel. El resto era completamente irrelevante.

-Bueno, ¿qué? -Ione parecía igual de contenta que ella, aunque le pareció ver un brillo de preocupación en los ojos de su amiga. No la culpaba, y de hecho eso le hacía quererla aún más, si es que eso era posible.

-No lo sé, creo que estoy demasiado nerviosa -soltó una carcajada que sonaba histérica.

-¿Cómo ha pasado? No he visto nada. O sea, estaba pendiente de cómo Archer estaba bailando de forma asquerosa con una chica, y de repente he escuchado un aullido y te he visto comiéndole la boca como si te faltara el aire.

Elle volvió a reírse un poco.

-Es casi lo mismo que he visto yo, si te soy sincera -se pasó una mano por la frente-. Simplemente creo que estoy harta de estar todo el rato asustada de todo, asustada de hacer algo por si luego me siento mal, asustada de estar triste. Y creo que me he hartado de sentirme así. No me importa lo que pase ahora, simplemente sentí que quería hacer eso y lo hice.

Ione la miró con una expresión entre la sorpresa, la ilusión y el reproche.

Bianca ya sabía que no estaba siendo demasiado lista tomando esa decisión, pero es que en ese momento no quería ser prudente. Quería jugar sus cartas, no guardárselas por si acaso.

Justo cuando iba a decirle esto a su amiga, la puerta de la casa se volvió a abrir, y por allí apareció el sujeto de sus miedos y emociones. La luz le daba en la espalda, así que no pudo ver su expresión, pero su corazón se volvió loco igualmente.

Por detrás de él, le pareció ver asomadas las cabezas de Jake y Killian, y tuvo que contener una carcajada.

-Ione, ¿nos puedes dejar un segundo? -preguntó él, con un tono ligeramente serio.

Bianca vio a Ione escondiendo una sonrisa.

-Claro, por supuesto.

El corazón de Bianca se había vuelto oficialmente loco.

Esto es estúpido. Hemos estado solos millones de veces, ¿por qué me pongo así?

Cuando la puerta se cerró de nuevo, dejándolos solos en aquel jardín, Abel ya estaba a su lado.

Aunque su expresión no combinaba con la ilusión que ella sentía.

-Ey -dijo, un poco desubicada.

-Ey -repitió él, aún con un tono extraño.

Se pasó una mano por el pelo, y Bianca frunció el ceño al notarle tenso.

-¿Qué pasa?

¿Ya estamos? No sabía qué había pasado ahora, y sinceramente no se le ocurría ninguna razón por la que él pudiera estar enfadado. Pero era siempre tan errático que no descartaba nada.

Abel suspiró con pesadez.

-Oye, sobre lo de ahí dentro...

Bianca tomó una respiración de golpe.

-Mierda. No debería haberlo hecho, ¿verdad? -ahora fue su turno de pasarse la mano por el pelo. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza que a lo mejor él no quería, ¿cómo había podido ser tan egoísta? - Joder, lo siento, no quería incomo-

-No -la cortó él. Estaba mirándola a los ojos, mortalmente serio-. No es eso. Pero Bianca... Cuando estuve hablando con Seb...

Bianca no sabía por dónde quería ir. Estaba muy confusa, esa no era ni de lejos la reacción que se había esperado. Y mira que ya prácticamente se esperaba cualquier reacción por su parte.

-¿Qué? ¿Qué es?

Abel se pasó las manos por la cara y gruñó, claramente frustrado.

-Joder, B, esta situación es una mierda. No me esperaba lo que has hecho, pero en cualquier otra situación me habría vuelto loquísimo de ilusión -la miró a los ojos, y la miró de una manera tan intensa que se le quedó la respiración atascada en la garganta-. Creo que no es ningún secreto que me gustas. Mucho, Bianca. Me vuelves loco y sinceramente te digo que no me importaría, en otro momento, haber intentado algo contigo. Algo serio, ¿sabes? Joder, si llevo semanas intentándolo -soltó una carcajada amarga.

Bianca sabía sin entender por dónde estaba queriendo ir Abel, pero su corazón ya se estaba rompiendo en anticipación. Se llevó una mano al pecho reflexivamente, y sus dedos chocaron con el frío metal de la chapa que él mismo le había dado.

-¿Entonces? -su voz era poco más que un susurro acongojado.

Abel desvió la mirada y maldijo. Luego volvió a mirarla con esos intensos ojos verdes.

-Nos vamos de tour, Bianca. Seis meses.

Sublimación (Evitación parte 2)Where stories live. Discover now