Bianca estaba bastante segura de que le estaba dando un aneurisma.
Si no era eso, no se explicaba lo rara que se estaba sintiendo.
Era su último turno en el bar, y llevaba desde el principio con una sensación extrañísima de que todo era un sueño. Estaba muy nerviosa por dentro, pero por fuera se movía con una calma que no era normal en ella. La cara de todos los clientes era borrosa. Incluso cuando vio a Chris y se despidió de él, hizo toda la escenita dramática en piloto automático.
Giles había estado todo el turno extrañamente amable con ella, casi como si notara que una palabra rara fuera a hacer que se rompiera. Cosa que era bastante posible.
Iba a echar muchísimo de menos el bar. La gente, el ambiente, el sentirse tan activa a pesar de estar reventada después de horas sin descanso. Iba a echar de menos la seguridad que le daba saber que lo estaba haciendo bien, el sentirse útil. Tenía la sensación de que le iba a costar bastante tiempo sentirse así en las prácticas.
Y, por supuesto, iba a echar de menos la estabilidad económica. El observatorio le iba a dar un sueldo mínimo —y, en su opinión, un poco ridículo— en los meses que estuviera allí. Otra cosa que tenía que agradecer al bar: las horas extra que había estado haciendo de vez en cuando en los meses pasados le habían ayudado a tener un colchón precisamente para esos meses donde sabía que cabía la posibilidad de no cobrar lo suficiente.
Había estado muy nerviosa por el cambio los últimos días. Sin embargo, en ese momento, no sentía nada. Ni nervios, ni alegría, ni tampoco tristeza. Sentía una especie de nostalgia prematura, pero estaba adormilada.
Puede que haber dormido un par de horas la noche pasada tampoco hubiera ayudado. Ni las tres (¿O habían sido cuatro?) tazas de café que se había tomado a lo largo del día. Pero Ione había estado particularmente triste anoche, y no pensaba dejarla sola llorando frente a la tele. Así que se habían quedado ahí, acurrucadas en el sofá, pretendiendo que veían Expediente Warren pero sin prestar atención a los hechos paranormales de la película.
Jamás una película de miedo le había producido tanta desidia.
También había estado evitando a Abel durante los últimos tres días. No se fiaba de sí misma para no echarle en cara que se iba a ir, lo que sabía que era una estupidez. Ellos habían estado muy liados recogiendo todas sus cosas porque aparentemente, se iban a mudar juntitos el mismo día, cada uno a su casa correspondiente, y aún les quedaban cosas que terminar para el álbum, así que había sido bastante fácil evitarle.
Pero eso se había acabado, porque la puerta del restaurante se acababa de abrir y antes de mirar, ella ya sabía quién había entrado.
Los cinco chicos trajeron sus sonrisas fáciles y su actitud de siempre, y consiguieron llegar a una de sus mesas habituales después de solo un par de parones por parte de algunos fans. Bianca suspiró. Esa mesa estaba en su cuadrante, y no era tan infantil como para decirle a alguien que se lo cambiara. Además, al mirar el reloj se dio cuenta de que casi era la hora de su descanso, y les había echado de menos.
En cuanto llegó a la mesa, se dio de bruces con la enorme sonrisa de Gabe, y él le cogió la mano y la movió con rapidez.
—¿Nerviosa?
Bianca se tuvo que reír. Él parecía más nervioso que ella misma. Aunque, claro, nervioso era el estado natural de Gabe.
—Hola a ti también —se limitó a responder—. ¿Qué tal, chicos? ¿Qué os pongo?
Estaba a punto de escribir las bebidas que cada uno le había pedido cuando escuchó un bufido de Abel, y unas manos que la cogieron de las caderas y tiraron de ella hasta que se encontró sentada sobre sus piernas y besándole.
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Sublimación (Evitación parte 2)
RomanceSEGUNDA PARTE DE EVITACIÓN. NO LEER SI NO SE HA LEÍDO LA PRIMERA (o quieres comerte spoilers o no enterarte de nada) Bianca consiguió superar sus miedos y lanzarse de una vez, intentarlo con Abel después del tira y afloja que ha sido toda su relac...