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Scott, 16 años.


Scott marcó varias veces a Reachell pero no atendía el teléfono. Quería posponer la salida para el día siguiente y disculparse por no llevarla a comprar su regalo. Le habría gustado que estuviera con él, no podía estar ahí solo con el dolor acuchillando su pecho, pero también entendía que era su cumpleaños y pasarla en un funeral no era muy buena idea para ese día.

Quizás ella seguía castigada porque de otro modo no hubiese ignorado sus llamadas. Así que mandó un simple mensaje a Leyla para que le avisara, pero ella tampoco contestó.

Simon se mantuvo paseando por la ciudad hasta que Scott pidió llevarlo a clases. Antes de bajarse, habló.

—Cualquier cosa que necesite, joven, estaré aquí.

—Gracias, regresa más tarde.

Trató de mostrarse lo más amable posible pero sólo escuchó su propia tristeza y desánimo.

Cerró la puerta y caminó hacia la escuela mientras oía al auto alejarse. El lugar estaba completamente vacío, miró su teléfono y ya había pasado poco más de una hora desde que iniciaron las clases. Por primera vez, no le importó. Realmente no tenía ganas de entrar ni aprender nada.

Se quedó ahí de pie observando el silencioso y vacío lugar como si esperara ver a Emma saliendo y saludándolo con su brillante sonrisa.

El día estaba nublado y corría una fresca brisa. Hacía frío. Pronto llovería.

Dio media vuelta, no iría a clases. No podía llegar y fingir que todo seguía normal. Entonces, mandó un mensaje a Simon. Si él no podía hacer justicia por esa chica, al menos esperaba que ese tipo ya estuviera detenido.

"Por favor, ve al lugar de hace rato y pregunta a la mujer si se detuvo al agresor de Emma. Y si no, investiga qué pasó. La chica es Emma Soles".

Sus pasos eran pesados y caminaba cabizbajo. Se dirigió al café más cercano, el último lugar que Emma había visitado. Cuando llegó sólo divisó a los empleados y a una pareja. Agradeció la tranquilidad, no le apetecía estar en un lugar bullicioso.

Un chico se le acercó a llevarle la carta pero él la rechazó.

—Sólo un café americano, por favor. Y galletas o algo... Lo que sea para acompañar.

Él asintió anotándolo.

Minutos después su pedido llegó y en ese momento se escucharon las gotas lluvia impactarse contra la vitrina.

Su celular sonó. Era Leyla.

—Hey, hola —respondió tratando de sonar un poco entusiasmado—. ¿Reachell sigue castigada?

—No realmente. Rompió su celular enfrente de Ted, ya sabes. Ah, y quiere hablar contigo.

Scott esperó hasta que escuchó la voz de su prima al otro lado.

—¿Por qué quieres posponerlo? —Hizo una pausa— Es decir, lo entiendo pero, ¿pasó algo? ¿Estás bien? —Hubo un silencio, Scott no sabía cómo explicarlo— No estás en la escuela, ¿verdad? Eso no es propio de ti.

—Lo siento, Reachell. Prometo llevarte mañana por tu regalo. Feliz cumpleaños, por cierto. Iré a visitarte más tarde, ¿te parece?

—¿Qué pasó? —Repitió.

Scott suspiró. Dio un pequeño sorbo a su café antes de hablar.

—Emma murió —dijo con un hilo de voz—. Acompañaré a su madre al funeral.

—Oh, Scott —Era la primera vez que Reachell usaba un tono cálido y triste con él—. Iré contigo, ¿bien?

—No —se apresuró a decir—. Es tu cumpleaños, no quiero que la pases en un funeral.

—Bueno, quiero tener la experiencia.

—Y está lloviendo.

—Oh, vamos. No moriré por eso.

Scott rio y negó.

—Gracias, pero no me sentiré muy bien si en tu cumpleaños estás en un lugar así. Por favor, Reachell. Sólo esta vez... Déjame estar, ¿puedes?

Reachell suspiró al otro lado, resignada.

—Bien, pero promete llamarme... Bueno, a Leyla, cuando vengas.

—Lo haré, nos vemos más tarde.

—Cuídate, Scott. Si sientes que no puedes... Sólo dime, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Colgó.

Dio otro sorbo al café mientras su mente divagaba. Pensaba en Emma, en lo que pasó, en su padre, en los castigos y en lo último que le había pedido a Simon. No estaba seguro si quería saber quién le había hecho a eso a Emma, temía que pudiera hacer algo de lo que se pudiera arrepentir. Además, ella lo consideraba una buena persona, un chico amable. Realmente quería serlo, aunque sea para ella. Se esforzaría en ser una mejor persona, de ese modo la chica no se habría equivocado sobre él.

Cuando menos pensó el café se había terminado y el plato de galletas estaba vacío. Por un momento olvidó el hambre que tenía y la manzana que aún permanecía en su mochila.

Dejó el dinero en la mesa y se retiró, no sin antes dar las gracias. En cuanto salió sintió las frías gotas del diluvio acompañadas de un viento frío.

Scott odiaba el frío, lo hacía sentir débil no poder soportarlo. Eran sólo ideas suyas, pero de algún modo deseaba al menos poder soportar el clima por sí mismo y no abrigándose demasiado. Sacó la manzana de su mochila y comenzó a caminar hacia el lugar donde iban a enterrar a Emma. Su ropa se humedecía cada vez más y el cuerpo comenzaba a temblarle, incluso sus pies ya se habían enfriado. Se abrazó a sí mismo para entrar en calor.

Pudo llamar a Simon o pedir un taxi, pero él se sentía bien sufrir de esa manera. Inconscientemente, se estaba castigando y sólo así la culpa parecía menos pesada y los pensamientos en su mente se mantenían más tranquilos, como si realmente mereciera eso.

El lugar quedaba muy lejos y caminar bajo la lluvia durante tanto tiempo con el frío calándole los huesos, seguro le haría pescar un resfriado, pero no le importó. Se mantuvo caminando entre varias calles mientras la lluvia arreciaba cada vez más.

Y al mismo tiempo que se acercaba, también el lugar se volvía más solitario.

Scott debió darse cuenta, prestar más atención que habría sido mejor llamar a Simon, de entender que él no tuvo la culpa, que las cosas pasan y a veces hay gente que le toca sufrir y otras a quienes le toca apoyar a los que sufrieron.

Pero Scott ignoró todo eso, y también el auto que lo estaba siguiendo. Había tanto ruido en él que tampoco escucho los pasos pesados acercándose. Y cuando lo hizo, ya era tarde.

Scott cayó al suelo por un fuerte golpe en la cabeza. Lo último que vio fue la manzana mordida rodando, y lo último que escuchó es que ya tenían al último pedido.



Lo siento, esta vez no tengo nada por decir.

Ah, excepto que  el café de ese día estaba bueno. 





Scott [Precuela de Adam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora