VII. El misterio de Rebún

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Época Moderna

13 hrs

Ha pasado unos breves instantes en los que la joven sacerdotisa y el gran daiyoukai retomaron su camino hacia las montañas de Rebún. Los jóvenes tomaron asiento mientras esperaban su llegada a las montañas y a la par seguían disfrutando de sus libros e internamente de la compañía del otro.

La joven azabache decidió descansar un poco sus ojos que por estar en la misma posición comenzaron a arderle, los talló un poco y los cerró para descansar; mientras tanto el peliplata estaba analizando discretamente a la mujer. 

El transporte cada vez tenía menos personas y eso al lord lo relajaba cada vez más, constantemente se sentía irritado por las miradas llenas de lujuria, deseo y extrañeza, mientras otros tantos divisaban de pies a cabeza a la joven mujer que yacía a un costado de él, eso último hacía que a su bestia interna la mantuviera un poco inquieta, quizás se sentía con la responsabilidad de protegerla o era... ¿algo más? —¡Tonterías! —Se reprochaba el Lord internamente, cuando una voz muy conocida a él le contestó —No habría despertado si no me llamase la atención ese olor a chocolate— argumentaba la bestia interna del Daiyoukai.

—¿Sesshoumaru?—  trataba de sacar de sus pensamientos la joven al Lord —Ya llegamos— comentaba la joven mientras se levantaba y tomaba las cosas de su asiento. El Lord solo se limitó a seguirla y a salir de esa carroza metálica.

—Bien, ahora tenemos que caminar— la azabache caminaba frente a Sesshoumaru con las manos en los bolsillos titiritando de frío, trataba de calentarse un poco; el solo hecho de estar cerca de las montañas implicaba una disminución drástica en la temperatura, y el frío se hizo notorio en las mejillas y nariz de la joven. El gran demonio se regocijaba internamente por esa inocente situación; tanto él como su bestia se sentían felices de ver a la joven, pero por su gran orgullo jamás lo admitiría, por tanto se limitó a solo acercarse a ella sin decir una palabra y levantar la mirada apuntando solo hacia adelante.

Kagome se sentía de alguna manera cálida por la sola presencia del joven Lord, trató de no prestar atención a ello y solo siguió su camino en un silencio cómodo para ambos. 


Pasó un tiempo y ya estaban en el centro del pequeño pueblo de Rebún, al pasar cerca de las escaleras de un templo, un escalofrío recorrió la espalda de la joven, el peliplata sintió una presencia que si bien no le era conocida sabía que era antigua, la azabache comenzó a sentirse inquieta en demasía y esto no pasó de largo frente a los sentidos del youkai.

—Mujer, concéntrate e identifica esa presencia— Atinó el Lord, tratando de hacer razonar y calmar a la joven; mientras tanto esta no lograba distinguir aquel tipo de energía, sentía como si sus poderes de sacerdotisa se hubiesen esfumado y esto último la comenzó a aterrar, cerrando los ojos levantó sus manos intentando seguir aquella presencia, que solo la seguía atormentando más y más.

La joven sentía una enorme presión en su pecho y sobre todo su respiración era cada vez más entrecortada, internamente se reprochaba de su propia debilidad e incapacidad, se comenzaba a sentir inútil, y lo que más le pesaba era que sus propias emociones en su cabeza interpretaban una sola pregunta —Si no puedo con esta presencia, ¿Cómo pienso ayudar a Sesshoumaru y los demás a volver a su tiempo?—La joven al generarse esa duda comenzaba a perder su propio autocontrol emocional. 

Breves instantes pasaron cuando logró hacer una pequeña conexión e interpretar la magnitud de aquello que los acechaba, pero la magnitud del esfuerzo de la joven hizo que perdiera la consciencia, el lord solo pudo reaccionar a sostenerla en su brazo e inspeccionarla, la joven tenía un ligero hilo de sangre en la nariz, el poderoso Lord trataba de limpiarle la sangre, cuando una voz habló.

—Es normal que no pueda detectar mi sola presencia, su alma y poderes han sido sellados, y su energía en este mundo está generando una ruptura entre los vivos y los muertos. Lord Sesshoumaru sígame— Hablaba una mujer de edad avanzada haciendo un breve movimiento con la mano para hacerle seguir.

 El daiyoukai tomó en su brazo a la mujer para llevarla a aquel lugar donde la vieja mujer le indicaba, abriéndose paso dentro de una energía muy particular que de alguna manera y sin decir nada inquietaba demasiado a su bestia interna, se centró en solo caminar y no generar algún cambio sobre esa energía, que si bien no era de demonios, tampoco era espiritual, era algo más grande que solo grandes youkais de la antigüedad conocieron en su tiempo. 



Época Antigua

La joven mujer de barro, se encontraba reposando sobre un futón con un paño húmedo sobre su frente; quizás esa mujer ya no conservaba aquel tan distinguido calor que cautivo al hanyou de orejas de perro, pero con cada batalla perdida contra el demonio Naraku su cuerpo se iba desquebrajando cada vez más, y ese contenedor que fungía como su cuerpo ya no serviría de nada y su alma perecería, probablemente desaparecería para siempre. 

Momentos más tarde la mujer abrió los ojos y se encontró con dos personas muy conocidas tratando de purificar el veneno que yacía en sus heridas, aquel monje que se había vuelto el mejor amigo de su gran y eterno amor trataba de ayudar con su energía espiritual, a la par que su hermana sacerdotiza trataba de purificar el miasma de ese frágil cuerpo de barro.

—Kaede... Monje— llamó de manera entrecortada la fría mujer —Pueden llamar a Inuyasha... necesito hablar con él.

El monje se levantó y salió de la cabaña de la anciana, dirigiéndose hacia el lugar donde se encontraba su amigo.

—Inuyasha, Kykiou ha despertado— Llamaba el joven monje a su amigo demonio, quien se encontraba sentado lamentándose por no haber estado junto a sus amigos, y sobre todo no haberlos ayudado. —Gracias Miroku — Se levantó en dirección a casa de la anciana Kaede.

—Inuyasha, mi hermana quiere hablar contigo— comentó la anciana para dar paso al hanyou y retirarse del lugar, sabía que ese par tenían muchas cosas de que hablar, aclarar y planear; internamente en su alma seguía la preocupación de lo que pudo sucederle a aquella que consideraba como una hija, pero se obligaba a creer que ella se encontraba bien, tenía la ligera sospecha que el hermano mayor del hanyou la protegería junto a los pequeños, donde sea que estuvieran. 



Out of timeWhere stories live. Discover now