Apenas hacía doce horas desde que habían llegado a casa y Bianca ya se estaba arrepintiendo de sus decisiones.
En concreto, de la de no tener la dichosa conversación con el puñetero Abel.
Tampoco es que no hubiera tenido la oportunidad de hablar con él. Había tenido varias, pero en todas se había dicho que no era el momento. No había sido el momento por la mañana antes de salir, ni la noche anterior, ni antes de subir a la furgoneta, ni por supuesto en la furgoneta. Ningún sitio era ideal, pero quizás si se hubiera atrevido ahora no estaría forzando una sonrisa mientras escondía las ganas de acuchillar a los clientes molestos del bar.
Apenas iba por la mitad de su turno y ya estaba reventada.
Lo peor de todo es que Abel ni siquiera había dormido con ella para que estuviera así de reventada. Es más, en cuanto habían llegado a casa, habían visto que tenían un montón de llamadas y mensajes de su mánager diciendo que había habido varios cambios y problemas con el nuevo álbum, y se habían tenido que poner en ese momento a resolverlo. Abel había estado tan concentrado que apenas le había dado un ligero beso antes de correr a por un cuaderno a su cuarto. Y ella se había ido a dormir a su cama, sola. Algo que siempre le había resultado reconfortante, ahora solo le resultaba... carente.
Fue hacia la barra y sonrió a Giles mientras le decía lo que le faltaba. Por lo menos estaba él para amenizarle la tarde.
—Oye, B, voy a irme en un rato para ir a buscar a Lydia y ayudarla con la casa, así que no te podré acompañar, ¿vale?
Bianca ahogó un suspiro. Su suerte.
—Sí, claro. ¿Viene Tom?
Casi como si le hubiera llamado a escena, el chico moreno apareció por la puerta de personal atándose un delantal negro con el logo del bar. Les saludó con una sonrisa tímida y un gesto de la mano, y ella le devolvió el saludo mientras volvía al trabajo.
Estuvo toda la tarde esperando que alguien conocido entrara al bar. Vale, había una persona en concreto que le interesaba ver más que al resto, pero llegados a ese punto, solo quería relajarse un rato y olvidarse de que estaba en el limbo de las relaciones amorosas.
El resto de su turno se pasó increíblemente lento. Bianca tenía una sensación muy extraña, entre la ansiedad y la anticipación. Esa era su última semana en el bar. El martes siguiente era el último día de Julio, y también de su contrato. Al día siguiente empezaría las prácticas en el observatorio. Tenía la sensación de que todo estaba yendo demasiado rápido. Había pedido todos los días libres que podía para las vacaciones, y no iba a tener ninguno libre entre un trabajo y otro.
Cuando llegó a casa esa noche, se preparó un sándwich vegetal y se tiró en el sofá. Iba a hacer el vago todo lo que pudiera, porque tenía la sensación de que todo el estrés que no había echado de menos ese verano estaba a punto de venir, y con fuerza.
Ione se unió a ella cuando iba por la mitad del sándwich.
—¿Ya no dices ni hola al llegar?
Bianca se giró sobresaltada. Su amiga llevaba una toalla verde enrollada en la cabeza.
—Perdona, pensé que no estarías en casa —porque se suponía que iba a ir directamente a hablar con Lewis.
Pareció no ser la respuesta correcta, porque Ione bufó y abrió la nevera para sacar un bote de mayonesa y el pan de molde.
—Me ha dado largas —gruñó, echando la salsa con rabia sobre el pan.
Bianca dejó el plato sobre la mesa y se giró para mirarla con el ceño fruncido.
—No parece propio de él. Esto es muy raro. ¿No hizo nada raro antes de irnos?
Ione se giró y alzó las manos al aire.
—¡No! —pudo ver que tenía los ojos acuosos, y a Bianca se le partió el corazón al verla así— Ya viste cómo estaba el último día. Cuando se despidió todo estaba igual. No sé qué demonios ha pasado, pero estoy empezando a pensar que ha estado buscando la primera excusa que ha podido para distanciarse.
Bianca inhaló con fuerza.
—Hay que hacer algo —dijo.
—Lo estoy intentando, pero no para de alejarse de mí —respondió la otra, con un tinte lloroso en la voz. Siguió preparando su sándwich con un mohín.
—¿Habéis quedado mañana?
Ione encogió un hombro.
—Se supone. Ya no me fío.
—Vale. Pues mañana lo habláis, y yo hablo con el resto, a ver si saben algo.
—¿Te vas a poner modo agente secreto con Dawson y Joel? —Bianca se alegró al escuchar algo como diversión en tu tono.
—Si hace falta, sí. Puede que esté evitando hablar contigo, pero seguro que le ha dicho algo a alguien.
Cuando Ione se sentó a su lado con su plato, Bianca vio una pequeña lágrima caer, pero la castaña se la apartó de un manotazo.
—¿Pero por qué no habla conmigo?
—Eso me gustaría saber a mí —suspiró—. Sinceramente, no me cuadra lo que está haciendo. Yo creo que tiene alguna razón. Igual te va a dar una sorpresa.
Esa hipótesis sonaba ridícula hasta para ella, pero quería intentar darle esperanza a su amiga.
Solo esperaba que no fueran falsas esperanzas, y que no tuviera que ir a darle una paliza a Lewis. Sería una pena.
Las dos pasaron la noche viendo un maratón de Bones. A Bianca no le gustaba mucho cada vez que salían esos cadáveres en descomposición, pero esa parecía ser la parte favorita de Ione. Hicieron palomitas a media noche, y Bianca se quedó dormida a medio capítulo antes de la una.
Cuando se despertó, se fue a su cuarto y miró el móvil por centésima vez esa noche. No había podido evitarlo. Normalmente no hacía demasiado caso al aparato, pero ese día estaba pendiente. Esperando por una señal de Abel. Una llamada. Un mensaje. Un nude, joder. Lo que fuera.
Se metió en la cama con un suspiró de decepción. No había nada.
Sabía que debería estar tranquila, que no era más que la vuelta a la rutina. Nunca habían sido de los que hablaban todo el día todos los días. Además, después de esa conversación-barra-discusión en la puerta de la discoteca, había sentido que los dos estaban en la misma página, a pesar de que en ningún momento lo hubieran dicho expresamente.
¿Y si era una de esas novias obsesivas que necesitan que estén todo el día encima de ellas para estar tranquilas y felices? ¿Y si tenía inseguridades de las que no se había dado cuenta hasta ese momento porque nunca había hecho el papel de novia?
Esos pensamientos dieron vueltas en su cabeza durante gran parte de la noche, y ella les imitó dando vueltas y vueltas en la cama sin poder dormirse. Abel no lidiaba muy bien con los problemas, y si encima ella iba a ser una novia dependiente no parecía que fuera a ser una buena combinación.
La dichosa vocecilla de su cabeza no paraba de recordarle que solo había sido un rollo de vacaciones, que nunca podrían funcionar en el mundo real.
Se durmió pensando que la próxima vez que le viera iban a hablar del tema. Da igual si estaban solos, cenando con el resto, o en un puto concierto. Pensaba que sería capaz de lidiar con sus inseguridades, pero estaba claro que no.
¿Y por qué coño no la había llamado?
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Sublimación (Evitación parte 2)
RomanceSEGUNDA PARTE DE EVITACIÓN. NO LEER SI NO SE HA LEÍDO LA PRIMERA (o quieres comerte spoilers o no enterarte de nada) Bianca consiguió superar sus miedos y lanzarse de una vez, intentarlo con Abel después del tira y afloja que ha sido toda su relac...