XXVIII. Nuestra verdad capítulo 2

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Japón
Época desconocida

Por un momento las lágrimas de la joven albina no dejaban de caer cuál tormenta en alta mar, sus lamentos eran escuchados y algunos sirvientes que sentían pena y lástima por ella, deseaban poder hacer algo para ayudarle, sin embargo sabían que todo el por venir era inevitable.

No se puede escapar del destino, esas palabras atormentaban la mente de la mujer. Se sentía perdida y al mismo tiempo esperanzada, tenía fe en Kuro, su ferviente amante. Se levantó de su futón, corrió a lavarse la cara para que nadie se diera cuenta de sus lágrimas, decidió qué le facilitaría las cosas a su azabache y comenzó a empacar algunas cosas de valor y otras útiles, tratando así de no llevar un equipaje tan pesado y que fuera difícil de transportar; sabía que él no la defraudaría, ella le era fiel y su corazón confiaba plenamente en él.

Instantes más tarde, dieron tres pequeños golpes a la puerta y está se abrió sigilosamente; la joven albina volteó y sus ojos se inundaron, su amado estaba ahí, no sé explicaba como, pero él lo había logrado. Sin duda alguna él no le había defraudado y mucho menos olvidado, había cumplido con su promesa que le había escrito en un pequeño papel, él estaba ahí por ella.

Él tomó las pertenencias de la chica y la tomó del brazo para salir corriendo y huyendo del lugar, ya había preparado un plan de escape del lugar; él mejor que nadie conocía el inmenso castillo del Norte y sus alrededores, no por nada sus soldados y amigos lo llamaban el perro negro. Siguieron corriendo y sin ser notados, lograron llegar al pasaje de salida hacia su libertad, cuando un grito en la habitación de la chica retumbó y alarmó a los guardias, comenzando a movilizarse y a buscar a la princesa perdida.

Se ocultaron detrás de los muros y el bosque por unos momentos, mientras los guardias incesantemente se movían, alertados y avisados por la desaparición de la joven de la realeza; sin embargo no todos estaban cumpliendo esa misión, algunos estaban siguiendo las nuevas órdenes de su general y ellos lo seguirían hasta el final, ya que él merecía ser feliz y la joven mujer de semblante apagado también; otorgando órdenes falsas esparcieron el rumor y cambiaron la dirección del resto del pelotón, dando la señal para qué una pareja saliera de su escondite y corrieran al bosque, encontrándose con la mano derecha y mejor amigo del general.

Corrieron y corrieron tratando de estar lo más alejado posible, pero no contaron con la cercana presencia de los hombres rastreadores qué estaban bajo el mando del príncipe del Sur, estos mandaron una señal al sureño para indicar la posición de la princesa; este se movió junto con su general y 3 de sus mejores soldados. Mientras tanto los jóvenes corrían sin parar, casi llegando a la salida del bosque.

Kuro, estamos rodeados —comentaba él mano derecha, de cabellos rojos.
— Ya lo sé Kento, sigue corriendo y saca tu espada para evadir cualquier ataque —ordenaba el pelinegro.
Cuando de pronto un grupo de hombres armados los rodeó de forma cautelosa y agresiva, alertando y alistando sus armas para cualquier ataque.

- General Kuro, ¿cuál es la intención de esta traición hacia su pueblo?- preguntaba el soberano
- Hacia mi pueblo ¡jamás!, es al gobierno opresor y dictador a lo que me opongo -respondía firmemente y colocándose de manera protectora al frente de la princesa
- ¿Y cuál es el motivo?
- No nos hagamos tontos, es bastante obvio ¿no lo cree su alteza?- decía con ironía el de cabello negro
- Crees que impidiendo un matrimonio arreglado ¿lograrás salvarla?
- ¿A qué se refiere su majestad?- preguntaba la albina
- Aunque yo me casase contigo, esta guerra jamás terminaría, porque tu padre es un arrogante, soberbio avaro, que anhela y desea el poder y control absoluto de este mundo.
- Eso lo sé, mi padre está tan loco y deseoso por el poder, que usa todo lo que tiene para adquirirlo, yo solo soy una moneda de cambio, ante sus ojos ese es el único valor que me ha otorgado, ser vendida a mi destino.
- Veo que no eres tan ignorante después de todo, princesa -decía en sorna el príncipe
- Cuide sus palabras majestad, aunque su posición dicte que no puede ser tocado, no me impide atravesarlo con mi espada. — Decía tomando la empuñadura de su katana.
- General, aunque usted no lo crea, yo también estaba en contra de esta boda, no deseo formar parte de la familia de ese ser tan repugnante cómo lo es el rey del Norte.-meditaba sus palabras el príncipe del Sur - Dígame algo, sí yo le ofreciera protección, techo y comida para la princesa, ¿usted accedería a luchar a mi lado para derrocar a ese maldito rey?
- Ja, ja, ja, vaya, pero que oferta más tentadora. Créame que sería difícil rechazarlo, ambos tenemos algo en común, odiamos al rey del Norte, un ser tan blasfemo que no merece ese cargo.
- Entonces, ¿accederá o declinará mi propuesta?
— Su alteza, sé que soy la que menos posición tiene para hablar en estos momentos, pero si de algo estoy segura, es que mi padre ha hecho algo o atentado contra nuestra gente ¿podría decirme lo que sabe?— comentaba firmemente la mujer
— Creo que estar encerrada en esas cuatro paredes no le ha permitido conocer a su amado padre alteza. —Suspiraba en redención ante los ojos inquisitivos de la dama — Ese hombre ha atentado contra su propio pueblo y contra el mío, generando guerras innecesarias, hambruna y enfermedad, argumentando que nosotros somos los culpables de toda esta catástrofe, cuando ha sido él quien ha lanzado el primer ataque, arrojándonos y condenándonos a todos a una muerte segura. ¿Ahora comprende, hime sama?
— Lo hago
— ¿Aceptará a mi propuesta, general?
— Lo hago para salvarla a ella y protegerla de su propio padre, no por usted. Mi lealtad está con ella, ¿comprende, alteza? — respondía con una mirada afilada y amenazante.
— ¿Dígame que encontró en ella?—decía con arrogancia en su voz — a caso ¿no está cortada por la misma tijera que su padre?
— Usted no sabe nada de mi señor, usted es un completo desconocido y como tal también merezco respeto, desconoce la relación que existe con mi padre—decía con frialdad en sus palabras la chica de cabellos de nieve.
fufufu, pero que niña tan arrogante
—Creo que esa palabra le corresponde a usted, su alteza — reprendía con sus palabras al príncipe — le repito, cuide sus palabras o aquí correrá sangre, y le aclaro que esa no será la mía.
— Bien, continuemos con nuestro camino de regreso al sur.

[...]

Apenas habían pasado a penas dos meses, el pueblo perecía bajo las garras de un desalmado ejército, liderado por el rey del Norte quién al no lograr concretar su plan de nupcias y unión con el sur, se había vuelto un completo demonio, uno al cual no le importaba la vida de mujeres, hombres, niños, ancianos y animales, no le importaba nada solo quería el poder y el control. Lucharía hasta el fin con tal de lograr su cometido, mataría a todo aquel que se interpusiera en su camino, y eso último fue su sentencia ante el mundo y los dioses, él gobernaría a toda costa.

Out of timeWhere stories live. Discover now