Capítulo cuarenta y uno.

53 5 0
                                    

"Una vez que pones una corona de mentiroso en tu cabeza, podrás quitarla, pero quedará siempre una mancha".

Terry Goodkind.

— ¿Estás tratando de engañarme? —dejé la fotografía en su lugar—él no puede ser Aitor. Murió bastante Joven para que este sea él. El hombre de la fotografía luce en sus treintas cuando él murió estaba comenzando sus veintes.

Rió

—Tienes razón, él no es Aitor y no sé cómo diablos llegó esto aquí—caminó hacia la salida—Vamos. Continuaremos nuestro recorrido.

Salimos de la oficina.

— ¿Quién es él?

—El socio de papá y no me preguntes cómo llegó esa fotografía ahí, porque no tengo idea.

Bajamos las escaleras, me llevó a otra sección del matadero. Al área donde procesaban la carne, era un cuarto cerrado y todas las personas dentro usaban trajes especiales para ello. Nosotros los veíamos desde fuera. Reaccioné de lo más normal.

Me miró fijamente, con detenimiento, esperaba que me resultara repulsivo, pero no fue así.

—Me sorprendes, esperaba otra reacción tuya.

Sonreí

—Descuida, ya me irás conociendo—respondí sin dejar de mirar lo que hacían— ¿me mostrarás algo más? —pregunté al verlo.

Negó con la cabeza.

—Será mejor que regresemos a Las Parcas

Salimos del matadero y subimos a su jeep wrangler. El camino de regreso fue de lo más silencioso, yo iba pensando en la fotografía de la oficina. Podría ser Aitor, porque eran bastante parecidos. Será que la familia ocultó que en realidad estaba vivo, por qué, y la pobre de Catalina pensando toda una vida que murió por su culpa. El semblante de Enzo, también fue serio, pero no me atreví a preguntar por qué.

Cuando llegamos al rancho, fue directo a la oficina de Caleb, pero no estaba en ella. Así que le marcó desde su teléfono celular. Yo simulé que subí las escaleras con rumbo a mi habitación, pero en realidad estaba escondida.

No respondió. Tomó el teléfono de la oficina y marcó. Se sentó en la silla frente al escritorio. Escuché como sonaba, esperando a que le respondieran.

— ¿Qué es lo que pasa, Bertha? ¿Hay algún problema en casa?

—Sólo así respondes las llamadas, ¿por qué no atendiste cuando te llamé desde mi celular?

— ¿Qué chingados quieres, Enzo?

—Se suponía que quitarían todo rastro de él en la oficina, pero fueron tan pendejos que dejaron una fotografía.

Se escuchó una risa

— ¿Por qué diablos te ríes?

—Dejar la fotografía fue intencional, como una pista, para que ella vaya uniendo las piezas, así lo quiso él

—Mientras a mí me cargan el muerto, ¿no? No sé que por qué son así. ¿Sabes la cantidad de preguntas que tuvo y que tuve que evadir?

—Eres bueno, resolviendo ese tipo de problemas, por eso me alegra que te hayas ofrecido cuando Maximiliano se negó. Tú eres mejor para este tipo de cosas que tu hermano, eres más, cauteloso, prudente, es la palabra indicada.

—No me enredarás en esto

—Max, podrá ser listo, pero siempre hay algo; sin embargo, contigo es diferente. Tu maldad es diferente, tienes cierta empatía y eso es lo que te ayuda, es algo que él no tiene.

Perverso SecretoWhere stories live. Discover now