XXX. Nuestra verdad capítulo 4

546 67 17
                                    

Japón
Época desconocida

Era de mañana y realmente nadie entendía lo que sucedería a partir de ese día. Un joven hombre miraba a través de la ventana de su alcoba pensando los próximos acontecimientos que se encontraban a la vuelta de la esquina; internamente sentía un dolor tan profundo que nadie lo podría comprender y que él mismo no sabía hasta dónde podría llegar; sentía tanto amor por esa mujer que preferiría callar y verla feliz junto al hombre que era dueño de su corazón. Desde que la conoció sabía que jamás podría formar parte de su vida y desde un inicio ni siquiera había planeado sentir algo por la misma, puesto que ella era hija de aquel ser que tanto aborrecía; curiosamente la vida da mil vueltas y con esta trae muchas sorpresas, y una de ellas es el sentimiento que él sentía por ella. No quería verla sufrir, pero sabía que el imponente general tenía razón en cada una de sus palabras, por lo que decidió hacer algo por ella, aunque ésta no lo hubiera pedido.

El hombre mandó hablar a uno de sus fieles sirvientes, al cual le pidió un favor, este lo hizo sin chistar y fue corriendo para realizar todos los pedidos que hombre de la realeza había pedido.

- Joven amo su petición se ha realizado al pie de la letra, sólo esperamos su respuesta.

- Excelente es hora de comenzar los preparativos. Iré yo a hablar con el general en este momento, me encargaré yo personalmente de lo que acontezca puedes retirarte.

El sirviente se fue dejando sólo al gobernante, quien solo mandó a llamar al General Kuro.

Este por su parte se encontraba alistando las cosas que necesitaría junto a su fiel amigo cuando le llegó el comunicado de que el príncipe lo esperaba en su oficina antes de partir, éste accedió. Posteriormente, al encontrarse ambos varones, el monarca se dispuso a hablar.

- General, sabemos la importancia de la nueva misión que usted tiene a cargo y es de suma importancia que se cumpla al pie de la letra. Sin embargo, antes de que usted se vaya le expreso mi más grande sentir respecto a la princesa, quien en este momento se encuentra en un estado de depresión total. Yo sé que ella nunca fue de mi agrado desde un inicio, pero, eso no significa que yo no quiera verla feliz y usted es parte de eso. -el hombre dio un gran suspiro al notar la mirada del azabache.

- He mandado a realizar los preparativos para su boda, será hoy por la noche y usted deberá marchar mañana al anochecer, es lo menos qué puedo hacer por esos amantes que han entregado ya bastante a esta guerra. La princesa ha trabajado arduamente junto a los enfermos, heridos y niños, y usted estará dando su vida pese a saber que le esperan, esto para que todos podamos seguir viviendo. Su noble sacrificio tendrá su recompensa antes confío fielmente en que usted regresará a los brazos de su amada. - el hombre dio un gran respiro, se levantó y vio a los ojos al imponente hombre, para expresar su sentir. - Y como caballero que soy también he de serle completamente honesto, así como usted, yo también me he enamorado de la princesa albina y yo quiero que ella sea feliz, aunque no sea a mi lado; le expreso mi sentir puesto que usted también tiene derecho a saberlo, me encantaría decir lo mismo a la mujer que amo, pero, no es correcto. Esto será simplemente un secreto entre hombres.

Ambos hombres se miraban de una manera comprensiva y al mismo tiempo de una forma un tanto fría, pero el orgullo y el honor de ambos no permitiría decir más nada en ese instante.

Al terminar la plática el general salió de la oficina del gobernante siguiendo al sirviente que lo esperaba con las instrucciones previamente otorgadas.

El día transcurrió con normalidad y con cierta premura dado que los preparativos para una boda traían vueltos locos a todos los implicados; la mujer de cabellos blancos era alistada por las sirvientas del palacio, con un hermoso vestido en color blanco, hecho de las más finas sedas y con unos bordados y encajes exquisitos para su época, por otro lado el imponente general era el listado con las ropas más finas de la nobleza remarcando así el color negro de su cabello con bordes dorados y finos bordados hechos de oro.

La princesa quien no se esperaba lo que estaba ocurriendo, internamente se sentía sumamente dichosa, feliz, pero, por otro lado, los nervios, el temor y la tristeza la invadían, su corazón estaba en un dilema tan profundo que no notó en el momento en que las sirvientas terminaron de arreglarla realmente todo era completamente inesperado para ella.

El tan inesperado evento comenzó, se llevó una ceremonia sencilla y sutil acordé con la personalidad de los involucrados. Las palabras del monje que orquestaba la ceremonia resonaron en todo el lugar, ambos amantes se miraron a los ojos tan profundamente que al pronunciar las palabras de aceptación se besaron, transmitiéndose así todo lo que sentían, con ese aire de dolor, un deje de tristeza y un profundo amor, que todos los expectantes pudieron apreciar; los ojos son la puerta del alma, y ante esto último todos sabían que el amor que se profesaban era algo que trascendería más allá del entendimiento humano.

Que el hombre no separe lo que dios ha unido.

El evento transcurrió de una forma breve y sencilla, todos se dispusieron a disfrutar de los alimentos que se fueron otorgados; existían algunas miradas que veían con tristeza a la pobre mujer que al día siguiente tendría que despedir a su fiel amante; los amantes lo sabían, pero harían lo posible por disfrutar el momento el uno con el otro, aunque fueran unas pocas horas lo que les quedara, porque no sabían que sería lo que el futuro les prepararía.

Aquel ser que había orquestado todo el casamiento, tomó una gran bocanada de aire para poder expresar de alguna manera la felicidad que sentía por la mujer que amaba; se acercó y les deseo lo mejor. Internamente deseaba que el general regresara con éxito, porque de él dependían muchas cosas, la vida de cientos o quizás miles, porque también es importante valorar la de los seres que nos alimentan o que cumplen un papel de ser fieles a nosotros, ningún ser vivo merece morir.

...

La noche transcurrió y con ésta, la danza de amor entre dos amantes, quienes se entregaban con tanto deseo, pasión y amor en una habitación que había sido decorada con las telas que habían fungido como el traje ceremonial de bodas, la armonía del ambiente era sonorizada con el golpeteo de dos cuerpos chocando y una sinfonía de suspiros y besos. 

A la mañana siguiente, los dos amantes se veían a los ojos detallando cada parte del otro, como si no quisieran olvidar cada detalle, porque para ellos todo era importante; la mujer no pudo más y en ese momento se derrumbó en los brazos desnudos del ser que tanto amaba, implorando porque este regresara sano y salvo, a lo cual ella prometió rezar día y noche orando por su bienestar, ella le era fiel y jamás habría o existiría duda de ello. Por su parte el hombre prometió volver a los brazos de su amada, no importaba el cómo, pero, él regresaría porque la amaba tan profundamente, que no cedería ante absolutamente nadie.

Out of timeWhere stories live. Discover now