Capítulo veintiocho

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Conoce primero los hechos y luego distorsiónalos cuanto quieras

Mark Twain

Enzo me dejó en la puerta de mi casa, se sorprendió al saber donde vivía.

— ¿Vives aquí? —preguntó

—Sí, ¿por qué? —traté de indagar un poco más —¿Hay algún inconveniente?

Negó con la cabeza.

—Pero es algo curioso

— ¿Qué es curioso?

—Esta casa solía ser de la familia, hasta que fue vendida, en realidad, todas estas casas. Esta es la zona más vieja del pueblo. Son las casas originales de los primeros pobladores, claro con sus renovaciones, pero conservan su fachada original.

—Es un dato interesante que no sabía.

En realidad, era algo que conocía muy bien.

—Gracias por traerme—abrí la puerta del coche—nos vemos luego. Mándame un mensaje cuando llegues a Las Parcas

—Así será—sonrió

Me bajé del coche, cerré la puerta y esperé a que se fuera, antes de entrar a la casa.

Cuando entré mi madre, ya estaba ahí.

— ¿Cómo te fue?

— Saliste temprano

—Pedí salir temprano, quería estar aquí por si llegaba a entrar.

—Descuida, todavía no es tiempo.

—Dime, ¿cómo te fue?

—Digamos que el plan marcha mejor de lo esperado—sonreí—Me daré una ducha.

Subí a mi habitación, quería despejar mi mente, estar en paz, aunque fuera por unos segundos. Estaba cansada de tener una máscara todo el tiempo. De fingir ser alguien quien no era.

No pasó mucho tiempo para que mi verdadero yo saliera a la luz.

A la mañana siguiente fui a trabajar a la pizzería, ahí estaban los tres hermanos Martínez Enciso.

—Buenos días—lo saludé

— ¿Cómo te fue en Las Parcas? —preguntó Aarón

Lo miré sorprendida

—Qué rápido corren los chismes en el pueblo. ¿Quién te dijo?

—Eso no importa

—No te dije que iba para que no te pusieras así, sólo fui a hacer un trabajo de la escuela con Enzo, comparto una clase con él.

—Lo sé

— ¿Cómo lo sabes?

—No eres la única que hace investigaciones secretas

Arqueé una ceja

—Me sorprendes Aarón

Axel y Álvaro nos miraron intrigados

— ¿Qué es lo que sabes acerca de mí?

Pero no debía de saber mucho. Nos encargamos de no dejar cabos sueltos y solo soltarlos cuando fuera el momento y todavía no lo era.

—Aquí no hablaremos.

—Si quieren pueden salir y hablar. No hay pedidos todavía, así que vayan y arreglen sus problemas.

Salimos y caminamos un poco para alejarnos de la pizzería y de los demás locales.

— ¿Ya me dirás que es lo que sabes?

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