Capítulo cuarenta y tres

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"Algunos mienten sobre el futuro porque quieren olvidar el pasado. Pero algunos mienten sobre el pasado porque piensan que les puede dar un futuro".

Laura Dave.

Quité el pedazo de madera que me estorbaba para tener un mejor acceso a la puerta, con mi celular en la mano y la linterna encendida, bajé con mucho cuidado las escaleras, las cuales, dieron a una especie de cuarto oscuro y húmedo, no había ventanas, pero si pude distinguir una pequeña luz al fondo, al seguirla era un pequeño hueco que daba a una pared con una parte hundida. Había muchas cajas alrededor, era una especie de bodega.

Comencé a buscar entre las cajas, levantó mucho polvo y estornudé, pero enseguida cubrí mi nariz y boca con mi mano como un reflejo, no sabía en qué zona de la casa estaba y si es que otras personas podían escucharme.

Destapé cada caja, en la primera había fotografías de finales del siglo XX, eran Las Parcas, las mismas tres mujeres del retrato de la entrada, pero esta vez con sus esposos, junto con otras personas, no parecía el pueblo, sino, la ciudad de México, lo comprobé, porque al reverso venían unas anotaciones, con los nombres de cada una, la fecha y el lugar.

En otra caja venían recortes de periódicos en los que se mencionaba que se estaba construyendo un nuevo pueblo en uno de los estados del País y querían familias que estuvieran dispuestas a poblarlos. En otro venían obituarios de tres hombres, los cuales, compartían apellido, Federico Herrera Del Rio, Bernardo Herrera del Rio y Francisco Herrera del Rio, los tres hermanos, de una de las familias más acomodadas de la ciudad. Decía que habían sido asesinados en una casa en Valle de Bravo, en un presunto asalto.

En otro periódico se indicaba que los homicidas fueron encontrados y dijeron en su declaración que fueron contactados por una mujer. Sospechaban de las esposas.

Oro periódico señalaba que las esposas junto con sus hijos murieron en un accidente de auto, no hubo sobrevivientes, los autos quedaron destrozados, junto con los cuerpos calcinados.

Varias notas hablaban sobre la trágica muerte de toda la familia y cómo todo quedó impune. Otros hablan sobre la familia maldita y cómo ellos se buscaron su propia muerte.

En otras cajas venían documentos importantes y cómo esas mujeres cambiaron su nombre y apellido por el que todos conocíamos Carranza.

Había varias cartas escritas entre ellas y cómo hablaban sobre matar a sus esposos por maltrato e infidelidad, hablaba de lo injusto que sería para ellas si decidían abandonarlos y huir con sus hijos, como serían señaladas por la sociedad, así que comenzaron a armar un plan entre ellas para llevarlo a cabo. Cada una se encargó de algo, una contrató a quien lo haría, otra del cambio de identidad y la última escogió a dónde irían. Primero escaparían del país y esperarían uno o dos años y regresarían al pueblo que comenzaba a formarse, Tlatlatlillitlán.

Fueron conocidas por las demás familias como las viudas Carranza, quienes después de la muerte de sus esposos en España vinieron a México, buscando una alegre vida, se enamoraron tanto del país que decidieron quedarse. Ellas eran: Herminia Martínez de Carranza, Emilia Sastre de Carranza y Catalina Olivera de Carranza.

En ese momento supe, porque mi madre se llamaba Catalina y por qué ella me había puesto por seudónimo Olivia.

Las Parcas, en ese momento entendí el nombre, hacia ellas.

En otra caja me encontré con varios cuadernos, tomé uno y lo abrí para hojearlo, me di cuenta que eran los diarios de Catalina, cada uno tenía escrito en la portada un número, comenzaba en el 12, lo tomé y comencé a leer.

Perverso SecretoWhere stories live. Discover now