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Harry ya había hecho partícipes a sus amigos de todo cuanto había visto en el pensadero y de casi todo lo que Dumbledore le había dicho y mostrado después. Y, naturalmente, también había hecho partícipe a Sirius y Remus, a quienes había enviado una lechuza en cuanto salió del despacho de Dumbledore.
La tercera prueba se acercaba, todos se encontraban completamente nerviosos. Sirius y Remus dejarían a Amaris con Andromeda, ella cuidaría a la pequeña revoltosa.
Olivia seguía pensando en lo que le había sucedido el día de la segunda prueba, realmente estaba confundida y no podía recordar nada de lo que le había pasado.
Por las noches tenía pesadillas, unas horribles y asquerosas pesadillas. Regulus se había dado cuenta de esto, hasta le preguntó, pero ella solo se negaba. Estaba completamente en una nube de ensoñación y nadie podía sacarla de allí.
A veces podía sentir la voz en su cabeza y su cuerpo ligero, demasiado ligero. Especialmente cuando estaba en la biblioteca estudiando para los exámenes finales.
Ron y Hermione tenían que estudiar para los exámenes, que terminarían el día de la tercera prueba, pero gastaban la mayor parte de sus energías en ayudar a Harry a prepararse. Regulus y Olivia ya se sabían todo, no necesitaban estudiar, entonces centraban sus energías restantes en su amigo azabache.
— No te preocupes por nosotros.— le dijo Hermione, cuando Harry se lo hizo ver y les aseguró que no le importaba entrenarse él solo por un rato— Al menos tendremos sobresaliente en Defensa Contra las Artes Oscuras: en clase nunca habríamos aprendido tantos maleficios.
— Es un buen entrenamiento para cuando seamos aurores.— comentó Ron entusiasmado, utilizando el embrujo obstaculizador contra una avispa que acababa de entrar en el aula, que quedó paralizada en pleno vuelo.
— ¡Nosotros sabemos casi todo!— comentó Regulus abrazando a su novia por los hombros.
— Sabes que te ayudaremos, Harry.— dijo con dulzura la castaña. Se podían observar unas grandes ojeras debajo de sus ojos por no dormir en días, pero no hablaron ni un poco de eso para no incomodarla.
(...)
Al empezar junio, volvieron la excitación y el nerviosismo al castillo. Todos esperaban con impaciencia la tercera prueba, que tendría lugar una semana antes de fin de curso.
Harta de pillarlos por todas partes, la profesora McGonagall había dado permiso a Harry para usar el aula vacía de Transformaciones durante la hora de comer.
