Capítulo catorce

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"El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera".

Alexander Pope


Me puse la mano en la boca para ahogar un grito de asombro. Sabía que Laura había visto algo, pero no tenía idea que ella había presenciado todo sobre la muerte de la chica del lago. Comprendí en ese momento la reacción de autodefensa de ella al estar en shock cuando la encontramos entre los árboles.

— ¿Viste quien era?

Se quedó callada y me miró fijamente.

Su reacción me dijo la respuesta. Sí, ella conocía al asesino.

—Ojos grises, así le dicen y es lo único que te puedo decir acerca de él. El hecho de que estés aquí conmigo, platicando sobre esto, ya es peligroso. No quiero involucrarte más. Perdón por hacerlo, pero es que no soporto la enorme carga que es esto.

— ¿Qué pasó después de que los encontraste?

—Ellos estaban platicando. Ella le pedía algo, no sé que sería, probablemente alguna droga o alcohol, él se lo negó. "No hasta que me des lo que quiero", le dijo. "Sabes que no quiero", respondió la chica. "Entonces no te lo daré", admitió el chico. Vi como ella se acercó en modo seductor hacia él. Se besaron apasionadamente, no me pareció fuera de la normal. Muchos chicos en esas fiestas, lo hacen. ¿Sabes a lo que me refiero? —me miró fijamente. Asentí. Sabía que se refería a tener relaciones sexuales—Ella bajó las manos a los bolsillos de los Jeans de él, sacó una especie de bolsa, el beso se intensificó y cuando ella vio que llegaba a un punto no agradable lo paró, pero no se detuvo. Ella comenzó a defenderse, lo pateó y salió corriendo. Corrí detrás de ella, pensando en que la podría ayudar. Ojos grises corrió más rápido que ella y yo. Cuando llegué a donde estaban. Él le pegó con un tronco, bastante grueso. Grité, fue cuando me vio y aventó a la chica al lago. Corrí por instinto de protección, pero me alcanzó. Me acorraló a un árbol. Sacó una navaja—comenzó a llorar—creí que me mataría, Olivia, pero no lo hizo. Me dijo que ahora me tenía en su poder. No podía irme del pueblo. Porque si lo hacía, me denunciaría a la policía, prácticamente, sería cómplice de su crimen. Porque no dije nada, cuando debí hacerlo.

Le puse mi mano en el hombro.

—Encontraremos una forma de solucionarlo.

—No, estoy jodida y lo sabes. Ahora no puedo irme de este estúpido pueblo. Tendré que quedarme toda mi vida aquí. Y yo que tenía tantos planes—Secó sus lágrimas—Perdón por haberte involucrado. Y también por lo que voy a pedirte. No le puedes decir a nadie. Esto debe de permanecer como hasta ahora. Todos creen que no recuerdo y así tiene que seguir.

— ¿Qué pasa si alguien se entera?

—Pueden pasar dos cosas, voy a prisión o muero. El hecho de que lo sepas pone en riesgo mi vida. Ese chico no se anda, con rodeos. De verdad, no creí que fuera capaz de hacerlo.

—Todos ocultan cosas. Caras vemos, corazones no sabemos.

—Dudo que él tenga corazón o un alma.

Escuchamos ruido.

Ambas volteamos hacia donde provenía el ruido. Vimos como una sombra se acercaba a nosotros. Era el párroco de la iglesia.

—Lo siento, hijas, pero ya voy a cerrar.

—No se preocupe—sonreí—Ya nos vamos. Buenas noches, padre.

Perverso SecretoWhere stories live. Discover now