IX. El sello

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Época moderna

Montañas de Rebún

— Quizás todo esto se trata de una sola broma, pero hay algo dentro de mí que no me deja en paz y atormenta mis pensamientos constantemente. La duda yace en perpetua dentro de mi alma y mi pecho se estruja cada vez que lo pienso, ¿darle mi alma a esa mujer?, ¿Qué acaso eso no me llevará a la muerte?. Si lo pienso de mil maneras, esa misma pregunta corre por mi mente ¿acaso no soy de importancia en este mundo? o ¿por qué mi encarnación tiene que tenerlo todo?; nunca pude tener el amor que tanto deseé, pero creo que tienen razón, no me puedo afligir y no puedo titubear ante la situación. La vida de miles está en riesgo y si yo tengo la forma ayudaré en lo que pueda, tengo que ser fuerte porque si se me encomendó una misión desde que nací, nada ni nadie me va a detener de cumplirla, probablemente tenga éxito y realmente no busco nada a cambio, sólo quiero terminar con esta gran discrepancia y todo esto, que hasta en mis sueños me atormenta, quiero seguir con mi vida normal, ser una estudiante normal, una mujer normal. Acaso, ¿es mucho pedir?— pensaba afligida la joven de cabello negro.

El poderoso lord se acercó a la joven, observando que esta parecía ensimismada en sus propios pensamientos. Sentía que esa mujer era frágil, pero a su vez su bestia recriminaba y con gozo decía que esa mujer era demasiado valiente como para dudar de sus propias acciones, era una mujer entera y dura de abatir;  esto último hizo creer al Gran demonio, que esto apenas era el inicio y se sentía con la obligación y el deseo de protegerla con sus propias manos. Se recriminaba a si mismo por esos pensamientos tan tontos, sin embargo su bestia y él estaban de acuerdo en algo, estarían al lado de esa joven, porque sabían que sólo se tenían el uno al otro en esta enorme misión.

El viejo monje se acercó a los jóvenes que parecían debatir con sus propios pensamientos,—Jóvenes, es necesario que ambos pongan de su parte para lograr esto. Es hora de que partan e inicien su viaje, no hay tiempo que perder— comentaba el viejo señalándoles el camino por el cual debían guiarse; la tía abuela de la azabache había comentado con anterioridad sobre aquel dichoso lago, que realmente no estaba tan lejos de su ubicación, puesto que la familia Higurashi se había encargado de cuidarlo desde tiempos ancestrales. Estas cosas generaron incertidumbre en la joven, porque de alguna manera sabía que la importancia de los Higurashi en la línea del tiempo era fundamental, sumando a cuentas que existía y siempre existió una relación tan cercana con esos poderosos demonios perro "la familia Taisho". 

El poderoso demonio incitó a la mujer a caminar, ésta solo asintió y se dirigieron a aquel lugar, no sin antes cada uno recibir un par de objetos extraños: un collar y un anillo que tenían grabado una pequeña leyenda con caracteres chinos antiguos.

Los jóvenes bajaron la montaña por el lado opuesto al que habían subido, topándose así con una muy agradable vista de lo que era la continuación de un viejo bosque; la tarde se acercaba y la singular pareja se adentraba más en el bosque. Pasaron las horas y la noche llegó y con ella la aparición de aquel afamado lago, finalmente habían llegado a aquel lugar.

Tiempo antes de marcharse, el demonio verde dio instrucciones a los jóvenes, pidiendo que no se preocuparan por el clima o su ropa, al internarse en ese lago no tendrían problemas para respirar, para ver o incluso para caminar. No era algo común y de cierta forma intranquilizaba un poco la mente de Kagome pero sólo accedió y siguió su camino.

Kagome y Sesshoumaru se observaron y ambos se dieron una señal de que era tiempo de continuar. Se internaron en las aguas cristalinas de aquel lago, la joven sonrío al darse cuenta que no sintió frío o humedad siquiera, sentía que su ropa estaba seca y eso la sorprendía; a diferencia del Inu mayor que sólo caminaba elegante y con porte como era de esperarse de aquel majestuoso demonio. Se dieron cuenta que su vista no fue nublada, ni borrosa dentro del lago y así siguieron hasta lograr llegar al centro de este lago.

Estando unos escasos metros el gran lord comentó —mujer no tengas miedo estaré a tu lado—. La joven sintió su cara arder —Gracias Sesshoumaru, estaré también para ti—  desapareciendo de la vista del lord y encontrándose con su encarnación. La joven de cabello negro apareció observando a la chica futurista con una sonrisa retadora y hostigándole mientras la hacía sentir que no era la gran cosa y que jamás la superaría, —Jamás serás lo suficientemente buena como para poder tener el corazón de Inuyasha, no eres la gran cosa niña— comentaba de forma burlona la sacerdotisa de la época antigua,  la continuó hostigando con esos comentarios tan hirientes que a cualquiera podrían partirle el corazón en miles de pedazos, la pequeña Kagome comenzaba a sentir que la fuerza de sus piernas cada vez era más nula y sus pensamientos sólo la comenzaban a hacer dudar. 

En ese instante recordó que ella estaba en una misión y sólo atinó a decir que eso no le importaba, generando frente a ella aquellas imágenes que tanto detestaba ver y que sólo afligían su pequeño corazón: eran aquella sacerdotisa de nombre Kikyou e Inuyasha dándose un tierno y apasionado beso, declarándose su amor mutuamente. Estas imágenes estrujaron el corazón de la pequeña miko y la hicieron derramar unas breves lágrimas y en ese instante recordó las palabras de aquel demonio, comenzando así a llenar de calidez su corazón y eso la hizo olvidar por completo esa triste imagen y toda duda fue disipada. Levantó la mirada firme y habló—Cada quien está en este punto de la vida por una razón, cada quien tiene lo que se merece y yo sé que yo merecía algo mucho mejor que el amor de aquel que nunca me amó— en ese instante el espejo se rompió, liberando a la otra sacerdotisa que se encontraba del otro lado del espejo. 

Ambas mujeres se miraron mutuamente con una cálida sonrisa, Kagome tomó las manos de Kikyo y le dijo —Jamás te tuve rencor, debo admitir que en un inicio envidié aquello que tú tenías, pero me di cuenta que no era para mí y creo que he encontrado a alguien que probablemente sea mi destino— en ese instante pensó en el Tasiho mayor. Kikyou comentó —Kagome, yo te odié por estar viva y quizás siempre fue mi destino morir en aquella batalla contra Naraku, me doy cuenta que te juzgue mal Kagome. La vida me está dando una segunda oportunidad gracias a ti— la pequeña miko abrazó a la antigua sacerdotisa y dijo —te devuelvo tu alma, volverás a la vida y no tengo duda alguna, sólo te pido que seas sabia en tomar tus decisiones y seas aquella mujer cálida que Inuyasha tanto ama— ambas mujeres se hincaron en el suelo, frente con frente, sosteniéndose juntas ambas manos y una luz de color rosa y lila pálido se formó alrededor de ellas dejando a ambas inconscientes.

El alma de Kikyou salió del cuerpo de Kagome adentrándose en su cuerpo original, el cuerpo de la sacerdotisa antigua comenzó a emitir ese calor que tanto había añorado. Por otro lado la joven miko perdió la consciencia sintiendo su cuerpo adormecer, la pesadez en sus párpados la invadió por completo dejándola inconsciente. 

Out of timeWhere stories live. Discover now