XXXVI. El principio del fin

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Época antigua 
Sengoku
Instantes antes

La tranquila aldea de Inuyasha y sus amigos fue repentinamente sacudida por la oscuridad. Un miasma espeso y tóxico comenzó a llenar el aire, envolviendo casas y calles en un aura maligna. Los aldeanos entraron en pánico, corriendo para resguardarse y proteger a sus seres queridos.

Naraku, una figura siniestra en su forma humanoide, emergió en el centro de la aldea. Su risa malévola resonó mientras extendía su mano, creando oleadas de demonios que brotaban de la tierra como una marea interminable de pesadillas.

Las casas y edificios se agrietaron y se derrumbaron bajo el impacto de los demonios, y los aldeanos luchaban valientemente para defenderse. Inuyasha, Kikyou, Miroku, Sango y todos los demás se unieron en una feroz batalla contra los invasores.

El viento soplaba cargado de tensión, y el sonido del acero chocando con las garras y las espadas resonaba en el aire. Kikyou y Sango, con su arco y Hiraikotsu respectivamente, lanzaban ataques poderosos para repeler a los demonios, mientras Inuyasha y Miroku luchaban incansablemente para mantener a raya a los invasores.

Época antigua 
Sengoku
10 a.m.

El portal del pozo, iluminado por un suave resplandor lila con destellos azules, se cernía ante Kagome y Sesshoumaru. La pareja, con sus manos entrelazadas, estaba lista para luchar hasta el fin. Sin embargo, esta vez, no estarían solos. A su lado, Rin y Shippö, ahora jóvenes y valientes, también se preparaban para cruzar.

Rin, con sus ojos brillando de emoción, miró a Kagome y Sesshoumaru con gratitud.

—Gracias por permitirnos acompañarlos, mami. Estamos listos para enfrentar cualquier desafío a su lado —expresó.

Shippö, con su cola ondeando en señal de determinación, asintió con entusiasmo. —Sí, no nos dejarán atrás. Lucharemos juntos.

Kagome y Sesshoumaru sonrieron a los jóvenes, con un amor y un orgullo evidentes en sus miradas. —Estamos encantados de que estén con nosotros —dijo Kagome.

Sesshoumaru añadió —Mi familia es fuerte y confío en ustedes —le dio un ligero apretón en la mano a Shippö y le dio una ligera sonrisa a su hijo adoptivo.

Shippö abrazó a su padre, llenando su joven corazón de fuerza y amor.

Al cruzar la barrera del tiempo, la joven familia se encontró al fiel sirviente del poderoso Lord y el gran dragón de dos cabezas, con premura y terror en sus palabras pronunció —Amo bonito, me alegra que estén aquí, la aldea está siendo atacada p...

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Al cruzar la barrera del tiempo, la joven familia se encontró al fiel sirviente del poderoso Lord y el gran dragón de dos cabezas, con premura y terror en sus palabras pronunció —Amo bonito, me alegra que estén aquí, la aldea está siendo atacada por Naraku, parece fuera de sí.

—Hmph. Ese imbécil ha mutado, por eso no logró reconocer este nuevo aroma

—El aura tan espantosa que irradia no es lo que conocí —agregó la sacerdotisa.

Un fuerte estruendo resonó a lo lejos y el aura del lugar era espeluznante, el aire se había vuelto pesado y el miasma no permitía una clara visión del lugar.

Sesshoumaru subió a sus hijos al manso dragón y tomó de la cintura a su amada para acudir a la batalla.

La aldea de Inuyasha estaba envuelta en caos, mientras las hordas de demonios seguían avanzando, sembrando el terror entre los aldeanos. Inuyasha y sus amigos estaban luchando valientemente, pero la amenaza era abrumadora. En ese momento crítico, un viento poderoso sopló a través de la aldea, anunciando la llegada de Sesshoumaru junto a Kagome.

El poderoso Lord apareció con su armadura de batalla y su espada Bakusaiga en mano. Su presencia imponente detuvo a todos los presentes mientras miraban con asombro al poderoso demonio. Todos voltearon y lo miraron con gratitud y determinación. —Sesshoumaru, estás aquí.

Sesshoumaru asintió con solemnidad. —No permitiré que esta amenaza continúe.

Kagome tomó su arco y comenzó a lanzar flechas imbuidas de energía sagrada rosa hacia las hordas de demonios. Cada flecha impactaba con precisión, purificando a los demonios y reduciendo su número. Su habilidad con el arco era impresionante, y su determinación ardía con cada disparo.

Mientras la poderosa sacerdotisa de la época moderna, disparaba, el imponente daiyoukai, avanzaba hacia las hordas de demonios. Con un giro de su espada Bakusaiga, creaba una onda expansiva que despejaba el camino y destruía a los enemigos. Su velocidad y destreza en el combate eran notables, y su espada era un arma de destrucción masiva.

Kagome y Sesshoumaru coordinaban sus ataques con precisión. Mientras la azabache debilitaba a los demonios con sus flechas purificadoras, el albino los aniquilaba con su poderosa espada. La combinación de sus habilidades daba como resultado una danza mortífera que mantenía a raya a las hordas invasoras.

El caos pronto se convirtió en una feroz batalla, con la imponente y fuerte pareja liderando el contraataque. Su determinación, coraje y habilidades formaban un equipo formidable, y juntos luchaban para proteger la aldea y a sus seres queridos. En medio del combate, el lazo entre ambos se fortalecía, y su compromiso compartido de erradicar la maldad se hacía más evidente con cada enemigo derrotado.

La batalla estaba en su punto álgido, y las hordas de demonios parecían interminables. La joven sacerdotisa, junto a su amado, se encontraban decididos a llegar hasta Naraku y poner fin a la amenaza de una vez por todas. Levantando su arco con determinación, Kagome se dirigió a sus amigos:

—Chicos, encárguense de los demonios y ábrannos paso hacia Naraku, ¡esto acaba hoy! —gritó la azabache

—Chicos, encárguense de los demonios y ábrannos paso hacia Naraku, ¡esto acaba hoy! —gritó la azabache

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Inuyasha, con Tessaiga desenvainada, asintió con resolución. Se preparó y, con un grito, lanzó un poderoso Bakuryuha que despejó un camino a través de las hordas de demonios, creando un pasaje para Kagome y Sesshoumaru.

Kikyou, desde la retaguardia, utilizó sus habilidades con el arco para disparar flechas certeras que destruían a los demonios que intentaban interponerse en el camino del dúo. Cada disparo era una muestra de su habilidad y determinación.

Sango y Miroku, junto con Hakudoshi, se unieron en una danza de combate, empleando sus habilidades y sutras para destruir a los demonios que se acercaban a los aldeanos. Hakudoshi, a pesar de su turbio pasado, se unió a la lucha del lado de Kagome y Sesshoumaru, demostrando su lealtad.

Los aldeanos, protegidos por Shippö, Rin, Jaken, el dragón Ah-un y la anciana Kaede, observaban con esperanza mientras sus aliados se enfrentaban a la amenaza demoníaca. La determinación y el espíritu de lucha de Kagome y sus amigos eran palpables en el aire mientras avanzaban hacia Naraku.

Con un camino abierto y sus amigos combatiendo ferozmente a su alrededor, los jóvenes se acercaban a su enemigo, decididos a poner fin a esta larga y oscura batalla de una vez por todas.

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