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Era mil novecientos noventa y dos. El verano había concluido y un nuevo año comenzaba para los alumnos de Hogwarts.
Regulus estaba buscando a su amiga por todo el tren. Sin poder encontrarla.
¿Dónde demonios se había metido? Se habían escrito por cartas todo el verano y no podía esperar a verla.
Escuchó unos sollozos dentro de uno de los vagones, se acercó a paso seguro y rápido. Abrió la puerta abruptamente y se la encontró ahí, a ella, a su mejor amiga. La pobre niña lloraba desconsoladamente.
— ¿Ollie?— murmuró Regulus. Olivia no se inmutó—. Ollie, cariño. ¿Qué sucede?
La castaña levantó su cabeza para observar al azabache. Dejándolo sorprendido. Tenía un corte en el pómulo y el ojo morado. La sangre le hirvió en un momento, pero no lo demostró, no quería asustarla.
— ¿Tienes algún otro?— Olivia asintió—. Muéstrame, por favor.
Olivia suspiró y se dio la vuelta, levantando el suéter violeta, dando a relucir pequeñas cortadas (parecían profundas) en su espalda y posiblemente dejarían marcas permanentes. Regulus frunció el ceño, intentó tocar una pero ella se alejó rápidamente.
— Olivia... ¿con qué te hacen esto?— preguntó. La castaña tardó en responder, pero cuando lo hizo su voz salió rasposa.
— Con una rama de un sauce llorón.— respondió agachando su cabeza. El Black suspiró y atrajo a su amiga hacia él para abrazarla.
No le gustaba para nada verla así, pero no podía hacer nada, sólo tenía casi trece años y tampoco conocía el mundo muggle.
— Cuando lleguemos a Hogwarts, te llevare a la enfermería a qué te curen esas heridas— comentó—. Luego iremos a las cocinas a comer algo, ¿está bien?
Olivia asintió aún en el abrazo de Regulus. No quería dejarlo ir, se sentía bien en sus brazos.
Se sentía a salvo.
Una hora después, el tren se detuvo. Ambos amigos fueron a las carrozas que los llevaban al castillo. Al llegar, Regulus tomó de la mano a su amiga y la arrastró a la enfermería.
Abrió las puertas abruptamente, asustando a Madame Pomfrey, quien salió de su oficina para ver quien había irrumpido de esa forma. Suspiró al ver que eran Regulus Black y Olivia Taylor. Todos en el castillo sabían la amistad de ambos niños, especialmente el cariño que se tenían uno al otro y cómo Regulus la protegía.
