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Los últimos rayos del sol arrojaron una luz sobre los terrenos. Detrás de ellos oyeron un aullido salvaje.
— ¡Hagrid!— susurró Harry. Sin pensar en lo que hacia, fue a darse la vuelta, pero Ron y Hermione lo cogieron por los brazos.
— Harry, sabes que no podemos, se meterá en problemas si se enteran de nuestra visita...— Olivia intentó razonar con su amigo.
Hermione respiraba floja e irregularmente.
— ¿Cómo... han podido...?— preguntó jadeando, como si se ahogase— ¿Cómo han podido?
— Vamos.— dijo Ron, tiritando.
Reemprendieron el camino hacia el castillo, andando muy despacio para no descubrirse. La luz se apagaba. De pronto, la rata de Ron comenzó a impacientarse.
— Scabbers, estate quieta.— susurró Ron, llevándose la mano al pecho. La rata se retorcía como loca. Ron se detuvo, obligando a Scabbers a que se metiera del todo en el bolsillo— ¿Qué te ocurre, tonta? Quédate quieta... ¡AY! ¡Me ha mordido!
— ¡Ron!— susurró Olivia, intentando calmar a su amigo.
Scabbers estaba aterrorizada. Se retorcía con todas sus fuerzas, intentando soltarse de Ron.
— ¿Qué le ocurre?
Harry acababa de ver a Crookshanks acercándose a ellos sigilosamente, arrastrándose y con los grandes ojos amarillos destellando pavorosamente en la oscuridad.
Demasiado tarde... La rata escapó por entre los dedos de Ron, se echó al suelo y huyó a toda prisa. De un salto, Crookshanks se lanzó tras el roedor; y antes de que Harry y Hermione pudieran detenerlo, Ron se salió de la capa y se internó en la oscuridad, Olivia salió detrás de él intentando atrapar también a la rata.
— ¡Ron! ¡Olivia!— gimió Hermione.
Se lanzaron a correr detrás de sus amigos, podían oír delante de ellos el ruido de sus pasos y los gritos que dirigían a Crookshanks.
— Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...