Capítulo veinticuatro

64 5 0
                                    



El descuido es un sucedáneo de la mentira.

Marguerite Yourcenar

Mi primera semana en la facultad se fue como agua entre los dedos. Pasó demasiado rápido y sin darme cuenta.

No esperaba tener demasiados deberes en mi primera semana como universitaria, pero los tenía.

Todo ese lapso de tiempo me la pasé en la biblioteca investigando sobre temas de arte, técnicas de dibujo y teorías comunicativas. Creí que sería una carrera sencilla y que no tendría distracciones para continuar con mis planes, me equivoqué. Sirvió que pasara todas esas horas en ese lugar, porque una persona que también se la pasaba ahí, era Gerardo, pero no por los mismos motivos que yo.

Caminaba con rumbo a la biblioteca, cuando me encontré con Aarón, tenía días sin verlo, ya que únicamente iba a la pizzería los fines de semana y nuestros horarios en la escuela no coincidían.

—Hola Foránea—me saludó muy entusiasmado.

Reí

—Hola Aarón, ¿Ya vas de regreso?

Negó con la cabeza

—No, me falta una clase y voy para allá.

— ¿Tú ya vas de salida?

—No, tengo que hacer un trabajo de investigación en la biblioteca.

— ¿Quieres que nos vayamos juntos?

—No sería justo que me esperes mucho tiempo.

—Mi clase dura como dos horas, ¿crees que en ese tiempo termines?

—Probablemente. Cuando termine tu clase, búscame en la biblioteca, ahí estaré.

—Nos vemos en dos horas—dijo él al irse a su clase y yo a la biblioteca.

Entré, me registré en el libro de visitas y comencé a buscar los libros que necesitaba. Los tomé de los estantes, y fui a sentarme en una mesa. Saqué mi computadora, mi carpeta y comencé a buscar los temas en el libro.

Mi primer trabajo era un ensayo sobre el arte renacentista y el segundo trabajo era leer sobre los tipos de comunicación.

Decidí comenzar con el trabajo que me llevaría más tiempo, y el que tenía que entregar al día siguiente, el ensayo.

Comencé a teclear en mi computadora las citas que me servirían para mi ensayo y mis ideas para el mismo.

Trabajaba con el cuerpo del escrito, cuando a lo lejos vi a Gerardo, quien platicaba con Max Carranza, creyeron que no había nadie en la biblioteca, por eso lo hacían sin esconderse. Hasta que el chico Carranza me miró sentada en una esquina trabajando. Se sorprendió y salió como alma que llevaba el diablo.

¿Por qué?

¿Por qué le importaba que tanto que alguien los viera platicando?

Gerardo se acercó a mí, se sentó frente a mí. Seguí escribiendo en mi computadora, no lo miré.

— ¿En qué trabajas ahora compañera de biblioteca? —preguntó él. Sabía que era una estrategia para acercarse y preguntar sobre lo que vi.

—Seamos sinceros, Gerardo, no te importa sobre lo que estoy trabajando. Lo que quieres es saber qué escuché o vi—levanté mi vista hacia él.

—Claro que me importa—sonrió—sabes que puedo ayudarte con algo que no entiendas, si se trata de historia, claro.

Arqueé una ceja

—No vi nada, si es lo que te interesa saber. Sólo que me sorprende que seas amigo de Max Carranza, creí que lo odiabas.

—Aarón es quien odia a los Carranza, yo no.

— ¿Y Aarón sabe que los frecuentas?

Él se quedó callado

—No le has dicho, por eso te acercaste, no quieres que le diga a Aarón—lo miré fijamente— ¿Por qué los frecuentas si sabes que pone en riesgo tu amistad con él?

—Son interesantes y divertidos.

—No te creo, debe de haber algo más. Porque no pondrías en riesgo una amistad de años, sólo por esos motivos. Algo ocultas, puedo intuirlo, algo con respecto a los Carranza.

Me miró fijamente

— ¿Qué hay con los Carranza?

—No lo sé, tú dime.

—Es sólo un apellido—dijo. Arqueé una ceja— ¿Por qué tanto interés? —preguntó. Me acerqué hacia él

—A menos que, haya una verdad oculta detrás—me reacomodé en mi silla y crucé las piernas.

Él me miró fijamente, yo hice lo mismo. Esperaba una respuesta, pero no obtuve ninguna, sólo silencio.

Después de unos incómodos minutos de miradas intensas, obtuve respuesta.

—No es sólo un simple apellido. Hay toda una historia detrás de todos los miembros de esa familia.

—Es por eso que estás con ellos, quieres saber más.

Asintió

— ¿Por qué?

—Es algo que no puedo decirte

— ¿Por qué el repentino interés por los Carranza? —me preguntó a mí, volteando la conversación.

—Es algo que no puedo decirte—usé su misma respuesta

Arqueó una ceja y rió de manera cínica.

—No conocía este lado de ti, Olivia.

Reí

—Apenas nos conocemos, Gerardo. Dudo que realmente lleguemos a conocernos algún día. Pero he de reconocer que también me sorprendiste.

Miró su celular.

—Me tengo que ir. Nos vemos luego.

—Hasta luego.

Seguí escribiendo en mi computadora.

—Olivia—levanté la mirada—No le digas nada de esto a Aarón.

Sonreí

—No te preocupes, él no sabrá nada.

Lo vi salir de la biblioteca y cuando él salía entró Aarón, se saludaron e intercambiaron unas cuantas palabras.

Gerardo tenía información útil acerca de ellos, también intuí que él tramaba algo con los Carranza, esta conversación me podía servir para mis planes. Sin quererlo, esa conversación me acercaba más a cumplir mi objetivo. Sin duda, esto de poner todo en bandeja de plata, resultó ser más divertido que el plan original.

— ¿Terminaste tu investigación? —preguntó Aarón

—Me falta mucho por descubrir—respondí, aunque sabía que él se refería a mi trabajo de escuela y yo respondí haciendo referencia a mi plan.

Él me miró de manera extraña.

—No te preocupes, Aarón, ya podemos irnos. Lo que tenía que hacer aquí en la biblioteca, ya lo terminé.

Perverso SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora